#Edición9

¿Cómo explicarle a un japonés sobre la corrupción en Argentina?

14 Minutos de lectura

 

Por Belén Navarro

Ella señala hacia la izquierda, -mirá, ese es el periodista que dejaron sin laburo después del juicio contra Menem-. Sigo el dedo con la vista y encuentro un anciano sentado al borde de una columna, pelo canoso desde media cabeza, ropa oscura, extremadamente abrigado para el clima de ese sábado 18 de noviembre. Tiene un bastón y una expresión desoladora. Freno en seco y agarro el celular.

 

Rewind

 

Estación, estación, estación. Línea B del subte en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Salgo de la estación Malabia en Palermo rumbo al Abasto, con una santiagueña radicada en Buenos Aires y un japonés con el que había entablado amistad recientemente. El cartel anuncia la estación Carlos Gardel, zigzagueando entre la multitud caminamos entre los pasillos subterráneos, cruzamos molinetes, subimos escaleras, las estaciones de subte tienen esa cosa como de inframundo tercermundista, hay algo que los mosaicos relucientes de las paredes no logran disimular, y eso es la cultura del “qué me importa” del argentino, eso de “no importa cuánto ensucie, siempre alguien de más abajo lo habrá de limpiar”, y gracias a eso voy viendo mis zapatitos planos pegotearse entre los mosaicos claros salpicados de triangulitos negros, y de esas rayas antideslizantes de tan poco “perfil estético y moral”. Mi amiga nos lleva flameando como bandera, al japonés colgado y a mí, que transito medio mareada por el movimiento que me resulta tan poco regular en una siesta de fin de semana.

-Mirá, ese es el periodista que dejaron sin laburo después del juicio contra Menem- comenta ella en voz baja mientras sigue caminando. Freno en seco y empiezo a carburar; busco en el rígido mental información que no está; camino de un lado a otro tratando de disimular mientras el japonés me sigue graciosamente. Mi amiga se para en la puerta como a cuatro metros cuando se da cuenta de que la dejamos sola. Me hace una seña -¿y? ¡Vamos!-. Lo miro al japonés y verbalizo incoherencias mientras retomo la marcha con el celular en la mano. Mando un par de mensajes mientras nos adentramos en el shopping. Tomo conciencia de esta ecuación sin cierre –periodista/indigente/lío mediático/pidiendo guita en un shopping donde circulan diariamente cientos de personas que ven televisión-. Paramos en una vidriera de zapatos. Vuelvo la vista al celu, miro la entrada de la estación, miro el pasillo interminable de locales comerciales; mi amiga está en otra, el japonés está en otra, yo estoy en otra.

Tengo cierta aprensión de volver, no sé qué preguntar ni cómo, no soy periodista, pienso. Leo un par de mensajes de aliento y tomo coraje, a fin de cuentas estaba ahí gozando de las experiencias raras. -Vuelvo a la estación- le digo, ella ya sabe, agarro el japonés con el que a gatas nos entendemos y camino adrenalínica hacia la salida.

Mientras me acerco lo observo con detenimiento; está encorvado, con mechas de cabello canoso hacia delante de los hombros, su porte es desconsolador; el rostro hacia abajo, tieso, mirada gacha y lenta. Tiene un bastón al costado, y lo que pienso en un momento que es un maletín, es una bolsa de papel cuidadosamente colocada entre algo de basura-mugre en el suelo. Hago una pausa después del primer -hola- buscando un inicio lógico de conversación. Levanta apenas e inclinadamente la cabeza, me siento incómoda cuando hace un sonido similar a un ¿eh?, vuelvo a saludar y me presento, ahora recién me ve la cara, me mira confundido mientras hace realmente un gran esfuerzo por escucharme y entenderme.

Le repito tres veces que me llamo Belén y que formo parte de una revista, y que me gustaría saber si podría hablar con él un momento. Frunce el ceño -¿De dónde sos?- pregunta. -De Santiago del Estero…- levanto la mano hacia mi derecha -…y él es de Japón-, se sorprende, lo saluda con una sonrisa, le dice algo que el japonés no entiende y se activa. Me acerco más, me sincero con él; le digo que yo no sabía quién era, pero que una amiga, de casualidad me comentó que él tenía una historia, y yo quería saber si él quería contármela.

