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Voto electrónico, un oráculo para la democracia

5 Minutos de lectura

Por Salvador Cavadini.

El voto electrónico es presentado como una tecnología superadora de la boleta de papel que se utiliza actualmente en nuestro país. Sus promotores lo describen como el instrumento necesario para «modernizar nuestra democracia». En realidad, el voto electrónico, en cualesquiera de sus formas, más que un instrumento modernizador es todo lo contrario, pues retrotrae el acto eleccionario a la edad antigua, donde reinaba la magia y la adivinación.

Los antiguos atenienses, considerados los padres de la democracia, otorgaban un papel relevante a los oráculos. Eran los recintos donde sus dioses, con la mediación de sacerdotes y sacerdotisas, transmitían sus profecías y resolvían tanto los conflictos éticos y políticos como las preocupaciones humanas más vulgares.

A pesar de la centralidad de los oráculos en la cultura de la Grecia antigua, la democracia ateniense prescindía de éstos cuando se votaba. En las asambleas, los ciudadanos emitían sufragio a mano alzada o con bolillas de distintos motivos. El recuento de los votos era algo que estaba al alcance de cualquier ciudadano que tuviera un conocimiento elemental de la aritmética.

La utilización de sistemas de voto electrónico supone un retroceso a un estado pre-ateniense del acto eleccionario. El ciudadano emite su voto y delega a un posmoderno oráculo la tarea de establecer y fiscalizar el resultado de la contienda electoral. La aceptación del resultado emitido pasa de ser un acto aritmético-racional a uno de fe.

De manera similar a lo que ocurría con los oráculos griegos, sólo un grupo muy reducido de expertos reputados es capaz de entender el funcionamiento de las máquinas de voto electrónico.

Continuando con las similitudes, esta capacidad de entendimiento del posmoderno oráculo por parte de los expertos no es más que una falacia. Nadie, digo bien, nadie es capaz de validar que el resultado emitido por una máquina de voto electrónico refleje la voluntad expresada por los electores y que ese resultado se obtuviera sin comprometer el secreto del voto. Esta afirmación no es una conjetura sino el resultado de estudios formales, lógico-matemáticos si se quiere, sobre problemáticas relacionadas al voto electrónico.

 

«Nadie es capaz de validar que el resultado emitido por una máquina de voto electrónico refleje la voluntad expresada por los electores y que ese resultado se obtuviera sin comprometer el secreto del voto. Esta afirmación no es una conjetura sino el resultado de estudios formales, lógico-matemáticos, sobre problemáticas relacionadas al voto electrónico»

 

El oráculo vernáculo: la Boleta Única Electrónica

Más allá del problema irremediable que representa la delegación de la fiscalización del acto eleccionario a una tecno-élite en desmedro del poder de fiscalización que hoy posee el ciudadano común, el voto electrónico presenta problemas de índole técnica.

Estos problemas varían según la implementación y el nivel de delegación a la máquina. Las máquinas que se ocupan de validar la identidad del elector, registrar su voto y calcular un resultado final presentan, por su complejidad intrínseca, más problemas que las máquinas que sólo calculan un resultado en base a votos registrados manualmente. De todas maneras, la comunidad de especialistas en el tema está de acuerdo en que la relación es directamente proporcional entre la cantidad de tecnología informática introducida en el proceso eleccionario y los problemas subyacentes. En otras palabras: más se delega a las computadoras, más problemas/riesgos de error hay.

En nuestro país, el actual gobierno impulsó un proyecto de ley para reemplazar las actuales boletas de papel por máquinas de voto electrónico.

Visto que las máquinas de voto electrónico cuentan con antecedentes menos que mediocres en los países en los que se utilizan (documentados ampliamente por la comunidad científica), el proyecto no habla de «voto electrónico» sino de «boleta electrónica».

El eufemismo de «boleta electrónica» ya había sido utilizado por la empresa Magic Software Argentina (también conocida como MSA) para comercializar su máquina de voto electrónico. Es esta máquina la que fue utilizada en experiencias piloto de voto electrónico en distintas ciudades del país, particularmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Máquina que es a todas luces la fuente de inspiración del proyecto de ley que impulsó el actual Poder Ejecutivo.

 

«El eufemismo de «boleta electrónica» ya había sido utilizado por la empresa Magic Software Argentina (también conocida como MSA) para comercializar su máquina de voto electrónico. Es esta máquina la que fue utilizada en experiencias piloto de voto electrónico en distintas ciudades del país, particularmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires»

 

Durante el debate del citado proyecto de ley, los especialistas consultados se opusieron unánime y categóricamente a la adopción del voto electrónico en general y del sistema propuesto en particular.

Las exposiciones de los especialistas destacaron los graves problemas que introduce la utilización de computadoras (eso son las máquinas de voto electrónico) en el proceso electoral. Entre otras objeciones, los especialistas advirtieron sobre la permeabilidad a ataques informáticos masivos y/o puntuales, sobre la imposibilidad de garantizar el secreto del voto y de auditar el sistema, la falta de transparencia.

Además de la desaprobación del sistema por parte de los especialistas, es el proyecto mismo el que confiesa las vulnerabilidades del voto electrónico. Esta confesión se hace a través de la inclusión de una serie de prohibiciones y procedimientos que intentan, sin lograrlo, solucionar los problemas intrínsecos del sistema.

Por ejemplo, el artículo 33 del proyecto establecía que «Queda prohibido a cualquier persona utilizar dispositivos de captura o grabación de imágenes para registrar cualquier circunstancia vinculada a la selección de candidatos«. En otras palabras, se prohíbe la utilización de teléfonos celulares en el cuarto oscuro (instrumento que hace del ‘voto cadena’ un juego de niños). Esta prohibición es un parche inservible e inaplicable y que ciertamente va a contramano de la pretendida modernidad de la propuesta.

En resumen, la boleta electrónica no resuelve ninguno de los problemas de la boleta de papel: fraude, voto cadena, robo de boletas, lentitud de escrutinio, precio costos. Por el contrario, profundiza los antiguos problemas -mayor dificultad de fiscalización, facilita el voto cadena, es más costoso- y crea nuevos y modernos problemas como, por ejemplo, la posibilidad de sufrir ataques masivos (hackeo de las elecciones).

Afortunadamente para nuestra democracia, el proyecto de ley no prosperó en el Congreso. No obstante, y sin necesidad de consultar a un óraculo, se puede anticipar que nuevas tecnologías de votación serán propuestas como el reemplazo a la «vetusta» tecnología del papel. El análisis de los detalles técnicos de esas propuestas estará necesariamente sólo al alcance de una reducida tecno-élite. Sin embargo, como ciudadanos comunes tenemos la fórmula para dirimir si la propuesta es o no conveniente para nuestra democracia. El método es sencillo, sólo debemos responder una pregunta muy simple:

¿La aceptación del resultado emitido por la nueva tecnología es un acto aritmético-racional o de fe?

Si debemos apelar a la fe o la confianza, si la nueva tecnología nos resulta un oráculo, entonces la propuesta no es superadora de la boleta de papel.

 

«la boleta electrónica no resuelve ninguno de los problemas de la boleta de papel: fraude, voto cadena, robo de boletas, lentitud de escrutinio, precio costos. Por el contrario, profundiza los antiguos problemas -mayor dificultad de fiscalización, facilita el voto cadena, es más costoso- y crea nuevos y modernos problemas como, por ejemplo, la posibilidad de sufrir ataques masivos (hackeo de las elecciones)»

 

 

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