#Notas

Volver al barrio

9 Minutos de lectura

Por Marcelo Argañaraz

  • No entiendo como no te pueden gustar!
  • Y no me gustan… qué… no se puede?
  • Claro que no se puede! Son los Beatles!
  • Y bueno… No me gustan…
  • No entiendo cómo podemos ser amigos si no te gustan los Beatles.

A Silvio no le gustaron nunca. Y yo no podía entenderlo. Me superaba. Y me daba bronca a la vez. Porque era uno de mis mejores amigos. Compartíamos un montón de cosas menos los Beatles. Con el tiempo me di cuenta que no compartíamos tampoco otras cosas pero ninguno era “tan importante” como ese.

En mi adolescencia era casi como que me dijeran que no les gustaban los helados, el dulce de leche, las chicas del equipo de vóley, los vaqueros Wrangler, bailar con tu compañera más linda, comer las milanesas de la mama, la masturbación.

Era algo imposible.

Con Silvio teníamos un programa de radio en los early 90s y en La Banda, la ciudad más Seattle de la provincia. Pasábamos heavy metal de todo tipo, alguna que otra novedad “indie” que en esos tiempos tenían el nombre de “alternativo”, incluso poníamos los temas más largos de Pink Floyd y sin cortes ni pisadas. Anunciábamos que íbamos a pasarlos para que prepararan el cassette para grabarlos. Nos creíamos los más revolucionarios de la radiofonía santiagueña, un oasis de la mejor música en un dial plagado de la masificada y deglutida masa sonora que rotaba por triplicado en las FM de esos tiempos (y de ahora).

Nos creíamos unos Howard Stern vernáculos, haciendo la “prepro” de cada programa como si estuviéramos escribiendo páginas de la historia de la radiofonía local. Esa cooperación creativa era de una fluidez supina, mágica, inagotable, imparable. Hasta que dije:

  • Es tiempo de hacer un especial de los Beatles.
  • No me gustan los Beatles.

Y de ahí sigue el diálogo de más arriba. Más que diálogo, la discusión. No puedo afirmar que algo de nuestra amistad se quebró ese día, pero sí puedo decir que a partir de ese momento juré no embaucarme más y volverme amigo de alguien que no apreciara a la mejor música de la historia. Desde ese día y ante la eventual presencia de un posible lazo social a futuro, una de las primeras preguntas era: “Te gustan los Beatles?”.

 

Niñez plateada

En mi casa siempre se escuchaba música. Si no era de la radio era del centro musical, ya sea en cassette o en disco de vinilo. Mi madre me dice que primero fue con magazines pero a esa etapa no la recuerdo. No soy tan viejo o no soy tan memorioso. Club del Clan, Valeria Lynch, Pimpinela, Camilo Sesto, Los Iracundos. Esas cosas. Era en la radio que de vez en cuando se colaba algo en otro idioma que no fuera el de todos los días. Pero todo cambió de golpe una tarde de invierno de 1984.

Estamos en la primaria y era común que invitáramos o fuéramos invitados a tomar la merienda. El compañero elegido se definía como por temporadas. A veces comenzabas las clases llevándote bien con uno pero terminabas bien con otro. En un mismo año podías llegar a pasar por cuatro casas para merendar o invitar a cuatro compañeros a la tuya.

Cuando llegó la temporada de Esteban, el evento social tuvo un doble impacto. El primero (menor en importancia ese tiempo pero clave más adelante para entender el concepto de clases sociales y todo lo referido a eso) fue descubrir una casa mejor que la mía. La palabra “mejor” suena injusta pero es la que mi mente de niño usó en esos tiempos y creo que aunque hiriente sigue siendo efectiva. El papá de Esteban era empleado de banco, un trabajo que en esos tiempos estaba a la altura de médico, abogado y otras profesiones sin necesidad de estudiar tanto.

