#Edición12

Modos de pensar la autonomía provincial

12 Minutos de lectura

Cuando llegan fechas importantes para el calendario provincial, la pregunta inevitable es qué se puede decir de interesante sobre temas en los que la repetición de tópicos suele ser una constante. ¿Hay algo que aún no se haya dicho? Quizás no. Pero vale la pena hacer el intento.

Por Esteban Brizuela y René Galván.

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Sabemos que el 27 de abril de 1820, un grupo de cabildantes con la imprescindible ayuda militar de Juan Felipe Ibarra lograron que esta provincia no dependiera más de Tucumán y pasara a ser autónoma.  Si la historia de emancipación del Río de la Plata comienza el 25 de mayo de 1810, nuestra historia como provincia soberana empieza en 1820. Hasta ahí creo que todos estamos de acuerdo.

Para hablar de la autonomía provincial se suele buscar a historiadores. Está bien, es lógico que así sea. El proceso de autonomía es objeto de estudio de historiadores. Pero el significado de la autonomía, sus alcances, sus incumbencias y su vinculación con el federalismo van más allá de lo que pueda decir un especialista en historia.

Por eso fuimos consultar a través de algunas preguntas disparadoras a cuatro especialistas en diferentes áreas del conocimiento: la filosofía, la economía, los medios de comunicación y, por supuesto, la historia. Las respuestas de Alejandro Auat, Mariano Parnás, Ernesto Picco y María Mercedes Tenti nos desafían a pensar de otros modos la autonomía provincial.

ALEJANDRO AUAT, Dr. en Filosofía, docente de la UNSE, autor de “Hacia una filosofía política situada”.

¿Qué aportes nos puede hacer la filosofía para pensar el concepto de autonomía?

La autonomía es la dimensión positiva de la libertad: es la capacidad para gobernarse a sí mismo, para darse a sí mismo la ley (autós=sí mismo, nomos=ley); a diferencia de la libertad negativa que sería la no dependencia de otro, la in-dependencia. Son dos aspectos relacionados que, en la historia, pueden aparecer como momentos diferentes de un solo proceso: la independencia como condición necesaria aunque no suficiente de la autonomía. La autonomía implica hacerse cargo del propio destino, ser dueño de sí, en otras palabras, ser soberano.

Antes del absolutismo moderno, la soberanía fue pensada por Francisco de Vitoria (teólogo español del siglo XVI que no hay que confundir con el primer obispo de Santiago del Estero) como la condición de la comunicación: se es soberano para la comunicación, no para el aislamiento. Esto significa que podemos pensar la autonomía sin cortar los lazos que nos vinculan a los demás: el problema estará en el tipo de esos lazos, si se establecen en relaciones de dependencia o en relaciones que respeten las soberanías.

«La autonomía es la dimensión positiva de la libertad: es la capacidad para gobernarse a sí mismo, para darse a sí mismo la ley (autós=sí mismo, nomos=ley); a diferencia de la libertad negativa que sería la no dependencia de otro, la in-dependencia.»

Hubo algunos grupos culturales que en el siglo XX se plantearon pensar desde Santiago. ¿Qué desafíos nos plantea hoy esta propuesta de pensar desde nuestro lugar?

Creo que el talante que animó a los pensadores de La Brasa, en particular a Canal Feijóo y a Di Lullo, fue un talante autonomista: para ellos se trataba de demostrar(se) que, pese a la depotenciación por destrucción del bosque o por un proceso constituciónal porteñocéntrico, en Santiago se puede. Se pueden alumbrar empresas que nos pongan nuevamente en posesión integral de nuestro ser, “desde la raíz” (la propiedad de la tierra) “hasta la copa” (las instituciones). Pues no basta la in-dependencia, hay que conquistar la auto-nomía.

¿Este pensar “desde nuestro lugar” puede o debe incluir a la región?

El ‘desde donde’ es una opción que implica asumir no sólo las circunstancias del lugar sino una toma de posición axiológica. Asumir un punto de vista que re-ordena las cosas en un lugar y frente a otros. Los alcances o límites se establecen históricamente según necesidades y posibilidades. En algún momento, el “desde-dónde” fue Santiago frente a Tucumán; en otro, fue Santiago frente a Buenos Aires. Pero también Santiago en el NOA frente a una Argentina pampeanizada. O también, el Mercosur frente al ALCA, o Unasur frente a procesos globalizadores eurocéntricos, el Sur global frente al Norte global. El concepto de ‘región’ es un concepto político, más que geográfico: implica un proyecto de autonomía a escala humana frente a (no contra) otros proyectos con los que entra en relación de comunicación no dependiente.

