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Poner el útero: testimonios de aborto en Santiago del Estero

12 Minutos de lectura

Por Araceli Montenegro.

La sepsis es un síndrome de anormalidades fisiológicas, patológicas y bioquímicas potencialmente mortales asociadas a una infección. Estas anormalidades son secundarias a una respuesta inmunitaria desbalanceada frente a la infección, que termina dañando los tejidos y órganos propios, y conduciendo a una disfunción multiorgánica.

Según la SMIBA (Sociedad de Medicina Interna de Buenos Aires) un aborto séptico es una infección que involucra tanto al feto como a la placenta, dando como resultado la pérdida de dicho feto. Es común que se presente inflamación en el revestimiento del útero, e hinchazón en las trompas de Falopio y ovarios. La sintomatología que puede presentarse en las horas siguientes: fiebre elevada, escalofríos, sangrado vaginal, fuertes dolores en abdomen, dilatación cervical, etc. están relacionadas con prácticas inseguras -generalmente ilegales- de aborto. En algunos casos por insalubridad del lugar donde son realizados, en otros porque son llevados adelante por personas no capacitadas; y, en casos menos frecuentes, es la propia persona gestante la que ingresa a su cuerpo sustancias o elementos para autoproducirse la pérdida del embarazo.

 

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Santiago del Estero. Liliana Herrera muere a causa de un aborto clandestino. Llegó al Hospital Regional de la Capital desde Las Lomitas-Loreto. Un paraje donde no hay agua corriente ni luz eléctrica. Tenía dos hijas y 22 años. Le sacaron el útero, pero no fue suficiente; Liliana murió de una infección generalizada la noche del 4 de Agosto de 2018, producto de una interrupción insegura de su embarazo. Todo esto a cuatro días de la sesión en Senadores que decidirá si el aborto será legal, o no, en Argentina.

Liliana Herrera. María Campos. Muertas en el Hospital Regional en lo que va del 2018. Madres de hijxs menores de edad, las dos fueron derivadas desde el interior de la provincia con sepsis. Ninguna salió con vida.

“Vengo de una provincia pobre, vengo de una familia muy pobre ¿Y saben qué? Las pobres no abortan. Las pobres salen a laburar para mantener a sus hijos y darles la oportunidad que el Estado no les ha dado” – Mariana Morales, Dip. Nacional de Frente Renovador, Sgo. del Estero.

 

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Analía: Estábamos en la fiesta. Creo que era un viernes a la noche en un salón de esos que están sobre la autopista. Creo que ya habían pasado las doce de la noche, o sea, era 29. Salgo al patio a fumar, ¡hacía un frío! Cuando me acerco a ver la vereda desde el patio veo que había dos chicos grandes (bah, a mí me parecían grandes porque tenía 15) conversando con un grupo de mis compañeros y mi amiga me dice “vamos a ver”.

Analía se pone un poco nerviosa. Viene algo más difícil. Dice que hace exactamente 10 años (2008) su mejor amiga ha muerto y que no se ha olvidado “ni una peca”, ni de la remera beige con estrellitas verde musgo, ni de la pollera de jean que Andrea, su compañera de banco en la escuela, usaba siempre. Las zapatillas blancas, el flequillo al costado y el pelo atado, lacio y negro. Tiene los detalles frescos y precisos; habían nacido con diferencia de una semana el mismo año. Taurinas. Las dos con hermanxs menores de la misma edad, con el mismo nombre y en el mismo colegio. “El destino”, cree Analía.

 

Fotografía: Subida de Línea.

 

Analía: Los chicos de afuera estaban contando sobre Andrea. Lo primero que se me cruzó por la cabeza es que estaba enferma o algo así, porque había faltado al colegio desde el miércoles. En esa época (2008) todavía no teníamos celulares, así que la única forma en la que hablábamos era cuando nos veíamos. Esos chicos, un varón y una mujer, estaban contando que la Andre no aparecía, que la madre la buscaba desde la tarde por todos lados y no la podían encontrar. Nos decían que afuera de su casa había un móvil policial y todo eso; que la madre estaba desesperada porque no le contestaba ni el novio, y ella nunca se iba sin avisar. Solamente había dejado una nota donde decía que salía con él, pero eso había sido a la siesta. Ya eran más de las doce.

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“Porque la cultura, porque la mentalidad, porque la idiosincrasia de la gente del interior es conservadora, esa cultura todavía existe. Todavía existe el respeto en la familia. Ninguna mesa de algún santiagueño tiene la libertad de empezar a hablar con el hijo, con la hija de 12-13 años” – Graciela Navarro, Dip. Nacional del Frente Cívico, Santiago del Estero.

