#Edición5

¿En qué momento julio se volvió una fiesta para los santiagueños?

9 Minutos de lectura

Por Esteban Brizuela

Nunca, pero nunca había visto tanta gente en las calles de la ciudad de Santiago del Estero. Un casco céntrico colmado, desbordado, con peatonales en donde caminar era una tarea sumamente complicada. En la Plaza Libertad, la plaza principal que tenemos, se encontraba la concentración más importante. Era el 24 de julio de 2003.

En aquella noche se realizaría una multitudinaria velada para recibir con fuegos artificiales el aniversario número 450 de la “Madre de ciudades”, la que, según lo dictaminó la Junta de Estudios Históricos dirigida por Alfredo Gargaro, se fundó un 25 de julio de 1553 bajo el mando del capitán Francisco de Aguirre (dictamen que los descubrimientos del investigador Gastón Docuet y un libro de Raúl Lima desmienten pero ese sería tema de otro texto).

Pero estamos en aquella noche, en la plaza central, en medio de las miles de personas que pululan por acercarse al escenario en donde a las 12 en punto tocarán el vals dedicado a la ciudad. Los bares alrededor de la plaza también están repletos. No se encuentran mesas por ningún lado. Pareciera que nadie quiere perderse este evento único, singular, que nació como idea de algunos funcionarios del municipio capitalino.

Se acerca la medianoche y una voz desde un enorme parlante anuncia que llegó el momento de decir “¡feliz cumpleaños Santiago!”. Y comienza la música y comienzan los cohetes. Los fuegos artificiales se ven en el cielo por varios minutos. ¿5 minutos? ¿10 minutos?  Un espectáculo imponente.

Hace mucho frío, pero eso no importa. La calidez de la multitud logra otra sensación térmica.

Después de varias horas, ya transitando la madrugada, la multitud comienza a desconcentrarse. Es muy difícil volver a la casa: colectivos y remises saturados. Es muy difícil comer algo. Bares y restaurantes con mercadería agotada.

Es el fin de una jornada distinta, a la que poco a poco nos iríamos habituando a repetir todos los años.

Fotografía: Guillermo Juárez

Detalles más, detalles menos, lo que se leyó es lo que Santiago del Estero vivió en la noche del primer aniversario de la ciudad que se festejó de esta manera especial. Una manera que logró consolidarse y “naturalizarse” en los santiagueños, tanto que cuando llega el mes de julio nadie se pregunta si este año se hará o no una celebración similar. Lo damos por sabido. Todos los ciudadanos saben que habrá fiesta.

¿Cómo nació este  evento?

Los diarios de 2003 construyen la tensión política que se vivía en la provincia, bajo el gobierno de Nina Aragonés de Juárez. En febrero de ese año se habían hallado los cadáveres mutilados de  Leyla Bshier y Patricia Villaba. La investigación judicial y periodística comenzó a revelar la complicidad del poder político con las muertes. En el mes de julio se percibe en los periódicos esa convivencia entre las noticias político-judiciales del asesinato de “Leyla y Patricia” y los anuncios del festejo por los 450 años de Santiago.

Hasta ese año la fecha del 25 de julio solía pasar sin pena ni gloria. Algún acto protocolar o alguna nota recordatoria de poco espacio en los diarios y nada más. La última gran celebración del cumpleaños de la ciudad había sido en 1953, para el aniversario número 400. Aquella vez vino el presidente Juan Domingo Perón y la ocasión ameritó muchos eventos e inauguraciones de obras públicas.

El Municipio capitalino impulsó la organización del mega-festejo en el año 2003. Y no es un dato menor recordar que el intendente en ese momento era un joven de procedencia radical. ¿Su nombre? Gerardo Zamora.

La celebración oficial se lanzó el sábado anterior (19 de julio) al día del aniversario, con una experiencia inédita que, por su éxito, llegó para quedarse: la Marcha de los Bombos. El objetivo era entrar en el record de los Guiness por la mayor concentración de bombos en el mundo: lo lograron. La tapa del día siguiente de El Liberal decía: “468 bombos inician el mayor festejo de la ciudad”, y con esto se daba comienzo a la celebración.