MARIANO PARNÁS, economista, investigador, docente de la UNSE.

¿Qué significa ser autónomos desde el punto de vista económico? ¿Cuán lejos o cerca estamos de serlo, sobre todo si nos comparamos con otras provincias?

Desde el punto de vista económico, la autonomía de una provincia se puede analizar a través de su capacidad de procurarse sus propios recursos fiscales y de su independencia con respecto a los fondos transferibles desde Nación. En este sentido, el sistema tributario argentino se ha construido de tal forma que el Gobierno Nacional recauda ¾ de los recursos totales, mientras que las provincias y municipios recaudan el ¼ restante (CIPPEC). El grado de autonomía de una provincia dependerá entonces de la recaudación propia y de las transferencias provenientes de Nación, las cuales en mayor proporción son automáticas y en menor cuantía discrecionales (pero importantes en términos absolutos, cerca del 20% del total de transferencias). Santiago del Estero se encuentra lejos de la autonomía fiscal, comparándola con las demás provincias es una de las que menos ingresos propios genera: menos del 15% (IARAF). En este grupo se tiene a la mayoría de las provincias del Noroeste. Existe una fuerte correlación entre el nivel de desarrollo de una provincia y la autonomía fiscal, las asimetrías entre las diferentes jurisdicciones son enormes.

Pensando en 2020, año de la celebración de 200 años de Autonomía ¿qué fortalezas y debilidades tenemos para consolidar una economía provincial autónoma?

Las debilidades son muchas, como resultado de las asimetrías entre las diferentes regiones del país perpetuadas a lo largo de décadas Santiago del Estero posee problemas estructurales. Tanto los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas (Censo-INDEC), de pobreza (EPH-INDEC) y de desarrollo sustentable (ONU), la ubican entre las de peor rendimiento. Existe un círculo vicioso entre menor nivel de desarrollo – menor recaudación propia – menor nivel de desarrollo. La fortaleza es a la vez un desafío: el siglo XXI se ha inaugurado en Santiago del Estero con un cambio en la tendencia negativa de diversos indicadores socioeconómicos (pobreza, empleo, crecimiento, entre otros) pero estas mejoras han encontrado un piso estructural hasta ahora impenetrable.

¿El federalismo fiscal es una cuenta pendiente de la Argentina?

Totalmente. Dentro de las reformas estructurales que el país necesita, la transformación del sistema tributario resulta fundamental. Por un lado, es necesario eliminar o limitar fuertemente las transferencias discrecionales desde Nación, ya que, aunque dicho instrumento esté pensado para atender emergencias en el corto plazo (ante catástrofes naturales o desbarajustes financieros), en los hechos es utilizado por el gobierno de turno para favorecer a las provincias gobernadas por el oficialismo o cómo herramienta para negociar con los gobernadores opositores. La Rioja fue la gran favorecida bajo el gobierno de Carlos Menem, con Néstor y Cristina Kirchner la atención pasó a Santa Cruz y con Mauricio Macri el grueso de estos beneficios se destina a Jujuy y Mendoza. Por otro lado, las transferencias automáticas deberían reverse para otorgarle mayor progresividad al sistema, favoreciendo a las provincias más rezagadas (incluyendo controles que garanticen el uso eficiente de los recursos), con miras a romper el círculo vicioso de la pobreza. Asimismo, deben replicarse estos cambios en la distribución de los recursos a nivel municipal, ya que los vicios de la relación Nación-Provincias también aparecen a nivel Provincia-Municipios.

«las transferencias automáticas deberían reverse para otorgarle mayor progresividad al sistema, favoreciendo a las provincias más rezagadas (incluyendo controles que garanticen el uso eficiente de los recursos), con miras a romper el círculo vicioso de la pobreza. Asimismo, deben replicarse estos cambios en la distribución de los recursos a nivel municipal, ya que los vicios de la relación Nación-Provincias también aparecen a nivel Provincia-Municipios.»

ERNESTO PICCO: Dr. en Ciencias Sociales, comunicador, docente de la UNSE y UCSE, conductor de Agenda Propia (Radio Universidad, 92.9) 

¿Cuál es la importancia de pensar el federalismo vinculado a los medios de comunicación? ¿Qué diferencias podemos encontrar entre Buenos Aires y las provincias?

Pensar el federalismo en relación a los sistemas de medios es importante porque nos permite problematizar los modos y los lugares de producción simbólica acerca de lo nacional y lo local. Si pensamos en Buenos Aires como el lugar institucional y simbólico donde se concentran las decisiones y las producciones de sentido de lo nacional, hay que marcar tres diferencias entre ese espacio y el de las provincias en materia comunicacional.

