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Un árabe, un judío y un chiste con remate quichua

15 Minutos de lectura

Gabriel Deck entra en la panadería de la avenida San Martín que está frente a la estación del ferrocarril. Es la más grande de Colonia Dora, pero Gabriel no va porque sea la más grande sino porque es a la que va siempre. Tiene que inclinarse un poco para pasar por la puerta, le pasa igual con la mayoría de las puertas. La dueña del negocio festeja su ingreso como una auténtica hincha del Real Madrid, lo llama por su apodo y aprovecha para mandarle saludos a la Tota. 

Por Maro Lavaisse.

Mientras Gabriel le cuenta sobre el malestar generalizado que nota en Madrid la dueña embolsa su pedido sin que fuera necesario hacerlo: unos cuantos bollos de pan ruso. Le entrega la bolsa, le pregunta si va a llevar algo más, intercambian sonrisas y Gabriel sale por la puerta, otra vez agachándose, con la mano en alto, saludando.

La escena es ficticia pero totalmente verosímil. Primero porque Gabriel Deck vuelve cada vez que puede a Colonia Dora (1). Y segundo, porque en esta localidad ubicada a 160 km. de la capital se comercializa hasta el día de la fecha pan ruso, un panificado compuesto de seis bollos encadenados que se fabrica con aceite en vez de grasa y está hecho a base de centeno. En la capital de Santiago no se consigue y hasta me atrevería a sostener que es un producto desconocido. ¿Cómo se explica esta peculiaridad? La genealogía aportada por el historiador Miguel Pajón ayuda a entender esta presencia así como también entendemos la del kipi y la sfija

Durante la primera mitad del siglo XX hubo una importante colectividad judía en Colonia Dora. Allí funcionó la primera colonia agrícola de la provincia y coexistieron dieciocho colectividades diferentes desde principios del siglo XX, siendo la judía la más numerosa y la más pujante en un sentido cultural (llegaron a convivir más de cincuenta familias). Pude ver unos videos fechados en 1928 en los que los dorenses judíos mostraban la producción de algodón, lo que era un experimento para ellos, por ser un fruto desconocido. Lía Sánchez Gramajo diseñó un escudo de Colonia Dora en el que las dieciocho banderas encierran a la casona del fundador, que aún se mantiene en pie, aunque en estado ruinoso. Los colonos judíos se asentaron hacia 1912, por intermedio de la Jewish Colonization Association (JCA) (2), y partieron masivamente y casi en su totalidad en simultáneo con la institución del estado de Israel, entre fines de los cuarenta y principios de los cincuenta. Los que podían afrontarlo económicamente viajaron a Israel. Los vínculos con los funcionarios de la JCA pueden pensarse como una ventaja a la hora de pensar la salida de Santiago a Israel. Además, para el trienio 1948-1951 la inmigración latinoamericana a Israel fue mayoritariamente argentina (Roniger, Babis, 2008). Otros de los dorenses judíos se fueron a Tucumán, Buenos Aires, Chaco, Santa Fe y algunos incluso dicen que a Estados Unidos. 

Esta disolución de la colectividad de Colonia Dora, si bien progresiva, aunque mayoritaria, entre fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, hace pensar en Santiago del Estero como un contexto expulsor para las minorías (3). Y cuando uno busca antecedentes adivinen qué: uno encuentra. A un hombre apellidado Smulvernat las persecuciones y amenazas de un tal Collado, un sátiro que vivía en las inmediaciones de la Escuela Normal, lo hicieron irse de Santiago. A Samuel Yussem, editor de ascendencia judía y militante socialista, lo detuvieron en 1945 por un incumplimiento impositivo. Y no era la primera vez que lo detenían ni sería la última. En 1946 cerraría sus talleres gráficos (que funcionaban desde 1932) y se iría de Santiago a fines de los cincuenta, a Tucumán, ciudad donde se había asentado su hijo. Escribí hace un tiempo una semblanza biográfica sobre él para Subida de Línea. Está en la edición diecisiete si quieren ver más (4). Y sobre el hostigamiento de Collado a Smulvernat pueden consultar el artículo de Tasso (2006). 