Dice Sergio Carreras, el periodista cordobés autor de El reino de los Juárez: “Pero fue aquella noche del 25 de julio de 2003, la del cumpleaños 450 de la ciudad, la primera que demostró a los santiagueños que se podía enfrentar a los fantasmas, acorralarlos en sus despachos y transferirles el miedo. Así se inauguró una nueva etapa para Santiago”.

Los diarios hicieron un prolífico registro de imágenes de las celebraciones de 2003. Y en ellas se puede apreciar, entre las personalidades políticas, solamente la del intendente Zamora. Pero no de manera permanente: son solo algunas fotos en donde se lo ve al lado de la gente en la calle. En cambio, muchos recuerdan que la gobernadora y su esposo decidieron viajar en esa fecha. La presencia de ellos en la celebración hubiera despertado malestar y silbidos, en el mejor de los casos.

El panorama político cambió radicalmente hacia 2004. La esperada intervención federal llegó el 1 de abril para culminar con largos años de dominio de Juárez. Pablo Lanusse, el interventor, vino para alentar esa movilización de la sociedad civil, lo cual hizo que muchos se sintieran realmente esperanzados en un renacer de la provincia.

El municipio capitalino no fue intervenido, por lo que Zamora continuó en su cargo. Como era de esperar, volvieron a organizarse los festejos para el cumpleaños de Santiago del Estero. La experiencia había sido demasiado exitosa para dejarla atrás.

La marcha de los bombos, que había contado con casi 500 bombos en su primera edición, ahora superaba ampliamente esa marca. El titular principal de El Liberal del 18 de julio decía: “Multitudinaria marcha con más de 2000 mil bombos ganó las calles de la ciudad”. También el diario anunciaba un suplemento especial sobre el “maravilloso recuerdo de los 450 años”. La memoria sobre aquel primer festejo comenzaba a construirse.

El 25 de julio, un gran titular: “Espectacular homenaje del pueblo a su ciudad” (El Liberal, 25/07/2004) con fotos que mostraban la masividad de la convocatoria y la alegría en las calles en la velada del 24.  El intendente declaraba que la fiesta “le pertenece a la gente”. Si en 2003 la presencia de Zamora era esporádica en las imágenes de los festejos (por lo menos lo que mostraban los diarios), en 2004 las fotos del intendente mezclado en los festejos eran mucho más recurrentes.

Ya en 2005, Zamora, aquel joven intendente radical, de prolija gestión en el municipio, ahora ocupaba el máximo cargo provincial. ¿Qué pasaría con los festejos del aniversario de Santiago, más aún estando en el poder quien desde su cargo en el municipio los había alentado?  Era impensable no repetir la celebración que empezaba a “naturalizarse” en los comprovincianos.

En ese año se realizó otra vez la marcha de los bombos, cada vez más numerosa. Y se anunció que el presidente Néstor Kirchner vendría a Santiago del Estero para hacer importantes anuncios. El gobernador radical, en plena etapa de “la transversalidad” kirchnerista, estaba tejiendo una alianza estrecha con el gobierno nacional, algo totalmente novedoso para la provincia, que durante el juarismo había mantenido una especie de “aislamiento” del contexto nacional.

La tapa de El Liberal del 26 de julio, al día siguiente del aniversario, es sumamente ilustrativa de la nueva situación que vivía la provincia. Un enorme primer plano de Zamora y Kirchner saludando a la gente: “Kirchner inicia la reparación histórica”, dice el titular. El día 25 había sido el gran festival en el Parque Aguirre, con artistas musicales de primer nivel. Allí, en el palco, estaba el gobernador con el presidente de la nación, levantando los brazos ante la muchedumbre, encabezando la celebración, mostrándose cerca del pueblo y participando de esta fiesta colectiva.

A partir de 2005 el rol del gobierno provincial fue cada vez más fuerte en la organización del festejo, con el protagonismo en la promoción de actividades de Rodolfo Legname, quien ya había sido ascendido a Subsecretario de Cultura de la Provincia. El gobernador pasó a tener una exposición notable en la mayoría de las actividades festivas. como así también Julio Alegre, el nuevo intendente capitalino, quien en 2009 terminó envuelto en un escándalo de corrupción que todavía recordamos. Ese año, por una mezcla generada por el pánico a la gripe A y los entretelones del caso Alegre, fue la única vez desde 2003 que no hubo velada en la noche del 24 ni festival el día 25.