-¿Que yo tengo una qué?

-Una historia…-

Nos miramos por primera vez a los ojos. A mi expresión de -entiendo que es doloroso y que seguramente te usaron mil veces, pero de verdad me gustaría tener esta conversación con vos-, me responde

-Si. Tengo una historia-

Reconozco conscientemente que quiero escribir sobre esta experiencia y no quiero garabatear para no perderme nada, pero sé que no tengo la capacidad de retener todo textualmente y le pregunto si puedo grabarlo. Me responde honesta y diplomáticamente que no.

Sonrío incómoda, no me queda otra que concentrarme lo más que puedo sabiendo que voy a hacer explotar mi cerebro. Me siento en el piso mientras me pregunta si soy periodista. -No, soy psicóloga, nada que ver- me dispongo a simplemente tener una conversación con él. Le hago señas a Kazuya para que se acerque y escuche, observo que está más confundido que la gente que pasa y nos mira raro.

-Mi nombre es Santiago Pinetta- saca un papelito impecable cortado a mano (lo cuál me resulta llamativo), y escribe sobre la rodilla con lapicera -…si buscas aquí vas a encontrar toda la información-. Me desilusiono suponiendo que me está echando fly. -Asi que sos psicóloga…- continúa, -…¿sabes quién es Lacan?-. Asiento. -…yo hice un seminario de él en el año (no recuerdo), y me recibí de psicoanalista. Yo soy psicoanalista- afirma con una fresca satisfacción, -después estudié periodismo. Así que soy periodista y psicoanalista, pero no me proyecté el psicoanálisis en la vejez. Así que aquí estoy.

Agradezco la casualidad porque ya no me siento tan ajena. Hago un chiste diciéndole que aún estoy a tiempo, y él se ríe, igual que el japonés, mientras me doy cuenta que ese espacio de Santiago junto a la columna, cuatro metros antes de finalizar el pasillo, es una cuasi burbuja. Una especie de cápsula del tiempo cuya invisibilidad hemos quebrado al sentarnos ahí. La gente que circula mira de reojo, supongo que con algo de curiosidad sobre el hecho de que algo de importancia allí nos reúne. Y sino, ¿por qué habría de ser que una chica joven y un oriental se han sentado junto a un vagabundo que está hace años en el mismo lugar, esperando voluntarioso dinero?

Santiago nos cuenta que también es escritor y poeta, y que hizo traducciones de poesía francesa. Yo agregaría que además, trae consigo ciertas convenciones sociales cuestionables: hace un comentario sobre mi aspecto físico y me pregunta si tengo novio, le digo que no y no me cree, me pide que le conteste en serio, le digo que le estoy contestando en serio…

-Bueno, entonces te voy a hacer un regalo; te voy a recitar una poesía. Si quieres, esto si puedes grabar.-

Me siento como esos japoneses que se sacan fotos con celebridades sin saber quiénes son, pero asumo que estoy contenta; a pesar de rumear el hecho de que el primer sacudón que dio Santiago, fue pegarme en el centro de los prejuicios y de la indiferencia social. Alisto el teléfono dispuesta a registrar absolutamente todo, mientras él interroga a Kazuya sobre a qué ciudad de Japón pertenece. Después le pregunta si vio la película Hiroshima mon amour. Pero entre el poco español del ponja, la sordera de Santiago y mi incapacidad de saber si eso tenía que ver con el Menemismo, nos sentía en una conversación de locos.

Relata que durante el Festival de Mar del Plata del año “siete tres” se enamoraron con la actriz francesa de esa película y vivieron juntos diez días, pero que sin embargo él ahora estaba aquí, sintiendo que cuando se opere la vista va a ser joven de nuevo. Se toma su tiempo antes de continuar, recita su traducción del poema de William Shakespeare, Ricardo III y al palo, un poema que escribió Arthur Rimbaud, (a quién considera uno de los más grandes poetas de la humanidad) a los 15 años, llamado Sensation. Recita en francés con teatralidad, después la traducción. Nos quedamos los tres en silencio.