 

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En 1947 se derogaron en Argentina muchas de las restricciones impuestas a la inmigración. El año anterior el naciente peronismo había logrado la reapertura de la inmigración (interrumpida desde 1930), aunque manteniendo el rechazo del gobierno conservador-liberal de Ortiz y Castillo, a refugiados de Europa Oriental ya se imaginarán por qué cálculo: rusos más judíos igual a bolchevismo. Esta coincidencia entre los tiempos de la derogación de esas leyes restrictivas y la partida mayoritaria de latinoamericanos judíos parece contraintuitiva, pero se hace más entendible cuando consideramos que Santiago Peralta, un antropólogo antisemita confeso (autor de libros discriminatorios contra la colectividad judía en la Argentina), había sido designado responsable de la Dirección General de Migraciones en diciembre de 1945 (Senkman, 1992). Además por esos años, y acentuado en el año pre electoral de 1945 hubo muchas manifestaciones antisemitas, que pueden pensarse como manifestaciones locales de conflictos internacionales, y en los diarios se cruzaba la información: que habían sido “los peronianos” decían los antiperonistas. Entre otras barbaridades. El diario El Liberal de Santiago del Estero daba lugar, con una frecuencia aumentada a medida que se acababa 1945, a las críticas de diferentes voceros de la sociedad civil, aunque nunca con nombre y apellido, acerca de las inconveniencias y perjuicios de los pactos laboristas: expresaban su rechazo lustrabotas asociados, empleados de transporte urbano y canillitas, todos unidos por el descontento. Así como eran frecuentes este tipo de notas también lo eran, y resaltadas en las primeras planas y como notas principales, los viajes y propuestas de los candidatos opositores de la Unión Democrática.  

Después de entrevistar miembros de la colectividad en la actualidad, ex funcionarios vinculados a Colonia Dora, y descendientes de colonos dorenses judíos y preguntarles explícitamente por esta partida masiva de fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, refieren una multiplicidad de variables que permite imaginar un cuadro en el que sí se registran casos de antisemitismo y persecución sistemática, aunque no son la regla. Se trata de diferentes tipos de acoso que van desde episodios menores indocumentados, como el acoso a un niño judío en el baño de una escuela pública en la que los compañeros querían comprobar que era judío, hasta casos con intervención policial. 

 

¿Escucharon alguna vez ustedes un dicho, un refrán, o un chiste que se refiera a los judíos o al judaísmo en general?  

 

Con estos juegos lingüísticos se ponen a circular sentidos que contribuyen a la producción y reproducción de estereotipos. Cabe una pregunta psicoanalítica al respecto de lo que se pone en juego con un chiste y otra más acerca del efecto humorístico de lo no dicho. ¿Qué es lo que hace alguien cuando cuenta un chiste? Más allá de la intención de hacer reír, especifico más la pregunta: ¿por qué el que cuenta el chiste o afirma el estereotipo en tono satírico nos quiere hacer reír de eso? Los chistes y los estereotipos pueden revelarnos situaciones concretas de exclusión y/o silenciamiento (5). Si consideramos, por ejemplo, a Samuel Yussem en relación al sentido común que vincula judaísmo con socialismo, debemos agregarle al estereotipo su ascendencia rusa. Lo mismo para el caso de los colonos de Dora y su no tan célebre pan ruso. Tanto allí como en la ciudad capital, y de forma extensible a todo el territorio argentino, circula hasta la actualidad el mote de “ruso” como eufemismo para nombrar a los judíos, el mismo estereotipo usado por los fanáticos nacionalistas que perpetraron el pogromo de 1919 en Buenos Aires, conocido como “la Semana Trágica”, en la que cientos de inmigrantes judíos de Europa Oriental identificados como bolcheviques y anarquistas fueron detenidos y asesinados. Estos usos vigentes del “ruso” de la actualidad argentina que comento funcionan como apelativos cariñosos. Pero alguna vez fueron usados en un sentido despectivo. 

