#Edición3

Olvidar es repetir

9 Minutos de lectura

Las imágenes de Dani Suárez (vocalista de Bersuit Vergarabat) diciéndole al público que, como banda, estaban en contra del 2×1 aún se encontraban frescas en mi memoria. Imposible olvidar una versión tan emocionante de “Vuelos”, canción que hace referencia a la época más oscura de la historia argentina, inspirada en el libro “El Vuelo” de Horacio Verbitsky.

“Sólo verás en mí, siempre a través de mí, un paisaje de espanto así” terminaba el tema entre un instrumental tremendo. “¿Saben qué? No me gustaría cruzarlos en la plaza, no me gustaría cruzarlos en el bondi, ni en la calle, ni en la puerta de mi casa. No me gustaría que los niños jueguen frente a ellos y mucho menos tener que compartir algo con esa gente. Y sí, si los ven, cierren bien las puertas, traben las ventas, porque pareciera que están de vuelta y sospecho que sus civiles nos están gobernando”.

Así, de repente, una semana después, me encontraba dudando si asistir a la marcha que se realizaba en la plaza Libertad. Había dormido poco durante dos días –sólo una siesta de un par de horas- y el cansancio me pesaba demasiado. Sin quererlo, me desperté a las 17:30. Agarré mi celular y vi un mensaje de Juanca:

-Hno, vas ésta tarde a la marcha?

-Eh, chango, lo dudo mucho. Estoy muy cansado.

-Ah bueno, te entiendo. No hay drama

Dudé y pensé. Seguí un ratito más con mi celular. Revisé Facebook, Instagram y caí en Twitter, donde las noticas y los hashtags hervían. Ahí fue cuando vi un tweet de Darío  Sztanjnszrajber (o Darío Z, para hacerlo más nombrable):

“#2x1aLosGenocidas. Se cortó la línea B. Yendo a la plaza como sea”.

El país entero gritó: ¡Señores jueces, nunca más!

Y me puse a pensar nuevamente. ¡Qué hijo de puta! ¡Teniendo la plaza a siete cuadras y pensando en no ir!

-¿Juanca? Bancame un cacho, me cambio y pasame.

Nos pusimos en carrera.

Caminábamos, a paso rápido.  La calle Avellaneda ya se encontraba cortada en su intersección con Buenos Aires. Buena señal, pensé, significaba que la convocatoria fue multitudinaria. A medida que llegamos a la plaza las banderas comenzaron a aparecer. Vivos azules, celestes, rojas, violetas. Estudiantes, profesores, vecinos, amigos y compañeros. Nadie quiso faltar esta vez. Nadie quiso faltar a una Plaza Libertad que quería gritar y abrazarse junto a una Plaza de Mayo que lució también repleta. El país entero gritó: ¡Señores jueces, nunca más!

La marcha comenzó y, en Santiago, se quebró nuevamente en dos. Seguí sólo una parte de la marcha, tratando de no hacer caso omiso a la otra.

Las fotos en blanco y negro caminaban. Creo no haber visto insignia política que haya tratado de opacar la figura de la reivindicación de nuestros desaparecidos y detenidos. Eran ellos los que marchaban exigiendo justicia. Eran ellos, marchando, con carteles en contra de la posible liberación de Musa Azar, entre otros.

“Olvidar es repetir” fue un cartel que vi repetidamente (valga la redundancia) entre los cientos de rostros que alumbraron la marcha, que marchaban de manera seria, que caminaban con el corazón en la mano y con la foto de un desaparecido en la otra, que exigían, a viva voz, que el 2×1 a los represores no sea posible.

***

De lejos, y aproximándonos a la intersección de Absalón Rojas y Libertad, veo a una señora, vestida de justicia, gritándole a un pelotudo (disculpen, ni siquiera los irrespetuosos merecen que lo catalogue de esa manera) que intentó pasar con su auto por encima de los elementos que se encontraban en el piso para realizar una intervención artística.

“¡Dale, pasá por arriba de mis papeles! ¡Pisame la dignidad, lo único que tenemos!”. Tratando de no fabular, es lo que alcancé a oír. De mi parte, hubiese recibido algo más que una puteada, pero no era el punto. Son meros provocadores, como los muchos que lamentablemente hay en todo el país, presidente incluido.