Aunque la interacción parece haber alcanzado su clímax no quiero irme sin antes volver a intentar obtener la respuesta pendiente, y le pregunto nuevamente si quisiera contarnos porqué está ahí.

Empieza a hablar con la misma tranquilidad con que había mantenido todo el diálogo inicial. Se toma su tiempo para recordar, hace pausas, se traba de vez en cuando, se corrige… la voz le tiembla con las propiedades de la vejez, pero sin embargo exhibe una lucidez destacable en su discurso.

-Estoy aquí porque yo, siendo jefe de noticiero en Radio Mitre por los años… más o menos por el año 1950 (han pasado unos cuantos), me venía a buscar gente del Banco de la Nación Argentina y me dijeron que había un complot de IBM (que es una empresa norteamericana que se dedica a la computación -International Business Machines-) y los directores del banco, para dejar el banco en manos de IBM.

El Banco de la Nación tiene 120 sucursales, varias en Santiago del Estero, y 20 sucursales en el exterior. Bueno, yo me dediqué a investigar eso, dejé todo y escribí un libro que se llamó “La Nación Robada” y lo presenté a la Justicia Federal. El fiscal federal me dijo “mirá, este libro llevateló, lleváte la denuncia porque a vos te van a matar” y yo le dije que no, “a éste libro lo dejo acá”. Lo dejé ahí, y efectivamente el libro se distribuyó. Lo compró sobre todo el Servicio de Información del Estado de Menem, pero no pudieron evitar el enorme escándalo que se armó con los directores, tanto del Banco de la Nación como de IBM.

Sin embargo, el poder de IBM es tan grande, que en 6-7 años, logró que ese juicio se fuera a pique. Llegaron a un acuerdo y resultó un solo condenado a 3 años, cuando ése era un delito de asociación ilícita etc. etc. Y la venganza de Menem y Cavallo fue, en primer lugar, 4 atentados. El primero de ellos fue con un auto del Servicio de Informaciones de Menem, por el cuál estuve internado 8 meses en el Sanatorio Colegiales de Capital.

Después me destrozaron la cara con un puño de hierro, por lo cual tuve que hipotecar mi departamento que era una preciosidad, y después no pude levantar la hipoteca y me quedé sin casa. Ése es uno de los motivos por los cuáles me ves acá, y después dos atentados más de menor rango. Y bueno, ninguna empresa me quiso dar… es tanta la influencia de IBM en este país, que nadie me quiso dar trabajo.

Con lo cual llego a esta edad con la jubilación mínima que es una miseria, que apenas me alcanza para comprar remedios, porque tuve un infarto y una operación by-pass etc. etc. etc. menos mal que tuve la suerte de tener una compañera que hace 20 años que está conmigo que se llama Sonia, bueno, y aquí estoy esperando alguna novedad que tal vez venga del mismo Banco Nación, del nuevo directorio, para poder salir ¿no?, de este estado de príncipe y mendigo, que es lo que soy realmente ¿no?, para hacer una figura sintética: Santiago Pinetta es un príncipe y un mendigo.

Se ríe abiertamente, pero me deja una sensación angustiante. Le correspondo a la broma lo mejor que puedo.

-Pero como la fe mueve las montañas no me rindo y espero el año que viene ya estar en otras condiciones. Es lo que creo yo.

-Y teniendo vos ese espacio donde te relacionabas con mucha gente del ambiente, ¿ninguno se acercó a darte una mano?

-Recién después de 20 años varios canales de televisión, comenzando por América 24, después TN de canal 13 y después los diarios, se ocuparon del tema. Inclusive salió un artículo en el diario La Nación, pusieron un título “Santiago Pinetta en búsqueda de la verdad”, toda la página, y hasta llegaron a compararme con Miguel de Unamuno. Pero a todo esto… las palabras se las lleva el viento. Todo eso muy lindo, pero yo sigo acá.

