#Nacionales

Qué sería del rock

6 Minutos de lectura

Por Natalia Sánchez.

En Febrero de este año, un señor vinculado estrechamente a la organización de uno de los festivales más importantes del rock nacional dijo que las bandas de mujeres no están a la altura de los grandes escenarios. No están a la altura, dijo. Pero ¿A la altura de qué?, ¿De los estribillos oxidados sobre cómo le duele el amor a un chabón?, ¿De la banda mainstream del momento que es el loop del loop de la banda mainstream de hace 20 años?, ¿De los músicos escrachados y el silencio cómplice bajo un bonito arreglo de guitarra? De a poco nos vamos dando cuenta de que si hay algo en esta historia que dejó de estar a la altura es esa vieja forma de concebir al rock. Pero por suerte, las pibas y disidencias se calzaron las guitarras y contra todo mandato musical machista, llegaron para darle una nueva voz.

Es en este marco de renovación que se llevó a cabo la segunda edición del Festival Grl Pwr (Girl Power).  El evento comenzó el 16 de abril en Club Paraguay. Con entradas agotadas, se presentaron las Tranki Punki, Terror Manija, Mili Burton y Pussy Riot, aclamada banda rusa que se llevó el momento cúspide de la noche durante el recitado de un manifiesto contra la violencia de género, las políticas represoras y la injusticia social. Un show eléctrico y emotivo que se vivió como la antesala perfecta de la fecha principal que tendría lugar dos días después.

Esta fiesta comenzó el pasado 18 de abril en la Ciudad de Córdoba, en Espacio Quality, alrededor de las 16.30. Los grupos de pibas que iban llegando se organizaban rápidamente en rondas en las que el glitter pasaba de mano en mano, en una especie de ritual en el que una compañera pintaba a la otra, amiga o desconocida, preparándola para el festejo de algo que ninguna de nosotras había vivido: un festival organizado por mujeres y para mujeres, donde serían ellas las que reventarían el escenario y seríamos nosotras las que agitaríamos ese pogo. De las mochilas y muñecas colgaban pañuelos verdes y violetas: está claro que no solo fuimos a escuchar buena música, fuimos a encontrarnos.

Las actividades propuestas fueron de lo más variadas, con un sector dedicado a juegos y una feria de emprendedoras autogestivas que mostraron sus productos y compartieron experiencias. También podía encontrarse un puesto donde hacerse el test de VIH gratis, foodtrucks, twerk y espacio para patinadoras. La eficiente distribución de los escenarios permitió que en el medio se genere un espacio donde las paredes cobraron vida. De un lado, graffiteras pintaron a puro color el logo del festival durante el transcurso de la tarde mientras que, del otro, se iba gestando un mural colectivo en el que cada una podía escribir o dibujar lo que quisiera, donde podíamos leer frases como “el afecto es revolucionario”, “solas nunca más” o “el futuro es no binarie”. Decorado de a poco por ilustraciones de La Cope intervenidas por las pibas, el mural fue tomando forma y plasmaba la fuerza de todo aquello que tenemos por decir.  En este festival, incluso la cuestión de la seguridad adoptó otras formas. Al caminar por el predio, encontramos carteles con mensajes como “no es no”, “espacios cuidados: libres de violencia”, “no se toleran actitudes machistas, misóginas u homo/lesbo/bi/trans/gordo-odiantes”. Nos sentimos libres de besar y abrazar a nuestras compañeras y, a diferencia de lo que nos pasa en otros eventos de gran concurrencia, aquí no tuvimos que cuidarnos de que nos toquen o nos violenten. De todas maneras, si alguna situación te incomodaba, podías ir a la barra y decir “café con leche” como señal para pedir ayuda. Tampoco faltó lugar para el humor: las comediantes Noelia Custodio y Sta. Bimbo brindaron un show de stand up a sala llena, con el sarcasmo y ocurrencia delirante que las caracteriza. Paralelamente, se desarrollaron charlas y talleres sobre temáticas diversas que atraviesan al movimiento: defensa personal, la lucha por el aborto legal, el rol del feminismo en la política y la deconstrucción del amor romántico. En estos encuentros se generaba una atmósfera de complicidad; en los escenarios, las referentes volcaban sus ideas ante la mirada atenta de decenas de pibas que hacían preguntas y debatían en conjunto. Por un lado, Sta. Bimbo remarcando la necesidad de repensar los vínculos, expresó que “somos la generación a la que el amor tiene que dejar de dolerle”. Se detuvo en la importancia del amor a une misme, de la responsabilidad afectiva para con les otres y en la necesidad de romper con los modelos de belleza que nos condicionan y reprimen. Por otro lado, Ofelia Fernández sostuvo que “no es que el feminismo está politizado, es que es un movimiento político, nosotras venimos a hacer una nueva forma de política porque tenemos un objetivo que no es menor: cambiar el mundo».  Mientras tanto, en otro panel, Barbi Recanati junto a Gabriela Borreli, discutieron sobre la importancia de este momento histórico, repasaron la trayectoria de las mujeres en la música y reflexionaron sobre el laburo que implicaba lograr visibilidad en un ambiente machista donde claramente su expresión artística no tenía lugar. Un ambiente donde las pocas que llegaban debían tener cierta estética, cierta edad, cierto talento sobrenatural que justificara su pequeño lugar en la industria y, sobre todo, competir con cualquier otra mujer que compartiera ese rol.  “¿Cómo no nos dimos cuenta antes de que teníamos que hacer un festival donde tocáramos nosotras y fueran los chabones los que tengan que hacer fila y pagar para escuchar nuestra música?”, se pregunta la ex-utopians. Pero el encuentro que nos convoca nos dicta la respuesta y, como dice su canción, “estos tiempos son los nuestros” y en los escenarios comienza a vivirse ese quiebre.