Llegamos a la Libertad (qué calle con nombre tan simbólico para realizar una intervención, pensaba). Allí, comenzaron:

Fotografía: Juanca Páez Gimenez

“Las ovejas van al matadero.  No dicen nada y no esperan nada. Pero por lo menos no votan por el carnicero que las degollara ni eligen al burgués que las comerá.

Más bestias que las bestias. Más borregos que los borregos. El elector nombra a su carnicero y elige al burgués que los masticará”.

Carteles en el piso. Alcancé a divisar que muchas de las consignas que se encontraban allí eran, al parecer, collages realizados por niños (juzgando por cómo estaban realizados y por la caligrafía que se había empleado en ellos).  Sea realizado por ellos o no, la carga simbólica que tenían casi que se equiparaban con los pañuelos que todos llevaban en las manos.

El “2×1” se encontraba escrito en pequeñas pizarras. “¡Dos por uno es igual a dos!” comenzaron a gritar. Lo repitieron, una y otra vez.  Allí, un niño se tropezó conmigo (yo me encontraba casi de cuclillas, para tratar de no obstruirle la vista a nadie). El niño llevaba consigo un cartel que decía “FUE UN GENOCIDIO”. Dudo que haya existido casualidad alguna, pero si así lo fue, fue una de las más lindas de mi vida.

Cuando terminó la intervención una oleada de aplausos hizo más cálida la esquina donde alguien, con un auto, quiso avasallar la memoria. Nadie se lo permitió.

Continuamos en marcha.

***

Continuamos hasta llegar nuevamente al punto de Libertad y Absalón Rojas. Desde allí, cruzamos diagonalmente hacia el centro de la plaza. El escenario (la retreta, en realidad) estaba dirigido dándole su cara al monumento a Belgrano que se encuentra en el centro de la plaza Libertad. Llegamos todos cuando una canción de Calle 13 (Latinoamérica, para ser más precisos) sonaba de fondo y recitaba uno de los versos más lindos que posee: “La operación cóndor invadiendo mis nidos, perdono pero nunca olvido”.

Ya en el centro de la plaza, todas las agrupaciones sacaron a relucir sus banderas. Puedo decirles que se encontraban banderas de diferentes agrupaciones. Hasta banderas que jamás pensé que  vería tan juntas lo estaban, compartiendo un espacio en pos de una causa que tocó sensiblemente a todo el pueblo argentino.

Una bandera argentina de dimensiones infinitas surgió del medio de la multitud. Fue increíble, desde mi perspectiva, cómo se levantó desde el suelo, como si hubiese salido desde las entrañas de la tierra.

Fotografía: Juanca Páez Gimenez

“¡Ellos quieren callar todo lo que hicieron, nosotros queremos que nunca más vuelvan!” vociferaba una de las anfitrionas sobre la retreta.

Caminaba entre la gente, casi sin espacio.

Entre esas caminatas me encontré de frente con una señora. “Mario Alejandro Garibaldi presente”. Tenía la mirada entrecerrada, como desafiando a alguien. Pensé al principio ¿por qué estaría enojada? ¿No está feliz de que el pueblo se manifieste de esa manera? Pensamiento boludo. Obvio que había motivos para estar enojados. Hubo una Corte Suprema que quiso darle libertad a genocidas, los motivos para estar enojados sobraban.

Observaba y caminaba entre los pequeños grupos que se habían formado. Muchas de las personas presentes tenían pañuelos en la mano, muchos otros pañuelos atados en la nuca. La iconicidad de una lucha que lleva cuarenta años se resumía en un pedazo de tela que, en ese preciso momento, representaba a todos los detenidos, a todos los hijos apropiados, a todos los desaparecidos y, principalmente, a sus madres y abuelas que los están buscando por toda eternidad.

El público respondió al unísono: «¡SIEMPRE!».Con puños levantados, con lágrimas en los ojos, con dedos en “V”.

En ese instante, sentí que las banderas comenzaron a desaparecer, comenzaron a teñirse de color repudio, de color bronca, de un color que se encontraba en contra de una justicia que intentó liberar a personas nefastas para la historia argentina y que se encontró con un pueblo que les dijo ¡NO!.

Manuel Belgrano, ésta vez, cobró vida. Rompió con su eterna y estática figura, montado a su caballo, y prestó atención a lo que estaba pasando a su alrededor desde una posición privilegiada. Mirando a su izquierda y, seguramente, repudiando con todo su ser patriota una injusticia de tamaño descomunal.