Carla: En mi caso, me he enterado que estaba embarazada al mismo tiempo que mis padres. Les conté que no me había venido y nos fuimos a hacer un análisis de sangre. Cuando leí que decía positivo, me pasaron mil cosas por la cabeza. Pero estaba segura, porque tenía que terminar la escuela. Sabía que con un hijo iba a ser más difícil y no iba a poder.

Carla hoy tiene 24 años. Cuando abortó tenía la misma edad que Andrea: 14 (2008). Carla no sabe que Anto pasó por lo mismo, casi al mismo tiempo. Nunca se van a conocer. Carla es vecina del Barrio Independencia, y ha decidido ser madre un tiempo después: madre con secundario completo y que trabaja para mantener a sus hijos. Es de pocas palabras, prefiere escribir. Deja algunos de sus datos escritos en papel porque no se anima a ponerles su voz.

Carla: En ese momento estaba tranquila, porque mis padres estaban ahí conmigo. Ahora también estoy tranquila, no me arrepiento. Estoy agradecida con mis padres, porque con ellos no he tenido miedo.

 

Fotografía: Subida de Línea.

 

Teresa: A mí también me acompañaron mis padres, nada más que yo tenía 16 (2006). Pero al contrario de ella, yo me sentí muy sola, con muchísimo miedo, aunque estaba acompañada. Creo que tiene que ver con que, en ese entonces, nadie hablaba de eso. En ese momento me sentí rara, ahora me siento bien, sin cargo de conciencia. Esas cosas pasan siempre en Santiago del Estero y en todos lados, yo tuve la suerte de poder pagar para que me lo hicieran bien, pero hay mujeres que mueren por tratar de hacerse un aborto casero. Yo quisiera que sea ley.

 

«En ese momento me sentí rara, ahora me siento bien, sin cargo de conciencia. Esas cosas pasan siempre en Santiago del Estero y en todos lados, yo tuve la suerte de poder pagar para que me lo hicieran bien, pero hay mujeres que mueren por tratar de hacerse un aborto casero. Yo quisiera que sea ley.»

 

Teresa tiene la cabeza levantada, no la baja en ningún momento mientras dice esas pocas oraciones. Es clara y contundente para sus 28 años, como quien recuerda una decisión importante y se felicita mentalmente a sí misma por haberla tomado. La libertad deja huellas. Piensa en sus tres hijos y por fin afloja una sonrisa. Se tiene que volver, en alguna casita del 1ro de Mayo están quienes la esperan.

 

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Analía pierde un poco el hilo de que lo que estaba diciendo en ese momento, y de lo que pasaba. Recuerda una especie de murmullo, nada más.

Analía: No me acuerdo exactamente lo que nos seguían diciendo los dos chicos en ese momento. Lo único que recuerdo, clarito, es que a él le suena el teléfono y atiende. Habla y corta. Me acuerdo muy bien cuando dice “parece que está en el Regional”. La madre no sabe lo que le ha pasado todavía, pero ya va para ahí. No saben nada de nada.

Acto seguido, recuerda dos cosas más. La primera, que un grupo de compañeros de curso, todos varones, llaman un remis porque deciden ir a ver si efectivamente era ella, o no. Cuatro varones de entre 14 y 15 años. Un drama heroico de telenovela adolescente porteña. Pero real y en Santiago del Estero. La segunda, aunque no sabe si pasa después o antes de que sus compañeros se vayan, un grupo de compañeras mujeres que llaman por teléfono a Juan, el novio. Una llamada, dos llamadas, tres, cuatro, cinco. Atiende: “yo no sé nada. No estoy en casa”.

Hay un tiempo muerto en la memoria de Analía. Entre esa respuesta angustiada y mustia, y la llamada del grupo de valientes que decidió ir al hospital, hay minutos que no sabe cómo pasan. Se acuerda de estar en la vereda con frío y descalza, como una siempre acostumbra en la madrugada de las fiestas de 15.

Llega la llamada de uno de los valientes: “sí, es ella, es la Andre. Está muerta, Analía”

“Asimismo, me desvela la salud de cientos de mujeres a las que no se les ha garantizado el debido cuidado de su salud. Mi compromiso es con la vida y para ello trabajo y milito desde siempre”Ada Itúrrez de Cappellini, Senadora nac. Del Frente Cívico, Sgo. del Estero (Nuevo Diario).