La primera es que la mayor parte de lo que se ve, lee y escucha en las provincias se produce fuera de ellas. La desventaja de la capacidad productiva del interior en relación con Buenos Aires es la primera diferencia. Cuando la televisión se ha impuesto –por su inmediatez y ubicuidad– como el medio que marca la agenda y los discursos que disputan los relatos dominantes sobre la realidad, tenemos, en el interior argentino, 45 canales locales de aire. Sin embargo, en cada provincia se ven solo los propios y ni se sabe de la existencia del resto. A esto se suma que hay catorce provincias argentinas que tienen un solo canal de televisión por aire, marcando un importante grado de concentración. Esos canales locales están perdidos en las grillas de cable entre más de un centenar de señales de Buenos Aires o del exterior. Y en los canales provinciales, la producción local sigue siendo muy minoritaria en la mayoría de las localidades. Esta es una de las causas de que en las provincias se produzca poco material, de circulación restringida y sin márgenes significativos de rentabilidad.

Esa pequeña porción de contenido local tiene también sus características particulares. Un relevamiento realizado en 2013 por el Sistema de Información Cultural Argentino (SINCA) indica que, en los canales de provincias, un 51% de los contenidos son del género informativo, el 23% de interés general, el 7% periodístico, el 19% restante se reparte entre los géneros de entretenimiento, musical, religioso y “otros”. La ficción, que ocupa casi el 15% de la producción de los canales nacionales, no figura en la producción televisiva provincial.

La segunda diferencia comunicacional entre el centro y las periferias argentinas se deriva, lógicamente, de la primera, y es la dada por el predominio de agendas, enfoques y discursos que producen los contenidos hechos en y sobre Buenos Aires.

La tercera diferencia tiene que ver con la existencia de un tipo de concentración mediática subnacional que se presenta en el interior y tiene características propias. Los medios provinciales que producen contenido sobre sus propios lugares pertenecen a las pequeñas elites económicas locales, en algunos casos asociadas a algún capital extraprovincial. A diferencia del escenario nacional, en el que durante los primeros quince años del siglo XXI se presentó una polarización entre el gobierno y las corporaciones mediáticas privadas, en los ámbitos provinciales estas corporaciones están, en la mayoría de los casos, aliadas a los fuertes oficialismos provinciales, y son propiedad de los funcionarios de gobierno, o bien de socios o familiares. Esto conduce a cierta convergencia discursiva de los medios de comunicación en las provincias, y tiende a limitar la diversidad de temas, voces y enfoques.

«a mayor parte de lo que se ve, lee y escucha en las provincias se produce fuera de ellas. La desventaja de la capacidad productiva del interior en relación con Buenos Aires es la primera diferencia. Cuando la televisión se ha impuesto –por su inmediatez y ubicuidad– como el medio que marca la agenda y los discursos que disputan los relatos dominantes sobre la realidad»

¿La llegada de los medios a internet ha podido modificar este panorama? ¿Puede destacarse algún logro de esta innovación?

Internet tampoco ha cambiado mucho la ecuación porque, si bien tenemos acceso a una cantidad y diversidad notable de contenidos, muchas veces no sabemos qué es lo que hay o donde está. En Argentina los canales de Youtube más vistos son los de los propios grandes canales de televisión, y en las redes sociales hay un predominio de la circulación de los contenidos producidos en los grandes medios. Sin embargo, no puede desconocerse que las redes han permitido la visibilización de otros que, aunque siguen siendo minoritarios, de a poco pueden llegar más lejos. Pero tampoco, que los medios de los grandes centros de producción siguen siendo dominantes a nivel nacional.

Existen dos ejemplos de medios provinciales que se han expandido, al revés del vector dominante, desde las provincias al espacio nacional: el Grupo Uno de Mendoza y Cadena 3 de Córdoba.La expansión del Grupo Uno en el territorio argentino ha sido netamente comercial, mas no cultural. Es decir, sus medios en Buenos Aires o en otras provincias no dicen nada de su Mendoza de origen. En cada localidad repiten el esquema de la bajada de contenidos de los grandes medios de Buenos Aires, con un porcentaje menor de producción local. Mientras que Cadena 3, de origen estatal, y privatizada en 1990, posee repetidoras en quince provincias, y en 1998 comenzó a emitir sus contenidos en Capital Federal. La programación original es irradiada en las distintas repetidoras, con los conductores cordobeses, la agenda provincial y la mirada local de los temas nacionales.