Francisco Santucho me contó que a fines de los ochenta, cuando tenía catorce años, una autoridad de la escuela lo apartó y le hizo pasar un mal momento, por haber estado supuestamente distraído durante el izamiento de la bandera. Le preguntó si es que acaso deseaba ver a otra bandera flameando. Qué crueldad. La referencia al trapo rojo y el trato inquisitorio a un hijo de desaparecidos. A un Santucho, de catorce años. Por otro lado, pero en un mismo sentido, me permito mencionar a Cecilio José Kamenetzky, víctima de la oscuridad de la última dictadura cívico-eclesiástico-militar. Fue asesinado el 13 de noviembre de 1976. Tenía dieciocho años cuando fue torturado y asesinado por Tomás Garbi y Ramiro López. De acuerdo al testimonio de ex presos políticos los torturadores hacían énfasis en que era judío y comunista. En noviembre de 2010 se dictó la sentencia de cadena perpetua y cárcel común para los multi-condenados Musa Azar, Tomás Garbi y Ramiro López Veloso y fue el primer caso de condena por delitos de lesa humanidad en Santiago del Estero. Kamenetzky estudiaba abogacía y militaba en la Juventud Guevarista (al igual que Samuel Yussem en él se cumplía el estereotipo del cálculo rusos más judíos igual a bolchevismo). Era descendiente de judíos aunque en un sentido cultural y no religioso. Lo mismo para todos los nombrados en este texto. Desde Samuel Yussem hasta los informantes claves, excepto Gabriel Deck, quien fue introducido solo como excusa para llegar a Colonia Dora y al legado cultural de los dorenses judíos. 

 

La palabra de los informantes claves

Hernán Kriscautzky fue presidente de la Sociedad Israelita entre 2012 y 2017. Cuenta que existen 55 colectividades en el interior del país y que es probable que la colectividad de Santiago sea la menos numerosa. Al consultarle por la partida mayoritaria de los dorenses judíos de fines de la década de 1940 lo primero que resalta como una generalidad es que las migraciones judías buscan centros de educación. La escasa oferta educativa del Santiago del Estero de la época es, en el relato de Hernán, el fundamento de la partida masiva de la provincia. En ese relato hay una entronización de la educación que coincide con su propia interpretación de la partida de los dorenses judíos (6). Arriesga una tesis sobre lo que sucede en «todo el mundo con los colonos judíos» y en su visión esa tesis es aplicable al caso santiagueño: si la colectividad es pequeña o migra, puede pensarse que haya habido algún contexto expulsor. Otro dato de interés que aporta es que “se frena el éxodo cuando empieza a crecer el nivel de la universidad acá, en Salta pasa lo mismo, se dejan de ir cuando mejora la universidad». Desconoce que algunas familias hayan viajado de Santiago del Estero a Estados Unidos (7) como comentan algunos informantes dorenses. Sí sabe de algunas familias que al dejar Santiago viajaron a Tucumán, Rosario y Buenos Aires. A esa lista de destinos mayoritarios Miguel Pajón le agrega Roque Sáenz Peña (Chaco), Moisés Ville (Santa Fe) y destaca a Tucumán como la ciudad predilecta de los dorenses judíos. 

 

Miguel Pajón es un historiador local, docente de la materia de historia en la escuela secundaria de Añatuya (8), y ex funcionario estatal. Ocupó el cargo de delegado departamental de Avellaneda entre 1995 y 2004. Es descendiente de judíos por vía materna (su abuela era hija no reconocida de un agricultor judío). Parte de sus intereses como historiador están vinculados a la colectividad judía de Colonia Dora y a la historia de la localidad en general (9). Acerca de la colectividad judía allí asentada, entiende que actuaron de acuerdo a sus visiones y proyecciones, y ve en esas actuaciones grandes diferencias respecto de los inmigrantes árabes. En su interpretación los judíos que llegaron a la provincia estaban pensando desde un principio en la creación del estado de Israel, se sabían de paso; en cambio los árabes llegaron pensando en afincarse definitivamente. Las características de Suncho Corral (10) le parecen un caso que ejemplifica su interpretación. Escucharlo me hizo pensar en la categoría de “comunidad invisible” que plantea Luis Roniger (1992:41) para referirse a “un grupo que prefiere la movilidad individual a la afirmación comunitaria”. Roniger propone este concepto para referirse a los latinoamericanos en Israel, pero resulta también aplicable en el escenario provincial al caso judío y no tanto al árabe. Lo que Miguel destaca de los dorenses judíos es su capacidad de adaptación. A diferencia de lo que sucede en otras latitudes, los colonos dorenses no tenían una vestimenta que los caracterizara. En su visión esto sucedió por una rápida desaparición de los signos y costumbres que los colonos originales habían traído. Ve en las comidas regionales un signo de esta rápida conjunción cultural: la bagna cauda de los italianos, el kipi de los árabes, y el pan ruso, productos que consumían tanto alemanes y polacos como criollos.

