#Edición7

Inteligencia bostera

3 Minutos de lectura

Por Soria y Obes

«El nivel de inteligencia de los santiagueños uno se da cuenta porque son hinchas de Boca».

A esta frase la pondría bajo vigilancia analítica. Macri ya no es presidente de Boca, él más que nadie lo sabe. Nadie niega su boquismo y que de la marca Boca haga lo que pueda para la campaña. Porque Macri está de campaña en territorio Comanche, somos junto al Conurbano los vestigios persistentes del populismo; la grasa que no entró en (al) régimen.

La apelación a la inteligencia de los santiagueños suena a speach de locutor de bailanta, en realidad el fraseo entero que cierra con la invocación al club de los amores (Boca, River o cualquier otro club local), forma parte de las rutinas de un animador popular. ¿Por qué el presidente se privaría de exponer su corazón futbolero en una performance espontánea que nuevamente transita la copulación entre fútbol y política que tantas satisfacciones le ha dado?

El recurso al comentario futbolero Macri lo ha practicado en otras oportunidades -de Tinelli a Angela Merklen, pasando por los desafíos a Ramón Díaz y las chanzas con Llapur- todos sabemos que eso puede ocurrir aunque no sospechemos cuándo. En Añatuya quedó claro que la interpelación a los bosteros genera más adhesiones que hablarle a un páramo electoral dentro de un distrito donde el Frente Cívico conserva su hegemonía.

La expertise de un Presidente criado en el poder, siendo que muchos ignoran o retacean esta evidencia, le permiten trasladar en su secreter retórico una segunda corona -primera en el tiempo- para situaciones de emergencia. La presidencia de Boca Juniors, acaso el puntapié inicial para una carrera pública exitosa, sea el atributo que el postpolítico Mauricio Macri tenga a mano para actualizar su época de outsider: un limbo donde la política era (y es) como un deporte…

La afición xeneize reconoció el halago «despolitizado» del Presidente y no porque conste que la mitad más uno de la provincia pertenezca a Boca; lo importante del piropo fue intentar hacer lazo con las identificaciones más fuertes del imaginario popular (Boca, el fútbol) cuando sus aliados locales boicotean las referencias políticas dominantes.

La inteligencia fue toda de Macri, o de su sombra lúcida: Durán Barba -como insistiría Martín Kohan.

Resistiendo con aguante
Julio Rodríguez publicó ayer en Clarín una reseña de la visita del Presidente Macri a la ciudad de Añatuya, donde contrasta la cordial relación con las autoridades locales y la llamativa abstención por tomar contacto con los candidatos de su propio partido. Allí hace mención a las circunstancias vividas este último lunes en los alrededores de Tribunales por la apoderada de Cambiemos y un actual diputado de la provincia, ofendido por quedar afuera de la lista de legisladores provinciales, por lo que decidió, en un arranque de justicia del hortelano (ni como ni dejo comer), arrebatar documentación relevante y demorar su presentación ante la justicia, que por estos días dirime la cuestión luego que dos fuerzas de la competencia impugnaran la entrega extemporánea de las listas.

Como ocurre en estos casos, la retroalimentación del parte no se hizo esperar en las redes sociales. La querella virtual se centró en las fotografías oficiales del ilustre visitante, posando levemente complacido con su propio séquito junto a la gobernadora, Margarita Barrientos -la estrella del asistencialismo objetivado- y demás funcionarios locales. En ningún caso trascendieron fotos acompañando a los candidatos del espacio en la provincia, o de estos saludando la buena estrella del presidente, lo que motivó comentarios burlándose del desplante y la esmerada evitación de la que hizo gala el primer mandatario.

Mauricio Macri posa junto a los referentes de Cambiemos en Santiago del Estero.

Ello duró hasta que partidarios de Cambiemos subieron a las redes una fotografía con algunos de sus candidatos flanqueando al presidente por derecha e izquierda. Allí se ve a un Macri inexpresivo, más bien a desgano, prestando casi de favor su imágen al proselitismo del equipo santiagueño. El horizonte parte la postal en dos: un llano desangelado con las figuras en primera línea posando, el cielo celeste ocupando el tercio superior del cuadro, las siluetas anónimas de circunstantes, el perfil de un auto gris y los frentes de tres ambulancias siguiendo la escena de emergencia con la troupe de espaldas.

Todo indica que la producción fue resuelta de apuro, una interceptación calculada para desmentir cortocircuitos y contratiempos domésticos.

Unos hablaron de una foto desgarrada mientras los fans de Cambiemos resistieron foto en mano, como esos gestos piadosos con que las clases populares militan su fe iconográfica. El humor popular atento a la inteligencia telúrica que nos endilgó el presidente, desconfió de esta puesta en escena desempatando en este juego de figuritas con una comparación irónica: «Me hace acordar a esas fotos forzadas que les sacan a los parejeros después que ganan las cuadreras. Si no lo rodean y lo sujetan con el tiro corto, no hay pose ni foto posible, el animal estaría a sus anchas sólo que aguantando alegres de a pie».

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