#Notas

La máquina del tiempo de Spielberg

3 Minutos de lectura

Por Nicolás Adet Larcher

Cuando hablamos de Steven Spielberg, se nos vienen dos cosas a la cabeza: los Blockbusters y la industria del entretenimiento concebida a partir del cine de aventura. Y claro, la fantasía, considerada un género importante, sacada del lugar menor en el que había estado por muchos años. Junto con George Lucas, Spielberg fue uno otro de los directores que contribuyó a que hoy el cine sea lo que es, una monstruo de neón de múltiples cabezas, con sus males y sus virtudes.

Spielberg es la referencia más clara del cine de aventura, es la esencia del cine de los ochenta y uno de los creadores de la nostalgia proyectada que hoy nos invade en producciones de Netflix y otras plataformas digitales. Por eso, mientras todos apelaban a esa emoción ochentosa para filmar nuevas series y películas, no es extraño que Spielberg también haya decidido sumarse a esa ola y sacar a relucir todo su arsenal de narrador de grandes historias en una nueva película. Por supuesto, pasando con una aplanadora por encima de todos los demás.

En el siglo XVII, la palabra nostalgia hacía referencia al padecimiento de los mercenarios suizos que en medio de sus largas travesías en el mar pensaban en su país. La moral se les desdibujaba y aparecían problemas como la anorexia o el suicidio. Hoy, la nostalgia entendida en esa inmersión en la cultura pop ya no pasa por el dolor del desplazamiento del espacio, sino que está aferrada al tiempo. No hay geografías presentes. Existir en el tiempo es un exilio infinito, interminable y es entender que el tiempo hiere todas las totalidades, que ninguna totalidad puede ser restaurada a su orden original, que los sueños conservadores son apenas chispazos de ilusión que refusilan cada tanto en el cielo de lo perdido.

En Ready Player One no importa si la historia se parece al libro de Ernest Cline (2011), no importa cuantas cosas faltan y cuántas sobran. Spielberg busca deliberadamente que el guión de la película vaya por otro camino en donde se pueda dar un mejor lugar a los efectos visuales. Una interpretación libre muy bien exprimida y, podemos decir, la primera adaptación del cine de videojuegos que verdaderamente funciona.

Para resumir, la historia es así:

Estamos en Estados Unidos en 2045. El mundo es una mierda, hay escasez de todo, un gran número de marginados y viviendas en medio de montañas y montañas de basura. En esa realidad, existe un juego llamado “Oasis”, creado por dos nerds (al mejor estilo fundacional de Apple) que le permite a la gente “escapar” de la realidad horrible en la que viven. En ese mundo virtual, crean sus propios personajes y viven en un mundo invadido por referencias a películas, series, libros, videojuegos y música.

Ready Player One podría considerarse una película para Millennials y Centennials, por sus efectos visuales (nunca vistos de esta forma en el cine), los elementos de realidad virtual, la velocidad en la que suceden las cosas y las dinámicas de los videojuegos, pero también Spielberg da un lugar para esas generaciones que crecieron al calor de los ochenta y los noventa.

Hay una mezcla entre futuro y nostalgia que sorprende y que puede llegar a abrir muchas interpretaciones respecto del público al que está dirigido la película. Hay referencias a la cultura pop, algunas muy sutiles (solo aptas para cinéfilos) y otras muy reseñadas, para ser entendidas por cualquier espectador.

La película logra su esplendor en un extraordinario homenaje de Spielberg a Stanley Kubrick a través de una secuencia sumergida en el mundo de The Shining que conmueve por su atrevimiento, su exactitud y el desplazamiento hacia otro horizonte dentro de la lógica de la propia película de Kubrick.

Un espectador atento podrá entretenerse buscando referencias a Mortal Kombat, Chucky, Godzilla, King Kong, Las Tortugas Ninja, El gigante de hierro, Fiebre de Sábado por la Noche, Thriller de Michael Jackson, Duran Duran, Jurassic Park, Volver al Futuro, Street Fighter y muchos personajes que confluyen en un relato guiado por la cámara de Spielberg.

Es cierto que el guión de la película carece de complejidad. Pero también es cierto que no la necesita. La lógica de los videojuegos de los ochenta (que parecían simples a primera vista) oculta una complejidad que la propia película retoma. Hasta lo más simple esconde algo complejo. Ya lo pensaban desde Atari a fines de los setenta con la introducción del primer Easter Egg de la historia de los videojuegos. Por eso Ready Player One no necesita de un gran guión, ni de una gran construcción de los personajes. Funciona desde otro lugar, como una máquina del tiempo. Es volver a las marquesinas luminosas en la vereda de los cines que no estaban ocultos en shoppings y patios de comida, volver a las habitaciones de cuando eramos niños, con cartuchos de juegos apilados a un costado en interacciones de personajes armados a 8 bits. Es sentir de nuevo lo analógico desde un presente de retromanía. Es revivir la electricidad de las aventuras, la amistad, las remeras de Star Wars y los pochoclos derramados sobre las butacas.

Es puro emoción.

Y al final de cuentas, el cine es eso.

 

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