 

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Sabrina: Mi novio tampoco sabía. No le dije porque me iba a obligar a tenerlo. Además él vivía lejos y yo no quería saber nada. Me asusté mucho cuando me enteré, más que nada porque en ese momento no conocía a nadie que haya pasado por lo mismo. En ese momento tenía 24 años, trabajaba y estaba estudiando, pero sabía que no quería ser madre. No podía porque no tenía nada resuelto en mi vida.

El aborto de Sabrina fue el año pasado en la casa de una amiga obstetra. Estuvo ahí todo el tiempo que duró el proceso inducido por el Oxaprostol. En su casa todos son defensores “antiderechos”, nadie sabe lo que le pasó, solamente dos amigas. Porque ellas son feministas, porque ellas son “aborteras”. Su padre cree que es una asesina por colgarse el pañuelo verde en la mochila, se lo dice todo el tiempo.

Se fue a Tucumán, donde estudia y quiere empezar a trabajar. Casi no vuelve a su casa de familia.

Sabrina: No puedo convivir con alguien que me dice asesina todo el tiempo, que grita cuando estamos comiendo y no quiere dejarme estar en casa si llevo el pañuelo.  

 

Fotografía: Subida de Línea.

 

Graciela: En mi casa tampoco saben, y eso que yo aborté ahí. Me comuniqué con las chicas socorristas y ellas me explicaron todo. Lo mío fue hace casi tres años, cuando tenía 19. Estaba haciendo un tratamiento de hormonas muy fuerte y los anticonceptivos no funcionaron. Estaba embarazada de 12 semanas cuando aborté, pero las socorristas decían que era mejor. Una amiga me prestó la plata que me faltaba para poder pagar las pastillas que en ese momento salían $2500. No tenía miedo, tenía desesperación.

Graciela vivía en una casita del Barrio Jerarquizado, con sus padres y su hermana más chica. Estaba estudiando obstetricia, así que más o menos algo sabía. Las socorristas le habían explicado que tenía que tener cuidado para no vomitar las pastillas, porque las iba a tener que volver a tomar. El proceso empezó a la mañana, siguió con un dolor fuerte y empezó a sangrar. Una amiga la controlaba por mensaje de texto todo el tiempo, la única que sabía. Estuvo acostada todo el tiempo, hasta que finalmente pasó. El feto estaba fuera de su cuerpo, pero Graciela empezó a levantar fiebre. Las socorristas le recomendaron antibióticos, a qué UPA podía ir y en qué horarios para que la recibiera alguien que no le hiciera demasiadas preguntas.

Graciela: Yo zafé. Y me trataron mejor las personas que me atendieron en ese aborto inducido, que las que me atendieron en el regional cuando tuve el aborto espontáneo. Esa vez me dejaron dos días sin legrado y tuve una infección.

 

«No puedo convivir con alguien que me dice asesina todo el tiempo, que grita cuando estamos comiendo y no quiere dejarme estar en casa si llevo el pañuelo.»  

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Analía piensa los sucesos que siguieron en MUTE. No recuerda qué le dijeron, solamente tiene imágenes, algunas van perdiendo los colores también. Todavía no sabe quiénes eran esos dos chicos que buscaban a Andrea, tal vez familiares, piensa. Recuerda que se quedó a dormir con sus amigas, todas juntas. Y después sólo recuerda estar ya en la sala velatoria.

Analía: En ese momento empezamos a armar el rompecabezas. Pero imaginate lo que era, casi 50 chicos que nunca habían recibido educación sexual, de repente se enfrentaban a una muerte por aborto.

La historia se comenzaba a completar. Andrea se había practicado el aborto con una “máquina”, todavía no sabe a qué se referían el jueves 27 por la mañana en la casa de su novio. Tenía alrededor de 16 semanas de embarazo en curso. “Cuatro meses”, dice Analía y corta el relato. Mira al piso. Traga ese puñado de lágrimas que le atravesó por el cuello. Sigue.

Analía: Parece que el viernes, el día siguiente al aborto, había empezado a desmejorar. Juan y su madre la llevaron al hospital, donde le pidieron que se quede, pero tenía que volver porque en su casa nadie sabía. Tenía que volver antes que sus padres lleguen del trabajo. Andre siempre era así, de creer que podía solucionarlo todo. Fuerte, independiente. Se descompensó a la tarde-noche. La madre de Juan la fue a buscar y la dejó en el hospital. Se murió ahí. Sola. De shock séptico.