En 2012, para el aniversario 459 vino la presidente Cristina Fernández de Kirchner y estuvo en la medianoche del 24 de julio saludando a la multitud de la Plaza Libertad desde el balcón del Centro Cultural, mientras se cantaba el cumpleaños feliz a la “Madre de Ciudades” y se flameaban miles de banderitas provinciales en señal de festejo.

 


 

Hasta aquí puede pensarse que el estado provincial marca a pie juntillas la agenda de los festejos y utiliza esta alegría popular para autolegitimarse por la instauración de una celebración colectiva que cada vez atrae más turistas. Sin embargo, como lo demuestran los estudios sobre las fiestas populares -y en general sobre la cultura popular- pensar de manera estática estos procesos es un error que ningún sociólogo, historiador o antropólogo puede cometer.

No todo está bajo control. En julio de 2013 se vivió una situación sumamente tensa en la marcha de los bombos, porque unos meses antes Fiscalía de Estado había intentado desalojar el Patio del Indio Froilán y terrenos adyacentes para la construcción de un nuevo barrio. En esos terrenos vivían familias de la comunidad aucakuna del pueblo Tonocoté. Tras varias negociaciones se llegó a un acuerdo con Froilán y la comunidad tonocoté, pero el conflicto dejó heridas. Frente al silencio de los medios masivos locales, el investigador Ernesto Picco escribió una exquisita crónica para Revista Cabeza contando cómo fue aquella singular marcha de los bombos en que se excluyó a Froilán del programa oficial. Sin embargo, su columna de percusionistas fue la más multitudinaria y la que causó cruce de insultos en el escenario donde confluyeron los diferentes grupos que marcharon.

En 2014 el Patio del Indio Froilán volvió a estar en la grilla oficial de los festejos. No conocemos las internas que derivaron en esta especie de reconciliación, pero aquel episodio revela que todo festejo popular –y el aniversario de  Santiago no es la excepción- es también terreno de pujas y tensiones de poder entre los actores sociales de una comunidad.

 


 

Esta celebración nació como idea de funcionarios de la municipalidad Capital en un contexto político complejo para el Poder Ejecutivo Provincial. Surgió en un momento de gran movilización de la sociedad civil santiagueña, tradicionalmente caracterizada como pasiva y sumisa. Digamos que esta fiesta fue concebida en el momento en que gran parte de la sociedad santiagueña había decidido salir a las calles para hacer escuchar su voz. Y precisamente la fiesta pedía eso: ¡la gente en las calles!

Luego, por avatares de la política local, el intendente ganó la gobernación en 2005 y su principal funcionario de Cultura, Rodolfo Legname, fue puesto en esa misma área pero del gobierno provincial. Aquel espacio de la fiesta, que era un espacio de participación cívica en un momento de ebullición ciudadana, se convirtió en un espacio que continúa siendo de amplia participación pero en el que la disidencia puede traer algunos problemas, como se pudo reflejar en el caso del Indio Froilán en 2013.

Podríamos decir que la fiesta fue adoptada por los santiagueños como un ritual ciudadano que en cada mes de julio ofrece nuevas alternativas. Tanto se naturalizó en la comunidad que no imaginamos a ningún candidato a gobernador o intendente proponer la idea de abolir este festejo: protestarían y se pondrían en contra desde el puestero que vende pochoclos o pralinés en la plaza principal hasta el dueño del mejor hotel de la ciudad. ¿Qué une a ambos? El beneficio que genera el movimiento turístico en nuestro “mercado interno”.

Puede gustarnos o no la marcha de los bombos, puede parecernos buena o mala la intervención teatral urbana, pueden parecernos berreta o no los grupos que actúan en los principales escenarios, pueden molestarnos o no los cohetes que se tiran, pero a una gran mayoría le gusta y le parece significativa porque de ciudades del interior llega gente a raudales. Y todo esto es gracias a una decisión política que fue eficaz en tanto que logró lo que se proponía. Guste o no aquella gestión municipal devenida luego en gestión provincial, hay que aceptar que inventó una fiesta popular que hoy genera algo  impensable en Santiago hace solo 15 años atrás.

Aquí no importa la valoración subjetiva que hagamos sobre estos festejos de acuerdo a nuestros legítimos criterios estéticos, importa que hubo una decisión política que fue exitosa. Y eso, pienso, hay que reconocerlo.

Referencias

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