#Entrevistas

Letras desde el barrio

7 Minutos de lectura

Por Nicolás Adet Larcher. 

En abril de 2013, una luz cruzó el cielo de Santiago del Estero cerca de las tres de la madrugada. Por unos segundos se hizo de día. Las cámaras de seguridad de varios puntos de la ciudad registraron el bólido, el instante de luz, la oscuridad y el desconcierto de los automovilistas. Frenadas en medio de la calle, de golpe. Las personas se bajaron de los autos y miraron al cielo. “Era una bola de fuego” dijeron unos vecinos a los diarios. Esa noche, nadando entre los oleajes de luz y oscuridad, Natali Monte tenía 21 años y estaba reunida con un grupo de amigos en una casa de un barrio de la capital de Santiago. Habían llegado desde Catamarca dos amigos que tenían un proyecto de rap llamado Kactus, y se habían puesto a escribir canciones con una temática libre, de cuatro estrofas. Un juego que parecía no tener el objetivo de terminar en canciones. Parecía que iban a quedarse en las hojas. Natali escribía poesía y le gustaba cantar, pero nunca cantaba producciones propias. Nunca había rapeado frente a otras personas. Cuando terminó de escribir, sus amigos la miraron y le dijeron “ahora tienes que grabar”.

– Hoy en día escucho eso y es muy loco. La canción se llama El camino elegido, la veo como un mapa – dice.

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Hace más de treinta años, el rap pertenecía al universo de la comunidad negra norteamericana. Nacido en el Bronx, de las entrañas de New York, los espectáculos eran cerrados, en casas y lugares ocasionales de reuniones entre amigos. Entre el ruido de las discotecas donde se traficaban discos hacia los Djs para que sonaran en las noches, deambulaban los sampleos salpicados entre raperos, los parches de otras canciones, el termómetro del flow en las calles, los desafíos entre el vapor de las alcantarillas. Una posmodernidad lírica que se hizo presente en letras verborrágicas y luego despertó pasiones entre el público blanco. El escritor David Foster Wallace se largó a escribir Signifying Rappers: Rap and Race in the Urban Present traducido como El rap explicado a los blancos en su versión en español, como una manera de intentar comprender el fenómeno. Era lo único que se podía escuchar, decía. Era el primer género desde el Jazz en plantear reglas claras, decía.

Con los años, entre los ochenta y los noventa, las variantes dentro del rap fueron mutando y se crearon subgéneros. Se establecieron, por lo menos, dos tipos de rap. El rap serio, de pandillas, de letras sociales, políticas, de violencia policial, de los barrios bajos y del racismo. El rap más volátil, de bailes, autos, lujos y egos en disputa desde espacios brillosos. Las fusiones entre los dos estilos. La aparición de los primeros raperos blancos. El boom de la cultura del Hip Hop en el mercado de la música, y hasta del cine. La aparición de Eminem, el rapero blanco por definición que trajo seguidores nuevos sobre el final de los noventa. Ganador del primer Oscar a una canción de rap en la historia por su banda de sonido en 8 Mile, la película que lo tenía como protagonista y que mostraba las batallas de improvisación propias del mundo del rap. Competencias donde los adversarios se miden en pocos minutos, se pelean con rimas y uno se alza como el ganador para pasar a la próxima ronda.

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A principios de la década del 2000, Natali estaba sentada frente a una pantalla mirando a Eminem sobre un escenario con una camiseta blanca y un ojo morado. Al frente, Papa Doc, el último rival de una competencia de improvisación en la película 8 Mile. Eminem se lanza a rapear primero y quiebra la escena cuando anticipa todo lo que Papa Doc va a decir sobre él: this guy ain’t no motherfucking MC/I know everything he’s ‘bout to say against me. El rapero blanco le roba el libreto. El público grita, levanta las manos, ovaciona a Eminem. Natali mira y piensa:

– Qué flash ese mundo, subirte a un escenario y ponerte a improvisar, a competir. A decir.

«De chica pensaba que Santiago era solamente bombo y guitarra», dice Natali. De familia cercana al folklore tradicional, ella reconoce que le gusta el género, pero aclara: “no me gusta el folklore machista. Ese del rancho y la paisana esperando a su chango”. De chica su lugar era ajeno al rap y lo fue encontrando de a poco, entre los lazos tejidos por el Bronx, Latinoamérica y su barrio. Ese lugar lejano al norte desde donde sonaba la música de Eminem fue adaptándose más a ella cuando descubrió a otros referentes latinoamericanos como Calle 13, Sara Hebe o el rapero venezolano Canserbero, un joven que falleció a los 26 años en el 2015 en una escena confusa en la que cayó desde un décimo piso. Esa aproximación, desde lo global a lo local, la llevó a escuchar a raperos santiagueños que no conocía.