¡NI OLVIDO NI PERDON, SOLO JUSTICIA, 30001 DESAPARECIDOS Y DETENIDOS, PRESENTES. AHORA Y SIEMPRE! – Se escuchaba por el micrófono a través de una voz ofuscada, emocionada.

El público respondió al unísono: ¡SIEMPRE! .Con puños levantados, con lágrimas en los ojos, con dedos en “V”.

El mate pasaba, prendían un pucho, la gente se miraba, conversaba, se reencontraba.

Belgrano nuevamente se levanta y mira cada vez más a la izquierda.

Allí, en el medio de la gente, alcancé a divisar a una nena que se sentó a hombros de su papá, con un pequeño pañuelo en su cabeza, como si fuese una golondrina de Plaza de Mayo. Tenía un cartel en la mano y lo levantaba orgullosa. David Zarco Pérez está desaparecido, pero ésta vez dice presente a través del corazón de una nena que, tal vez, no entendía la magnitud de todo lo que estaba representando.

En ese momento, decido abstraerme por un momento. Me paré detrás de la retreta (que era usada como escenario) y me subí a ella por unos instantes. Desde allí miré con atención todo. Las luces violetas que ornamentaban el lugar teñían levemente a las figuras humanas que pasaban por allí.

La gente se movía, todos inquietos. Parecían, de lejos olas del mar que venían incesantes con el soplar del viento. Pequeñas figuras humanas que colmaron el centro de la Plaza Libertad.

Cuando me bajé de ahí, le indiqué a Juanca que sacara una foto. Pensaba en una foto que quedara estéticamente bien para ilustrar lo que pensaba en ese momento, para que ilustrara esta nota de manera tal que el público entienda lo que trato de explicar. Luego razoné y me di cuenta que no hay cámara que se banque una foto donde hay gente con muchísimo espíritu.

Fotografía: Juanca Páez Gimenez

La marcha paralela pasa por Avellaneda (detrás de la retreta), a puro bombo y platillo. Recién ahí caí en cuenta de que, si bien estoy cubriendo una parte de la marcha, fallamos en unirnos en son de un solo objetivo de lucha. Es triste pensar que en gran parte del país la consigna fue una sola y aquí, en Santiago del Estero, los intereses jugaron en contra de ésta unión.

El acto y la lectura continuaban en la retreta. En esos precisos instantes, una escena, seguramente repetida a lo largo y ancho del país, tiñó el centro de la plaza de color blanco. Los presentes comenzaban a levantar sus pañuelos, agitándolos de manera escurridiza por el aire.

“¡Por los revolucionarios, los peligrosos, los subversivos, a los que dieron su vida por la lucha, por una causa justa!» , alentaba una compañera desde la retreta mientras las banderas y los pañuelos continúan agitándose, mientras Belgrano, desde su monumento, nos mira orgulloso por el fuego que estaba sintiendo en ese momento.

“¡La lucha no se achica, compañeros, nunca nos van a doblegar!” y allí, se hizo presente un cántico que con mucho ahínco hicimos vivir entre todos:

“Como a los nazis, les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”

Yo quedé, como observador, atónito a todo esto. Me sentía muy cansado como para emocionarme, como para sentir que el fueguito adentro mío quería avivarse, sin embargo, ante este acontecimiento, me rendí, y la piel de gallina me transformó en un voraz partícipe.

***

Dos músicos (los cuáles no pude averiguar su nombre), subieron al escenario. Consigo traían un cartel hecho de cartulina, en el cual destaca la leyenda “El único lugar para un genocida es la cárcel común”.

Todo el público estaba atento a qué iban a cantar. Una dulce voz amenizó el entusiasmo que estaba a flor de piel.

Las banderas  poco a poco comenzaron a retirarse. Otras, tal vez por el cansancio, fueron bajadas lenta y tímidamente.  En ese momento, Belgrano volvió a su lugar, apoyó su pie en el estribo y subió a su caballo. Vi que volvió a su posición estática, siempre mirando hacia la izquierda, con un seño desafiante hacia la Iglesia Catedral, desafiando a todos esos miembros eclesiásticos que fueron participes de la última (sí, me juego la vida con que fue y va a ser la última) dictadura militar.

Lo aseguro, la plaza es hermosa cuando se tiñe de política y mucho más cuando, con lucha, reivindicamos el espíritu de nuestros detenidos y desaparecidos.

¡30.000 compañeros presentes! Gritó alguien por última vez.

Sabemos que están presentes. Lo están siempre.

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