Sábado. En la sala había mucha gente. Analía no recuerda muy bien quiénes, escucha llantos angustiosos y gritos de abuelas y primxs. Ese día iban a estar los souvenirs para su cumpleaños. Tenía puesta su tiara y estaba rodeada por la tela de su vestido. En la semana siguiente iba a cumplir 15 años.

 

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Sandra: Yo tenía 15 años (1993). Mi mamá aquella vez nunca me supo decir cómo cuidarme. Estaba de novia con un chico de la escuela. Me he enterado que estaba embarazada porque no me había bajado en la fecha que me tenía que bajar. Aquella vez era muy difícil la vida en general. Mi novio me había propuesto que no lo tengamos porque éramos muy chicos. Me ha llevado a la casa de una conocida de él y me ha puesto una pastilla.

El relato se vuelve más lento. Sandra no puede con el nudo en la garganta. Llora. Despacito.

Sandra: He tenido hemorragia en la casa de esa mujer. Luego de 4 horas se produce el aborto. Ha sido muy duro, ha sido horrible lo que me ha pasado. Ha sido todo por falta de información. En ese momento sentí desesperación, es horrible que te toquen, que te manoseen, sentí que me moría, que me iba en sangre. Me sentí mal. Mal. Sentía que le había faltado el respeto a mi mamá. Nunca le había contado esto a nadie. En ese momento me sentí una mierda de persona.

Ahora tiene 40 años y 4 hijos hermosos. Entre esos hijos, una niña “especial”, como dice ella. Está muy orgullosa de sus hijos. Es por ellos que está a favor del aborto. Porque cree, que así como ella, hay muchas mujeres que no han sabido ni la manera, ni la forma, ni han tenido los recursos para hacerse un aborto. Sandra casi pierde su vida.

 

***

El segundo día del velatorio terminó por concluirlo todo. Los compañeros habían decidido ponerse el guardapolvo blanco para acompañarla. Su abuela de fondo gritaba “¡mi niña, yo te voy a esperar siempre en el patio de mi casa para tomar mate!”. El precipicio de la despedida final.

Analía: Esos gritos… no me olvido nunca más. Ese día. Volver a la escuela después y que sigan sin explicarnos qué era un aborto, qué le había pasado. No había un relato completo, ni uno. Y yo no volví a escuchar la palabra aborto hasta hace unos años. No tomé dimensión completa de lo que había pasado hasta que las feministas lo empezaron a decir. Fue un aborto clandestino. Fue un útero infectado. Fue la falta de educación sexual. Fue la ausencia de todos: profesores, escuela, familia, instituciones, información. No había nada. Y Andre estaba muerta.

 

***

Valeria: Lo mío fue por sonda. Tenía 31 años cuando aborté (2008), hoy tengo 41. Ya tenía una hija y no quería volver a ser madre, no estaba en mis planes. Me asusté mucho cuando me enteré, porque yo sí me cuidaba, y solamente se lo pude decir a mi hermano y a una amiga. Ellos me acompañaron y me llevaron en moto a la casa de la señora que me puso la sonda. Me asusté un poco más cuando empecé a tener fiebre, pero finalmente expulsé la sonda y el feto.

“Imaginate, una sonda”, repite Valeria. Sabe que la suerte fue su principal aliada porque con una sonda hoy podría estar muerta y su hija, huérfana. Eso era en lo único que pensaba, en su hija de 10 años, en la casa del Barrio Borges. No podía dejar a una nena sola, pero tampoco podía tener otro hijo. No quería.

Su hija no sabe que su mamá tuvo un aborto, pero hoy militan juntas a favor de la legalización.

 

«Sabe que la suerte fue su principal aliada porque con una sonda hoy podría estar muerta y su hija, huérfana. Eso era en lo único que pensaba, en su hija de 10 años, en la casa del Barrio Borges. No podía dejar a una nena sola, pero tampoco podía tener otro hijo. No quería.»

 

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Mientras se escribía este texto, los Senadores santiagueños por Santiago del Estero expresaron que votarán en contra de la ley. Creen que pueden salvar alguna vida. También, el frente Cambiemos de la provincia presentó un proyecto en la Cámara de Diputados de Santiago del Estero para declararla «Provincia a favor de las dos vidas», como sucedió en Tucumán. Mientras, en los barrios abortan.

Es como dice Valeria, ellos son los que votan pero el útero lo ponemos nosotras.

 

*Los nombres de las protagonistas fueron modificados para proteger su identidad. Los demás datos son reales.

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