Respecto a la lengua, destaca un aspecto llamativo. Comenta que muchos de los dorenses judíos murieron sin poder hablar con fluidez el castellano local y que muchos de ellos sí dominaban el quichua. Ese le parece un signo de gauchización y la entiende como una estrategia de adaptación de los colonos dorenses. En su visión la cercanía que generaba con los lugareños el hablar en quichua les servía también en un sentido comercial. Miguel cuenta un chiste que circulaba en Colonia Dora y Añatuya que me parece una hermosa manera de cerrar. Se trata de un árabe que molesta a un judío vendedor ambulante. Le pregunta todos los días cuando pasa si tiene huevos. Le pregunta porque sabe que no puede pronunciar huevos, en cambio logra un voivos. Un día cansado de la chicana, cuando el árabe le pregunta si tiene huevos contesta que sí, que tiene voivos y que pishco también. Un árabe y un judío en el interior de Santiago del Estero y un chiste con remate quichua.

 

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Notas

(1) El historiador Miguel Pajón aporta el dato de que Colonia Dora  integra una zona de antigua población que se estableció a las márgenes del rio Salado. Desde épocas remotas, poblada posteriormente por las antiguas poblaciones de La Manga y El Bracho. Fue fundada en 1900 por el terrateniente Antonio Lopes Agrello, portugués de origen, cónsul y representante comercial del Imperio Portugués en la Argentina. Una de sus hijas se llamaba Dora Lisa, y de ahí la denominación del poblado. En 1898 remató al Banco Brasileño de Tarapacá casi cuarenta mil hectáreas en el departamento 28 de marzo, actual Avellaneda, y facilitó el asentamiento de los primeros colonos de Dora. En la interpretación de Miguel Pajón se trataba de un “fundador a la distancia” puesto que vivía en Buenos Aires. Le reconoce mayor protagonismo a su cuñado José María Lastra (hermano de la esposa de Lopes Agrello). Fue él el organizador de la ciudad en términos de distribución del trabajo y de la cuestión agronómica (propuso la técnica de rotación de cultivos en la siembra de maíz y trigo, que era desconocida en la zona). Bajo su gestión se produjo una expansión en la economía que le hizo adquirir notoriedad y por la cuál fue reconocido como autoridad por la provincia.
Para más acerca de la figura de Lopes Agrello, consultar la nota de Lía Sánchez de Oliva, en el blog de Miguel Pajón: Los tres Lopes Agrello.

(2) Organización filantrópica fundada en 1891 y clausurada en 1978. Su finalidad era la de contribuir con la migración masiva de judíos de Europa Oriental. Le compraron parte del terreno al fundador de Colonia Dora (Antonio Lopes Agrello) para el establecimiento de los colonos judíos.

(3) Acá se impone una pequeña digresión aunque no menor: mis primeras aproximaciones a estas cuestiones fueron siguiendo la trayectoria de Samuel Yussem y las hice convencido de que se trataba de un caso de un próspero descendiente de inmigrantes sirios o libaneses cuya familia había pasado, siempre en mi imaginación, de la venta ambulante a la actuación política en un par de generaciones. En el caso de los sirios y libaneses en Santiago del Estero, para nada puede decirse que se trate de una minoría excluida. Hasta tenía preguntas planteadas en torno a la inmigración sirio libanesa y su acogida en Santiago del Estero en un sentido identitario. Y desde ya que me encontraba involucrado en forma personal por ser yo mismo descendiente de inmigrantes libaneses. Estas preguntas se resignificaron al dar con el origen ruso judío de Yussem y me advirtieron de mis propios  preconceptos en torno a la inmigración en general. Por sugerencia de Ana Teresa Martínez redireccioné mi interés de los sirios y libaneses a los santiagueños judíos. Y todavía valen aquellas preguntas porque ya estaba pensando en ciertas operaciones identitarias de efecto performativo territorial y estatal, normalizadas a través de distintos dispositivos (Briones, 2008:20) y que en el mediano y largo plazo sedimentan en el sentido común. Briones precisa que no es sencillo hablar de formaciones de alteridad de todo un país puesto que existen estilos locales propios de construcción de hegemonía. Esa puntuación de la autora me hacía preguntarme por matrices locales productoras de alteridad en Santiago del Estero. Y tal vez esa confusión acerca de la nacionalidad de Samuel Yussem diga, además de mis propios prejuicios, algo en conjunto acerca de la trayectoria de árabes y judíos y sus matices diferenciales.