Ilustración: Antonio Castiñeira.

 

Durante 12 horas de fiesta, más de 20 bandas de pibas hicieron vibrar a las más de cuatro mil asistentes a este evento único. Las músicas convocadas abarcaron una gran variedad de géneros: trap (Ms Nina), electro-pop (HTML, La Femme d´Argent, Ibiza Pareo, Agua Florida), rap y hip hop (Sara Hebe, Ana Tijoux), rock (Marilina Bertoldi, Hienas), punk (Las Exs, She Devils), cumbia (Kumbia Queers) y reggaetón (Mi$$il, Fresa Kill). Si algo no tuvo este festival fue tibieza. Ellas no solo fueron a ofrecernos su música, fueron a ofrecernos una postura, una visión de las cosas, llevando la militancia a sus letras y usando su arte como forma de lucha. “Estaba enojada, y ahora estoy preparada” corea la enardecida multitud junto a Marilina Bertoldi, resumiendo de forma simple y perfecta el sentimiento colectivo que nos organiza. La cantautora santafesina arengó también a las lesbianas presentes y terminó arrojándose al público como cierre de un show impecable. Por otro lado, Sara Hebe nos hizo vibrar con su tema devenido en himno “Historika”. Con sus letras de protesta hechas rap y reggaetón, brindó un espectáculo cuyo momento cúspide se vivió cuando subió al escenario una bandera con la leyenda «Ni una menos en las cárceles» y dijo: «para ellas que no tienen prensa». No faltaron los mensajes de empoderamiento: durante el show de Las Exs, la multitud saltó al grito de “y si me tocas te mato”, como declaración de guerra colectiva ante la violencia que sufrimos diariamente. Por otro lado, Hienas la rompió con  letras afiladas contra  la moral sobre los cuerpos y el acoso callejero: “¿te sigo pareciendo tan linda?” grita y repite una y otra vez la vocalista ante la simulación en escena de una creativa venganza contra un acosador: el público estalla de euforia. A puro pogo y perreo se fue reventando la noche. El cierre estuvo a cargo de Miss Bolivia y Las Kumbia Queers, con el baile y las arengas feministas a full como broche de oro a una jornada bisagra en nuestra forma de concebir los festivales. Fueron emotivas las palabras dadas por Patricia Pietrafesa, cantante de She Devils y Kumbia Queers: “Antes a nosotras nos trataban re mal en los festivales. ¡Qué bueno estar acá donde hoy todo es distinto!”. Y no sin esfuerzo podemos decir que Pat tiene razón.

Con fuerza, persistencia y creatividad, se está gestando un cambio de paradigma en la forma en la que las mujeres ocupamos los espacios. Un recambio cultural llevado adelante por aquellas voces históricamente silenciadas. Esas voces que hoy se levantan para decir “soy una piba, soy una lesbiana, soy une trans, soy un cuerpo disidente, y esto es lo que YO tengo para decir”. Y no es poca cosa: salir a gritar tu verdad en una sociedad que te cría par ser invisible es quizás el mayor acto de rebeldía. En medio de los interminables cuestionamientos sobre el talento, sobre la capacidad o sobre la altura, quizás deberíamos volver a preguntarnos ¿Qué sería del rock sin rebeldía?

El Festival Grl Pwr nos deja la certeza de que no tenemos que probarle nada a nadie, de que la música le pertenece a quien con ella redefina las formas de hacer y decir y, sobre todo, nos deja la certeza de que el cambio cultural depende de nuestra capacidad de no ceder ante una estructura patriarcal que nos dice que nosotras no podemos. Le guste o no a la gilada, el rock siempre fue  quiebre y esta vez, del quiebre nos encargamos nosotras.

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