#Edición9

La calor

3 Minutos de lectura

Soria y Obes

En las orillas de la primavera, mediando noviembre, los rayos UV descienden con bríos sobre la castigada tierra. Tenemos de qué ufanarnos: en Sumampa hacen 49°, más que los registros de toda Catamarca y La Rioja y aún quedan un par de horas para batir ése récord. Así ocurre todos los años, y antes también: en invierno Termas puede mostrar casi 40° para sorpresa del turismo, y en otoño es lo mismo -salvo por el viento que muestra el esqueleto de un paisaje ya despojado. -Es historia el huevo frito-hervido-cocido en el asfalto de Loreto, a más de 55°, una siesta de un verano cualquiera.

La ventaja competitiva de la provincia es el calor, un dato exterior del que pudimos forjar una identidad potente e insoslayable -¿hay santiagueño que se resista a preguntar por el calor y en el mismo envite, variando la entonación, fulmine con una queja tremendista y resignada, esa frase de la inmanencia física?

Las letras del folclore pasan por alto el clima, la poesía se aferra a las condiciones vitales del verano, a la idiosincrasia de la estación en el campo, con suerte reviven mitos donde el calor es un fondo sobrentendido. Ni el albur de los festivales choca con la referencia, más bien la elude con la profilaxis de las reposeras y los porrones helados, y la larga lista de artistas que cantan hasta el amanecer.

Todavía hay libres pensadores que reinterpretan la maldición del fraile Solano en su paso por estas tierras. Para ellos, nuestros naturales eran palurdos bravos para el trabajo, sino no se explica el vigor de las factorías esclavistas que eran las encomiendas. Fueron los efectos de los rayos solares sobre la calva del religioso los que dictaron su destierro. Las palabras existieron pero en forma de alucinación, un brote discursivo de un cura amigo de los indios, demente por la insolación, pateando por el Camino del Inca en dirección incierta.

Sin comparaciones la existencia de los complejos es imposible, es igual a que se pusiera el sol y la noche indistinta se cerrara sobre las cabezas. Necesitamos orbitar alrededor del sol y sentir que nosotros más que otros pueblos nos acercamos a la fuente. Porque la estrella nos elige en ese panteísmo geográfico que nos convierte en laboratorio del infierno, en depositarios de una calamidad sin fuga, sin atenuantes.

El desierto africano con su amplitud térmica, el vergel israelí sobre un vasto desierto que los conmina y los recrudece, Las Vegas, otro páramo devenido en casino global, una obra de ingeniería capitalista que niega el poder de la naturaleza. En todos los casos el efecto agresivo del calor es remontado desde otro lugar: la latitud, la distancia al mar, la cercanía de un cerro: una determinación física que compensa el rigor del verano con estaciones de contrastes nítidos, y dentro del estío, el alivio de la brisa fresca por las noches y las precipitaciones.

Ya es leyenda el pirotécnico llegado al interior que abrió el cielo a bombazos para que lloviera. Por supuesto era un forastero experto en explosivos que después de operar el milagro, del que no pudo abusar por cuestiones de costo, quedó como brujo malo, aliado a los dueños de las tierras, sin respeto por la providencia ni por el calendario de celebraciones. (Ambrose Bierce también conocía la anécdota).

La mentalidad de secano siente orgullo en sobrevivir a la inclemencia del tiempo. Un orgullo siniestro en tomarle la temperatura al sol por fuera del reloj oficial y divulgarlo como una prueba científica.

Cada vehículo en la ciudad emite su parte metereológico y lo replica en las redes para el diagrama de cotizaciones. En el mercado negro las fluctuaciones son al alta: los servicios del Estado imantan las agujas y duermen los sensores para que los registros no alcancen niveles de pánico social. Esto se sabe, y con todo la provincia ya fue coronada varias veces la región más caliente del planeta.

El trillado yunque que los poetas citan a mansalva es esta tierra y todo lo plantado sobre ella. Y a eso hay que sumarle el doblez de vivir los atributos del calor -naturales- como una fuerza cultural del pueblo.

Textos relacionados
#Edición9

Somos la Palabra

1 Minutos de lectura
Por Leonardo Salomón. Somos peregrinos en exilio durante la fuga de la palabra en exploración de nuestra verdad, y persiguiendo el sabor del…
#Edición9

Un Jardín Diferente, Waldorf.

8 Minutos de lectura
“Cuando un niño puede relacionar lo que aprende con sus propias experiencias su interés vital se despierta,   su memoria se activa y…
#Edición9#Provincia

Ellas somos todas

3 Minutos de lectura
Por Marianella Lezama Hid y María Figueroa Paz. Nancy Lastra tenía 33 años y fue acuchillada y quemada junto a sus 4 hijes. El…
Suscribite a nuestras novedades

Prometemos no hacer spam ;)