MARÍA MERCEDES TENTI: Dra. en Ciencias Sociales, investigadora, autora de “La formación de un estado periférico. Santiago del Estero (1876-1916)”

¿Es posible identificar a qué tiempos se remontan los orígenes del federalismo santiagueño? ¿Qué tensiones fueron surgiendo en este sentido?

Resulta difícil discernir desde qué momento comienza a perfilarse el federalismo santiagueño. Quizás se remonte a los primeros despojos de la antigua ciudad de El Barco, luego de la refundada Santiago del Estero, con sus honras y méritos primero, con sus cambios de jurisdicción después, al quitársele la primacía de sede de la gobernación y del obispado. Con el virreinato creado por los Borbones pasó a depender de la gobernación intendencia de Salta, de allí sus vacilaciones en adherir, en primera instancia a la Junta Provisional de Mayo de 1810.

A partir de entonces, las tensiones afloraron. Primero, con la designación del representante santiagueño ante la Junta, por lo que, ante las protestas de Juan Francisco Borges por los manejos del partido capitular en la elección, tuvo que intervenir Castelli –a cargo del Ejército del Norte en Potosí- para designar un nuevo cabildo revolucionario, que convocó a nuevas elecciones de representante. Desde ese momento, la designación de cabildantes fue conflictiva y tuvieron que interponerse los diferentes gobiernos centrales. Santiago iba relegando la facultad de decidir sola su destino, la tendencia al autogobierno.

En esta primera etapa, fue Borges el que levantó la voz de protesta en contra del atropello del poder central, hecho que lo llevó a prisión y a la confiscación de bienes y honores. Con la creación de la Junta Subordinada y la nueva dependencia de Tucumán, los dos intentos autonomistas de Borges sintetizan el malestar reinante en algunos sectores sociales en ascenso en contra de la injerencia tucumana, por considerar a la provincia vecina con igualdad de derechos y también por lo que la propia dependencia significaba en lo económico, tributarle más impuestos, produciendo un vaciamiento en las mermadas arcas municipales. En realidad se trataba de una tendencia autonómica poco definida, que contaba con la adhesión de sectores urbanos del ‘pueblo’ santiagueño y que prácticamente concluyó con la muerte del líder en enero de 1817.

Los cambios en los gobiernos centrales no fue tomado por todas las ciudades de igual manera y la lucha por la defensa de las ideas artiguistas, que hegemonizaban lo que podríamos denominar el primer federalismo, no fue seguida por Santiago del Estero. Recién hacia fines de la segunda década del siglo, las fricciones entre ideas y hombres se agudizaron. Los acontecimientos se precipitaron con la creación de la República de Tucumán por parte de Bernabé Aráoz, con la anexión de Santiago, el reclamo del cabildo santiagueño y el pedido de auxilio al comandante de la frontera de Abipones, Juan Felipe Ibarra, que culminó con su victoria y la firma del acta de la autonomía provincial el 27 de abril de 1820. En este caso, los sectores sociales rurales que respondían a Ibarra, junto a sectores de la élite citadina, hicieron inclinar la balanza a favor de la configuración provincial. El autonomismo comunal adquiría dimensión provincial.

«fue Borges el que levantó la voz de protesta en contra del atropello del poder central, hecho que lo llevó a prisión y a la confiscación de bienes y honores. Con la creación de la Junta Subordinada y la nueva dependencia de Tucumán, los dos intentos autonomistas de Borges sintetizan el malestar reinante en algunos sectores sociales en ascenso en contra de la injerencia tucumana»

¿A partir de entonces es que Ibarra y la provincia comienzan a ser tomados como referentes del federalismo?

El espíritu federalista de Ibarra se puso de manifiesto con la adhesión al Pacto de Vinará, primero, y al Pacto Federal, después, y con la definición por el régimen federal ante el Congreso de 1824. Con la autonomía, se declaraba a la provincia como Estado independiente y soberano, pero parte de una nación preexistente. Fue recién con la sanción de la Constitución de 1853 y la participación destacada del diputado santiagueño Gorostiaga, con lo que se selló la adhesión a un régimen federal como parte de un Estado, que recién se unificaría a partir de 1862 y se consolidaría desde el 80.

Sin embargo, la confederación a la que aspiraba Artigas quedó lejos de las aspiraciones de las provincias por cuanto, luego de una débil solución federal-confederal, matizada  con guerras civiles, se sancionó un cuerpo constitucional que instauraba un Estado representativo, republicano y federal en la letra, pero atravesado por un fuerte presidencialismo y gran centralización de las decisiones en el poder central, tras un marcado cambio de orientación política.

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