Nadie me dijo: bueno Pinetta acá tiene un departamento, acá tiene una casa, acá tiene un trabajo, no; me estoy buscando yo una salida que, tal vez sea este directorio del Banco Nación, que es nuevo; que me dé una solución práctica, con lo cual volver a escribir, y volveré no solo a escribir en el diario sino también a escribir poemas, etc.; aunque yo escribo en mi cerebro, en algún momento volveré a usar la computadora y las cosas estarán escritas en papel. Esa es la síntesis que te puedo dar Belén.

-Bueno te cuento, yo estoy bastante desinformada, de chica nunca he sido de interesarme mucho por la política, ni de leer los diarios, y tampoco era de ver mucha televisión; yo estoy ahora con un grupo de amigos que estudian periodismo en Santiago del estero y la verdad que es un grupo bastante preocupado por la cuestión social, derechos humanos y demás, yo psicóloga, de otro palo, me incorpore porque también me gusta escribir poemas y esas cosas…

-Vos no haces política…

-No no, nada que ver, ni siquiera soy periodista, no tengo nada que ver, por eso no tenía idea de cómo hacerte una entrevista ¿sí?, lo que si sé, es que cuando pasamos por acá y mi amiga me comenta quién eras vos, ahí yo sé que es una historia sobre la que me gustaría escribir…

-De mi se han ocupado gente de prensa de acá del país y del exterior, pero nadie me dio una solución. La que me estaba por dar una solución y se murió, fue Amalita Fortabat, justo cuando estaba por encarar mi caso, porque ella tenía una fundación que todavía existe. La maneja la hija que es una gorda horrorosa, obesa, que no le interesa hacer nada por nadie, pero si le interesa seguir conservando la Fundación Fortabat, que era el rey del cemento; pero eso pasó.

Intercambiamos un par de informalidades que no vienen al caso, pero le pregunto de qué hora a qué hora está todos los días ahí.

-No, yo no vengo todos los días. Tres veces más o menos. Con tres veces consigo lo necesario para poder sobrevivir. Hoy por ejemplo me vine a buscar a mi mujer a eso de las seis y media más o menos. Yo vivo cerca de acá, a siete cuadras, vivo en un sótano, eso es para que tengas idea de lo que puede pasar también en la Argentina con un periodista y escritor. La gente es muy hipócrita, es muy difícil llegar a cosas reales. Pero seguiré luchando Belén.

-¿Cómo te puedo ayudar?

-Bueno, yo creo que la Fundación del Banco de la Nación Argentina va a hacer algo serio. Me hicieron varias entrevistas, ya creo que me voy a operar la vista y creo que las cosas van a cambiar.

-¿Cuántos años tienes vos?

-84

-¿Y hace cuanto tiempo que estas aquí?

-Y… el desastre empezó hace un cuarto de siglo. Cada vez se va haciendo peor. Pero yo soy de acuerdo a lo que dice el poeta Almafuerte, es un poeta a quien Jorge Luis Borges admiraba, y Almafuerte tiene un soneto que dice: “lo fundamental es que no te rindas ni aún rendido”. No te rindas. Bueno, ese es mi estado espiritual. No me rindo. Por eso es muy importante para seguir viviendo que yo me acuerde de todo lo que me enseñaron mis padres. Porque recordar poemas, por ejemplo, de grandes escritores, hace mucho bien ¿no?. Como diría otro escritor francés: «El viento se levanta, hay que asumir la vida. El viento abre tu libro y lo cierra en seguida». Esa es la situación. Me alegró mucho haberte conocido.

-Gracias por tu tiempo…

-No, el tiempo está para esto.

Se acerca una señora que estaba mirándonos hace rato. -Estoy escuchando porque me encanta lo que escuché. Me encanta. Así que usted es escritor…

Santiago no responde, así que le digo que es fundamentalmente periodista.

-Ahh, periodista como mi hijo. Mi hijo se está por recibir de periodista, ¡mirá qué casualidad!.

Santiago se activa con algo de arrogancia, calculo que tiene que ver con la remembranza de ese pasado turbulento.