El segundo vino en modo plateado brillante. Después de terminar la leche con tostadas con dulce de leche, nos fuimos al living a jugar y allí estaban. Acomodados perfectamente en un mueble que más tarde yo imaginaría diseñado para esa función, se encontraban todos y cada uno de los cassettes de la discografía completa de los Beatles. Fueron los únicos cassettes en mi vida que vi con ese diseño de packaging (1). Solapa plateada con la foto de la tapa del LP en la parte inferior. Al estar todos juntos, uno al lado del otro, la luz que les daba en el lomo dibujaba un arco iris también pateado que me hipnotizaba. Justo cuando un hilo de baba me caía por la comisura de la boca, el padre de mi compañerito y propietario de ese tesoro, hacía ingreso a la casa. Estoy casi seguro que mi estado catatónico lo movilizó a dejar sus petates en el sillón y sin hacer otra actividad previa nos preguntó si queríamos escuchar el contenido de ese tesoro. Cual Indiana Jones ante un objeto ansestral algo comenzó a excitarse en mis entrañas pero nada me preparó para lo que venía a continuación.

Los niños de mi generación no teníamos la libre autorización de tocar lo que se llamaba “las cosas de los grandes”. Era por eso que digo que fue un momento bíblico, una unión de las estrellas que casi al mismo tiempo que me maravillara visualmente con ese paraíso plateado, llegaría quien terminaría de cambiarme la vida cultural para siempre con la simple pulsión de una tecla que tenía escrita la palabra “play”.

Agarró la cajita de “Abbey road” y la habitación se disparó a una galaxia muy lejana. La intro de “Come together” salía de los parlantes directo al plexo solar y el bombo de Ringo modificó mi ritmo cardíaco a su placer (2). En la mesita ratona podía ver la fotografía de cuatro hombres caminando fila por el medio de una calle. En ese momento no necesitaba entender más que eso. Suficiente para saber que la vida era mucho más que mi casa y la música que en ella se escuchaba. Un nuevo explorador espacial nacía en búsqueda de nuevos mundos musicales por la eternidad.

 

Paul en al auto con diamantes

James Corden es un actor y comediante que desde el 2015 conduce el Late Show de la cadena CBS y que a diferencia de su antecesor, este le puesto foco en lo musical dado que Corden es también un buen cantante.

En ese sentido se destaca un segmento denominado “Carpool Karaoke” donde el conductor simula un viaje en auto con un cantante o banda famosa y van interpretando sus propias creaciones musicales como el resto de los mortales hace cuando viaja en auto. Por este segmento pasaron Mariah Carey, Justin Bieber, Britney Spears, Stevie Wonder, Demi Lovato, Katy Perry, Selena Gomez, One Direction, Adele, Ed Sheeran, Sia, Carrie Underwood y los Red Hot Chili Peppers. Muchos de estos videos se subieron a la plataforma Youtube desde donde se volvieron virales incluso con repercusión mediática. Pero ninguno como el último.

Corden invitó a Paul McCartney a un carpool karaoke que la prensa mundial ya cataloga de histórico. No sólo porque a sólo unos días de subido a internet el video ya superaba las 16 millones de vistas sino por lo que el propio Paul vive a través de este viaje para la televisión.

Comienzan con el pase obvio de cantar “Drive my car” mientras se inicia el recorrido por el actual Liverpool. Luego pasan por “Penny Lane”, Paul recuerda ser un chico del coro de la iglesia, entran en la barbería de la que habla la famosa canción y ya la gente sabe que uno de sus hijos predilectos está de vuelta en el barrio. “Tu música está tan llena de positividad, de amor”, le dice Corden mientras siguen camino. Eso detona el recuerdo más emotivo de todos. Paul recuerda haber soñado con su madre ya muerta quien le dijo que todo iba a estar bien y lanzó la frase “Let it be”. McCartney se queda en silencio unos minutos.

Corte a los dos cantando ese himno beatle. James no oculta su emoción porque recuerda a su abuelo quien le hizo escuchar “Let it be” como muestra de lo que es buena música. “Si estuviera aquí la estaría pasando de maravillas”, dice el conductor. “Pues… él está”, retruca Paul. Silencio nuevamente.

