Florencia Benson nació el 25 de enero de 1983 en Buenos Aires, Argentina. Es Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), consultora en comunicación y escribe columnas de análisis político en diversos medios. «Los hijos del volcán» es su próximo poemario, será publicado por Hemisferio Derecho Ediciones. Anteriormente escribió «El cielo de los peces» (Peces de Ciudad) y también es autora de textos narrativos.
Caramelos negros
Lamer, lamer, lamer
hasta el último resquicio de tu cuerpo.
Sabemos que en el próximo segundo
nos espera a todos una estrella
distinta, separada, inexorable.
(No existe una sola parte de vos
que no me guste).
Repito como una adolescente:
Candyman, Candyman, Candyman
para conjurar tus labios
como colchonetas,
los toboganes de tus manos,
el vientre, ese arenero misterioso,
tierra de magos, caramelos negros
de sabores amargos, de esos
que comen los adultos.
Serenamente
Largas líneas configuran tu descanso
entre las almohadas, como un jeque,
ocupando el largo entero de la cama.
A tus espaldas, te observo
mientras la gata se monta en tu cadera
un jeque, pero también un mendigo
un niño callejero que creció de más
y no cabe ya en su parada nocturna,
pequeño hombre malo
pequeño hombre recio de brazos cruzados
y piernas firmes y abiertas, como diciendo
algo, pero al dormir
es el hombre niño solitario
el principito en harapos
con su flor, con su gata,
jamás domesticado.
Portal
La primera vez que nos desnudamos
hubo un tatuaje que se prestó a confusión
un dibujo circular que me espantó
e hizo que mi orgasmo se precipitara
liberando gigatones de energía
(vos desconocías su significado,
yo desconocía mi perversión).
Cada vez que tu cuerpo se retuerce,
que tus abdominales se contraen
y se relajan, o bien al tocarme
los símbolos de tinta obscura
activan sus poderes en el plexo
toda la luz desaparece
centrifugada por algún lejano sol en el espacio
agotados, hemos engendrado una galaxia.
Los amantes de la ciudad sitiada
Balas militares rozan nuestra puerta
pero no retrocedemos
al contrario
nos quitamos la ropa
aferrados al tañido
que reverbera en todo el cuerpo
como hicieron antes
los hijos del volcán.