Por Eduardo Espeche.
Una injustificable mora judicial pesa sobre la desaparición de Leonardo Gallo, un militante de Barrios de Pie, que fue contratado para cuidar un campo en el Norte santiagueño. La coartada de sus compañeros resultó inverosímil y fueron imputados tres, pero hoy sólo uno continúa detenido. Un tribunal de apelaciones lo consideró como “desaparecido en democracia”, pero tras 6 años no hubo avances.
“Nunca apareció, nunca me llamaron a hacerme un ADN, se borraron pruebas y hasta ahora no tengo ninguna respuesta”, se lamentó con voz mansa pero nunca resignada Lilia Gómez, la madre de Leonardo Ezequiel Gallo (28), al encabezar una nueva marcha de Barrios de Pie. Poco más de dos cuadras de militantes acompañaron el reclamo de justicia que rodeó, en silencio, la plaza principal de Santiago del Estero y luego fue hacia tribunales.
“Se cumplen 6 años de su desaparición y no tenemos ninguna respuesta de parte de la justicia y hoy tenemos que salir nuevamente a la calle para ser escuchados, para que me reciban y me den una solución y no quede en la impunidad como muchos otros casos. Sólo pedimos que se haga justicia, que se los detenga a los que lo llevaron al campo, porque yo sé que están afuera, en libertad”, se quejó Lilia.
En tribunales se entrevistaron con el juez de Transición Darío Alarcón, quien no pudo darles demasiadas certezas, pues evidentemente el expediente no figura entre los prioritarios, y los citó a una nueva reunión para brindarles más precisiones. A Lilia le prometió acelerar una pericia de ADN, postergada hace años, que consiste en la extracción de sangre de los padres de Leonardo para ser comparados genéticamente con restos humanos sin identificar, hallados en la zona en 2016.
Se lo tragó la tierra
A Leonardo parece habérselo tragado la tierra. Literalmente. El 25 de abril se cumplieron 6 años de su desaparición en extrañas circunstancias, en un campo cercano a Nueva Esperanza, ciudad cabecera del departamento Pellegrini, a más de 210 kilómetros al Noroeste de la capital santiagueña. Es una zona muy codiciada para la agricultura, especialmente la soja, cerca de la triple frontera con Salta y Tucumán.
El 25 de abril de 2012 una camioneta blanca con vidrios polarizados buscó a Leonardo de su casa del barrio Sarmiento y apenas le dio tiempo a Lilia para despedir a su hijo. En esa casa de calle Chasqui, el joven vivía con sus padres y un hermano con discapacidad, que “todas las mañanas cuando se levanta o a la noche cuando se acuesta pregunta por Leonardo”, confesó entre lágrimas Lilia.
Leonardo fue reclutado por Eduardo “Cata” Castillo, cabecilla de la barrabrava ferroviaria, para custodiar y hacer mantenimiento de un campo en conflicto en el Norte provincial, por encargo de la inmobiliaria Ramírez y Góngora, que cerró sus oficinas en Santiago tras la desaparición.
Según el abogado querellante, Víctor Daniel Nazar: “Gallo fue contratado por uno de los imputados para trabajar al servicio de una inmobiliaria cuyos propietarios ya no están en la provincia, que cerró sus puertas. Y en ese campo un día desapareció y al día de la fecha nadie conoce su destino ni paradero”.
El letrado destacó que el caso tiene trascendencia institucional porque afirmó que la sala del tribunal de apelaciones y alzada, presidida por el camarista Raúl Romero, lo declaró como “desaparición forzada de persona”, el primero reconocido oficialmente en la provincia desde la restauración de la democracia en 1983.
En 2014, los diputados del Frente Progresista Cívico y Social (UCR y Libres del Sur) solicitaron en la Legislatura un pedido de informes al Poder Ejecutivo sobre la desaparición de Gallo, pero pese a la gravedad del caso el Frente Cívico hizo valer su mayoría para rechazarlo.
Dos jueces
La causa fue instruida primero por el exjuez penal de Segunda Nominación, Ramón Tarchini Saavedra, quien fue destituido y detenido hace más de dos años por un escándalo de corrupción por el supuesto otorgamiento de medidas cautelares a discreción. La investigación de Tarchini Saavedra avanzó hasta la imputación por supuesto homicidio simple del jefe de la barrabrava del Club Central Córdoba, Ramón Eduardo Castillo, junto a Jorge Argañaraz y Daniel Díaz. Un indicio fuerte fue el hallazgo de una mochila con pertenencias de Gallo en el monte, pero pese a los rastrillajes no se pudo hallar su cuerpo.
Al ser indagados, los sospechosos negaron saber qué suerte corrió Gallo después de haberse marchado del campamento el 9 de mayo de 2012, después de sufrir una crisis por síndrome de abstinencia, ya que era adicto.
En la actualidad sólo queda detenido uno de los tres imputados, cuya defensa insiste con la ausencia de pruebas en contra para desvincularse del caso con falta de mérito provisoria.
Inexplicable mora judicial
Cristian Chazarreta, referente de Barrios de Pie en Santiago del Estero, agregó que Gallo era militante de ese movimiento “y se cumplió un año más que no sabemos nada de él, sólo que fue llevado hace 6 años de la puerta de su casa a trabajar en un campo en el interior y nunca regresó”.
“Al mes más o menos –recordó- esos tipos le trajeron a su madre solamente la ropa y adujeron que le había dado una crisis de nervios y se había internado en el monte cerca de Nueva Esperanza”.
Chazarreta reclamó por la falta de respuestas a Lilia y su familia de parte de la justicia: a la causa “la tenía el juez Tarchini Saavedra y había detenidos, pero hace más de dos años está a cargo del juez de Transición Darío Alarcón, de quien hace más de un año no tiene noticias, no la recibe. Lo que queremos es que se reactive, hay muchas irregularidades: se encontraron restos y nunca le hicieron ADN a la madre y al padre y también se borraron pruebas”.
La propia Lilia, explica que “hay cosas que se encontraron en el campo y no figuran en el expediente: no declararon que había herramientas con las que suponemos que lo lastimaron y sé que no citaron a esas personas”.
Por último, Chazarreta enfatizó que “todos los años marchamos y este año particularmente vemos que está muy parada la causa (…) Pedimos que se agilice la investigación porque queremos saber qué pasó con Leo porque no puede ser que en esta época haya personas a las que se las trague la tierra”. Con el caso testigo de Gallo, en Santiago esto parece ser posible, aún en pleno Siglo XXI.