#Notas

Ciudad de grandes corazones: Sebastían, militancia y rock

5 Minutos de lectura

Por Nicolás Adet Larcher y Agustín del Monte

 

– Mi amor, yo me tengo que ir

–¿A dónde?

“A la casa del Chino”, le respondió Sebastián Medina a su novia, Ana. Desde temprano habían estado presentes en la Marcha de los Bombos junto a la familia de Seba y al mediodía él tenía pendiente encontrarse con sus amigos sobre Avenida Belgrano para tomar un colectivo hasta Villa del Carmen. “Me voy a comer un choripan” le dijo sonriendo a Ana, mientras ella le decía que se abrigue y lleve sus pastillas. “Si, llevo”, le dijo y se despidieron. Fue la última vez que se vieron.

Seba tenía prevista esa reunión con sus amigos desde hace unos días. Estaba eufórico ante la espera. Se iban a juntar a comer, iban a quedarse en Villa del Carmen durante todo el día y alrededor de las 19 se iban a ir a Plaza Añoranzas para ver el show de La Renga, que ya había anunciado una nueva visita a la provincia. Tiempo atrás, acompañado por sus amigos, ya había sido testigo de las misas del Indio Solari en Tandil y Mendoza. Seba disfrutaba del Rock, solía cantar en su casa en voz alta mientras tenía la música de fondo, cuando se hacía un lugar entre el trabajo, el estudio y la militancia.

Entre su rol de estudiante y de militante en la agrupación Corriente Peronista – Descamisados, Seba trabajaba en una panadería de la ciudad de La Banda para ganar dinero para su familia. Desde hace unos años, estudiaba en el profesorado de historia en la escuela Centenario, le quedaba muy poco para terminar y el lunes iba a empezar a estudiar para su ultima materia mientras comenzaba la residencia. Le había pedido a Ana que lo espere, que se recibía y se iban a vivir juntos al año siguiente.

Seba había ingresado a la Descamisados hace unos cuatro años, junto a Sara, una de sus compañeras de militancia,“éramos los más nuevos en ese momento”, recuerda. Entre varias actividades, los sábados daban clases de apoyo y pasaban la mañana junto a los hijos de los feriantes de la Avenida Besares para que sus padres pudieran trabajar, llevaban hojas para dibujar, jugaban con los chicos. Ese sábado 16 de julio, había una actividad prevista junto a la agrupación, Seba pidió el día para poder asistir a la Marcha de los Bombos con su familia y luego al recital de La Renga con sus amigos.

A la tarde, mientras iba camino al recital, Ana lo llamó por teléfono. Seba lo atendió con la voz ronca, “me cansé de tanto cantar” le dijo, cuando Ana preguntó por ese detalle. Habían demorado en conseguir un vehículo hasta Plaza Añoranzas, pero ya estaban llegando, “cuando salga, te aviso donde estoy así nos encontramos” le dijo a su novia.

El recital recién empezaba, la banda terminaba de tocar la sexta canción. Seba salía del pogo* central para encontrarse con los suyos en la tribuna. Se puso de pie en una de las butacas de cemento, al lado de Natalia, su amiga. Se miraron y se encontraron cantando un estribillo. Y ese fue el clímax. Allí llegaron a lo más alto las emociones de ese día, de sentirse enamorado, de compartir con amigos los mejores momentos, de saber que con su militancia aportaba para cambiar la realidad de su familia y de quienes lo rodean.  Y para su corazón, irónicamente más grande de los normal, fue demasiado. Se desvaneció sobre las butacas y no tardaron en llevarlo al área destinada a primeros auxilios.  Natalia puso sus dedos debajo del mentón pero ya no encontraba pulso y los paramédicos nada podían hacer, o al menos parecía. La ambulancia llegó al lugar, subió a Seba a una camilla y no dejaron que nadie lo acompañe, a pesar de la insistencia de Natalia.

Desde su nacimiento, Seba padecía problemas cardíacos y durante toda su vida debió tomar la medicación correspondiente para su problema. En los viajes de militancia, sus compañeros lo cuidaban, trataban de evitar que se agite, que se canse. “Él siempre quería ir adelante, con los bombos, pero siempre había un compañero detrás cuidándolo, sin que él se entere porque no queríamos hacerlo sentir débil” dice Sara. La primera vez que muchos supieron de su problema, fue hace unos años, cuando estaba colgando un cartel para las elecciones del Centro de Estudiantes de la Escuela Centenario y se cayó de la escalera. Lo llevaron en una ambulancia hasta el Hospital Regional mientras sus padres llegaban asustados, “ahí me contaron que tenía problemas de corazón”, pero la salud de Seba nunca había llegado a un estado de gravedad considerable.

Mientras Seba era trasladado en la ambulancia, en su casa del barrio Lourdes, en La Banda, sus padres se sentían preocupados, eran más de las 23 y no tenían noticias de su hijo. Rodolfo, intentó comunicarse al celular, pero lo atendió la voz de otra persona: “no, Seba no está. Seba está muerto. Tiene que venir al Regional”. La voz, pertenecía a un policía de la Comisaría Primera.

En el hospital a  Ana no le brindaban información sobre su novio, solo pudo verlo cuando llegaron Rodolfo y Rosa, los padres. Estuvieron esperando hasta que por fin una doctora les leyó el informe. Dijo que Seba “murió por sobredosis”. El desconcierto de su familia era colosal. Seba jamás había consumido otra cosa que no fuera alcohol, debido al tratamiento por su problema cardíaco.

Al mismo tiempo, los medios locales se comunicaban con la policía para obtener información sobre el caso para sus portales digitales. Para redactar las notas, tomaron la versión oficial en boca de los uniformados, Seba había muerto por “sobredosis”, aunque no había autopsia de por medio que diera fe de esa información. Sin embargo, la noticia se viralizó en forma instantánea por las redes sociales.

Al día siguiente, Rodolfo y Rosa iniciaron los trámites para la autopsia mientras Ana visitaba la redacción de uno de los medios para pedir explicaciones sobre una publicación que ya había sido borrada. “Fue un golpe muy fuerte que digan que murió por sobredosis” cuenta Ana, lamentándose frente a la duda sembrada ante una noticia errónea, “¿Por qué no esperaron?, era algo privado, de la familia. Él era una excelente persona”. La autopsia determinó que la verdadera causa del fallecimiento de Seba había sido una arritmia que derivó en una suba de presión y provocó un infarto fulminante. Su corazón tenía el doble del tamaño que debía tener.

Ese sábado 16 de julio, a la mañana, Daniel Luna de 45 años había fallecido en medio de la Marcha de los Bombos a causa de un infarto, unas horas antes que Seba. El tratamiento de los medios para los dos casos fue distinto (en el caso de Luna, se publicó al instante la verdadera causa) y los informes oficiales de la policía provincial, también. Seba fue estigmatizado por asistir a un recital de rock, mientras los medios, la policía y una médica lo señalaban como adicto.

“Fue un golpe muy fuerte” vuelve a decir Ana, y una chacarera suena a sus espaldas. Son las 17 y cae la tarde en la casa de Seba. Es 20 de julio y todos están reunidos en una ronda para recordarlo – guitarra y bombo en mano – en ese lugar donde cada año festejaban el Día del Amigo.

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