–Bueno, pero el periodismo es una carrera que más bién se desarrolla con la praxis. No podemos decir… En realidad no se puede decir “me recibí de periodista” o “me recibí de escritor”. Hay que trabajar y producir hechos de los que uno pueda decir “bueno, esta realidad cambió porque yo, como periodista, me ocupé de que cambiara”.

Y este poema que yo hago servirá para abrir el cerebro de mucha gente, pero soy demasiado, tal vez egoísta, como para ponerme a recitar poemas míos, ¿no?. Creo que lo mejor que yo escribí es Adán y Eva, que es la historia dentro de un poema de la humanidad.

La historia de los hombres y las mujeres en el planeta sigue siendo un misterio. No se sabe bién que ocurrió en ese triángulo de Asia menor circunvalada por los ríos Tigris y Éufrates; los antropólogos como Charles Darwin, dijeron que en realidad, en un comienzo el hombre creado por dios era un orangután, y que en un amanecer el orangután dejó de ser cuadrúpedo para levantarse y ser bípedo. Después viene toda la historia del nuevo testamento, de Adán y Eva, Caín y Abel… llegamos a la figura de cristo y el mundo sigue andando. Es un mundo muy raro en el que vivimos, como decía el filósofo Hegel: “no todo lo que existe es real”. Y si nosotros existimos y no somos reales… que preguntita ¿eh? (…) Si uno cree que algo es así, es así.

Entonces, los seres humanos que tienen algo en la cabeza pueden avanzar en la vida debido a sus convicciones con bastante resolución. Con bastante seguridad, la Argentina es un tembladeral; nosotros no vivimos en Europa, y aunque ahora Europa está soportando cosas enormes como el terrorismo y esas cosas, a nosotros en Argentina nos falta mucho para llegar a ser una nación civilizada.

Tocamos otra diversidad de temas que no vienen al caso. Le agradezco con promesa de recibirlo en Santiago, y mientras nos limpiamos los pantalones nos sacamos un par de fotos. Me pide verlas y dice que están lindas, sobre todo la que le sacamos solo a él. Sonríe cálido y distendido como no había sido al principio. Creo que encubría algo de precaución.

Nos alejamos por el pasillo movilizado. Seguimos el ritmo mientras él queda atrás sumido en su burbuja de soledad y pensamientos. Volviendo a ser invisible.

Mi amiga me pregunta cómo nos fue, y si sabe Kazuya sobre la situación de corrupción presidencial. Me cuestiono las formas en que podría entablar esa explicación sin subsumirme en la vergüenza. Los escándalos de corrupción en Japón derivan en la caída de popularidad de los gobiernos, la derrota electoral irreversible, el suicidio. Asumen la responsabilidad por una cuestión de honor. Los acusados tras escándalos de corrupción dimiten “entre lágrimas” de su gestión, ya que el sistema promueve el abandono de los cargos en pos de dar lugar a nuevos candidatos.

Entonces, ¿cómo explicar que un presidente argentino fue reelecto, con ya denuncias de irregularidades, omisiones y casos de corrupción durante su primer mandato, y posteriormente, en una tercera candidatura presidencial, obtuvo a favor 4.740.907 votos?, ¿y que éste hombre en desamparo de los derechos humanos, había sido víctima de un sistema que pretendió admitir con impunidad negociaciones ilícitas y malversación de fondos públicos por parte de organismos del estado, bajo la tutela silenciosa de quién constitucionalmente se supone, “…debe desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación Argentina y observar y hacer observar fielmente la Constitución…”?. Y como todo tiene que ver con todo, vuelvo a mi reflexión inicial: no importa cuánto ensucie, el argentino sabe que siempre alguien de más abajo lo habrá de limpiar. Así que lo que papá permite, lo vamos desplazando hasta los ámbitos más pequeños donde se juegan relaciones de poder. Y papá ensucia el piso; y nos enseña a esconder la basurita debajo de la alfombra; pero la alfombra se levanta, y se escapa la basura; y así me voy en delirios metafóricos que me comen la cabeza…

Kazuya me mira, yo le correspondo silenciosamente por un momento, y luego de evaluar la dificultad, le prometo con una sonrisa incómoda que cuando maneje español fluido vamos a tener esa conversación.

 

 

 

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