Siguen cantando “Blackbird” mientras llegan a la casa donde el músico vivió con su familia antes de que estallara la fama y su vida cambiara para siempre. Ingresan a la casa donde con John Lennon se juntaban para escribir canciones como “She love`s you”. Ahí viene la anécdota graciosa. El padre de Paul, que también era músico, tras escuchar ese tema les dijo que estaba harto de los modismos norteamericanos de la época y que en vez de “yeah, yeah, yeah” debían decir “yes, yes, yes”, algo que no hizo caso obviamente.

En esa casa aún hay un piano donde se toca parte de “When I’m Sixty-Four”. Mientras siguen recorriendo, Paul hace una pausa para manifestar lo abrumado que se sentía. Es que no había regresado a ese lugar en décadas. “Es impresionante ver el viaje que hicimos desde aquí a donde llegamos y donde estamos ahora. Es fenomenal”.

Afuera, los vecinos ya han colmado los alrededores con ganas de saludar a su héroe, el que se criara por esas mismas calles, esa leyenda mundial que alguna vez vivió en la misma cuadra que ellos. Paul saluda a todos y todas. La gente lo trata como realeza.

La cereza de la torta viene de mano de la parte más producida del show pero aun así, comprando o no el pacto, emociona ante la posibilidad de que sea real. Deciden sorprender a los ocasionales clientes de uno de los pubs de la zona donde tocaban los primigenios Beatles o simplemente iban a tomar unos tragos. En el escenario de ese lugar tocan una selección de los éxitos más populares: “Hard`s day night”, “Obladi Oblada”, “Love me do”, “Back in USSR”. El cierre es a todo dar con “Hey Jude” y ese coda final que es un himno celebratorio de la música.

Paul aprovecha este evento televisivo para cantar un tema (“Come on to me”) de su nuevo disco que saldrá en septiembre llamado “Egypt Station”. Porque, como decía mi abuela, “nadie da puntada sin hilo”.

 

And in the end…

Me vi gran parte de video llorando. Pensé que se trataba de una etapa emotiva que debo estar teniendo pero no. Descubrí que casi todo el mundo que comentaba sobre el programa decía lo mismo. Hasta te preguntaban: “vos también lloraste con lo de Paul?”.

Pensaba que nunca lo había visto tan cercano a ese tipo, al más Beatle de todos los Beatles. Un músico inagotable, de quien se dijo de todo durante todos estos años. De lo bueno y de lo malo. Que la plata, que la ambición, que se había muerto y que habían puesto un remplazo para seguir haciendo plata, que John lo odiaba, que esto y aquello. Quienes lo aman dicen que es el Beatle que más devuelve el amor de los fans, que nunca deja de salir de gira, que canta las canciones de la banda con el mismo entusiasmo del comienzo, que sigue haciendo una que otra canción magistral, que es vegano militante de la primera hora y no subido a una ola de moda, que es un genio de la música.

Lo que queda claro es que esa vuelta al barrio movilizó a millones. Y estoy seguro que cada uno tiene una experiencia muy personal con este carpool karaoke. Algunos seguramente volvimos a ese lugar donde escuchamos por primera vez una canción de los Beatles, a ese living de mi compañero de primaria y los cassettes plateados, a los amigos y amigas que hice por compartir el gusto por su música. Y me acordé de ese amigo al que no le gustaba nada ni Paul, ni Ringo, ni John, ni George. Con el que me peleaba porque no podía entender tamaña herejía pero a quien hoy recuerdo lamentando que se pierde la posibilidad de ver este video de 23 minutos y de emocionarse hasta los huesos, recordando todas y cada una de las alegrías que da amar las canciones de la mejor banda de rock de todos los tiempos.

Ya vengo. Me voy a dar una vuelta más en auto por el barrio de Sir Paul McCartney.

 

(1) Ese packaging era una de las formas que las discográficas utilizaban para combatir la piratería. Una similar salió de Elvis Presley. Ambos artistas siempre mantuvieron un precio alto en cada uno de sus discos por lo que invertir en un diseño costoso era más una inversión.

(2) Tiempo después supe que este tema es el primero del lado B por lo que supuse que alguien había escuchado solamente el lado A y quedó justo en boca esa tremenda canción.

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