– Tengo un enfoque más político, más social, aunque tampoco deja de ser rap político cualquier cosa que hagamos. Al hablar de lo que nos pasa ya estamos nombrando todo lo que está pasando alrededor – dice.

Natali forma parte de la PLD (Plaza Libertad) Crew desde hace unos seis años. Cuenta, el lugar de encuentro de los primeros raperos en Santiago fue ahí, en esa plaza ubicada en el corazón del microcentro santiagueño. La PLD Crew está formada no solo por raperos, también hay Djs, graffiteros y B-boys. Hoy en día hay muchos chicos que están conociendo la movida del Hip Hop, dice. En un comienzo, las primeras ideas eran las de armar competencias en la Plaza San Martín. Se llamaban Verborrabia. Estaba enfocada en los más chicos, para que se sumaran a la movida rapera. A unos años de esa experiencia, hoy la Plaza Libertad sigue siendo un territorio apropiado por skaters, chicos y chicas que se juntan a bailar, a escuchar, rap, funk y trap en parlantes con bluetooth, hay movidas en los barrios, en patios con paredes de ladrillos, batallas barriales filmadas con celulares y subidas a YouTube, Instagram y Facebook. La rueda sigue girando.

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El rap se ocupa de cosas que están dadas por hechas, que uno puede dar por sentado, ponele, las canciones de amor que siempre te hablan de un modo más simple sobre todo, dice Natali. Desde Venezuela, Canserbero había escrito una canción que se llamaba cuando vayas conmigo que hablaba sobre los celos y coloca un determinado énfasis en creer que uno puede tomar al otro como propiedad.

¿El rap es un ambiente de hombres?

– Ahora ya no, en un principio sí, sí lo era. El rap siempre ha hecho alusión al varón, en el Bronx era como un juego varonil de gangsters, de competencia. Pero hoy el rap tiene otro mensaje, aunque puedes encontrar varios estilos. Por suerte hay muchas raperas que son referentes. En Santiago hay raperas muy buenas.

Su disco se llama Orígenes, en la portada aparece Frida Kahlo con un pañuelo de una bandera Wiphala, un símbolo de los pueblos originarios. La obra pertenece a un pintor zapatista mexicano llamado Gustavo Chávez Pavón, quién le cedió la posibilidad de usar la pintura para el disco. De los orígenes no se olvida, dice Natali, y lo remarca. En el disco hay dos temas que son personales, uno se llama Agua y me explica que es sobre el amor, porque el amor no tiene forma. Como el agua, fluye. Pero en los otros temas, el enfoque pasa por lo que ve en el barrio, en los alrededores, en las injusticias, la violencia policial, la indiferencia política.

– La chacarera te devuelve un poco de ánimo, pero también tapa otras cosas. Hoy en día no se puede cantar lo que se cantaba antes, los tiempos son otros. Como decía Jacinto, ya no podemos seguir cantando de una manera dulce y verle el lado romántico a toda la pobreza.

Su derivación hacia el rap, sin embargo, no la hizo abandonar ese gusto por el folklore, y por su propia perspectiva. Un día, un amigo le regaló una base que era un ritmo de chacarera con un sample de Atahualpa Yupanqui. Esa base la he tenido mucho tiempo guardada, me dice, yo decía, lo que escriba en esa base tiene que ser algo que yo verdaderamente diga “esto es”. Un día, cuenta, ve en el noticiero una nota sobre los gobiernos del norte con el zócalo de “feudales” y dice, a la mierda, tanta pobreza que se sigue disfrazando de cumpleaños, que tiene que ver con un martirio, con una espada, una conquista que tiene a muchos aborígenes muertos.

– Imaginate que el ritmo de chacarera no es el mismo que el del rap – explica, mientras golpea los dedos sobre la mesa y usa la boca para complementar el ritmo.

La canción se llama Del Estero y junto con La del Barrio aparecen como los hits del disco Orígenes, con líricas cercanas, con temas locales y palpables para Santiago. Desde lo histórico a lo presente.

– Yo soy del Barrio Alberdi, ahí cerca del Pacará. Y de ahí nació la canción La del Barrio donde, con mucho respeto, hablo de lo que pasó en la masacre del penal. Esa canción nació el día que dictaron la sentencia a los policías que estaban a cargo del pabellón, fue una vergüenza, porque sabemos que los verdaderos culpables están más arriba. Esto no le quita responsabilidad a los policías, claro.

¿Te inspiras en lo que ves en los medios para escribir?

– No sé, no sé si se puede confiar tanto en los medios. Abres los diarios locales ¿y qué ves?, son flores para los gobiernos de hoy. Y el rap tiene que contar otras cosas.

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