Por Leonardo Salomón.
Ellos son así, los silenciados de la sociedad,
los escondidos bajo la alfombra de la ley.
Pareciera ser más lógico encerrar a «los que tienen problemas», para que el resto no los vea y se contagie.
Sería mas sencillo enjaular giles, dejando pulcra las calles de enfermos.
A ellos se los castiga así, por hacer mal uso de su libertad de acción. Presos de prejuicios de los otros y de sus mentes.
A ellos se los mira mal, pero no se les cuestiona a cerca de su padecer.
Una sociedad que señala con la misma mano que consume, marcando siempre el «error» ajeno.
Así son ellos, síntomas de una cultura herida que paga con el cuerpo el sacrificio de nacer en el márgen.
Al extremo de los que mantienen su dependencia invisible de crusifixiones,
en un sistema que sanciona al que padece y premia al que hurta.
Los excluídos asumen así la función estigmatizante que se les asigna, recurriendo al sostén alternativo de sus necesidades.
Una válvula de escape, eso que los distraiga y amortigüe el flajelo de estar vivos y de ubicarse en el limbo entre su padecer y los que los señalan.
Ellos son así, los que hacen «lo que no se debería hacer», tan culpables como víctimas de los que negocian con lo legal.