(4)  Por entonces no sabía si era descendiente de inmigrantes o inmigrante él mismo. Al día de la fecha sé que llegó de Besarabia a Santiago a fines del siglo XIX, con trece años y acompañado de sus hermanos Simón y José. Quienes lo recuerdan destacan que su pronunciación del español estaba afectada por su lengua madre. Por entonces tenía motivos para pensar que se había ido de Santiago en la década del sesenta y ahora puedo precisar, después de entrevistarme con sus nietas, que en realidad fue a principios de los cincuenta, y que tenía un contacto fluido con la democracia cristiana de Santiago del Estero en sus orígenes.  Viviría en Tucumán unos años junto a su hijo Fernando y su familia y en 1961 se mudaron a Buenos Aires ciudad donde vivió en un departamento frente al Jardín Botánico sobre Avenida Santa Fe. Falleció entrada la década del ochenta (antes pensaba que había sido en 1976) ya siendo un octogenario y en estado de senilidad.

(5)  En una edición de El Liberal llamada Santiago Profundo (2008) se publica una reseña de diferentes poblados del interior de la provincia y al describir a Colonia Dora se resalta la participación cívica de un descendiente de sirios llamado Jorge Sherif. De los dorenses judíos ni una palabra. Las intenciones del medio no se pueden ver (y por lo tanto tampoco juzgar) como por lo general sucede con las intenciones. Pero en este no decir (o decir otra cosa) se les escapa una operación de silenciamiento.

(6)  Dice Hernán: “lo primero que construían los colonos era la escuela que funcionaba como templo y vivían ahí además, luego, el cementerio, luego las casas y al último el templo. Es algo cultural: el establecimiento de cortes de justicia y de centros educativos. La educación para la colectividad es muy importante. Por eso buscan afincarse en ciudades que garanticen la educación universitaria”. Luego reafirma la idea contando de juegos típicos de la Pésaj, las pascuas judías, en la que incentivan a los niños a pensar al presentarles objetos sin sentido por los cuales deben preguntar. También cuenta de otros que tienen el fin de enseñarles el alfabeto a los tres años con golosinas de recompensas.

(7)  Informantes de Colonia Dora aportaron el dato de que la familia de Jorge Efron emigró a los Estados Unidos y que Zac Efron, un actor norteamericano de fama internacional, tendría ancestros santiagueños. Para desmitificar este dicho Hernán Kriscautzky aporta el dato de que “Efron” es un apellido judío muy común.

(8)  Localidad del interior santiagueño próxima a Colonia Dora. Es la cabecera departamental de Taboada. En la ciudad también existió una colectividad judía, aunque no tan numerosa como la de Dora. En la actualidad se pueden advertir inscripciones sobre las ruinas de lo que fuera la sinagoga de Añatuya, frente a la plaza principal.

(9)  Al momento de la escritura del presente Miguel Pajón se encuentra trabajando en la producción de un libro sobre la historia de Colonia Dora en la que dedica un apartado a la comunidad judía. Para más ver: click aquí.

(10) Localidad del interior, cabecera del departamento Juan Felipe Ibarra, situada a 86 km. de la ciudad capital en dirección noreste y  establecida exactamente en el centro de la provincia y la mesopotamia santiagueña. Se caracterizó por albergar a muchos inmigrantes sirios libaneses a lo largo del siglo XX. Sus calles principales que se intersectan son: la Avenida 25 de mayo, paralela a las vías del ferrocarril, donde se asienta la plaza principal y la mayoría de los comercios, y la calle República de Siria. Sobre la avenida principal, y frente a la plaza, se contaban consecutivamente doce casas de inmigrantes sirio libaneses a mediados del siglo XX.

Referencias bibliográficas

Briones, Claudia (2008) Poblaciones originarias y migrantes. Diversidad cultural e interculturalidad: ¿de qué estamos hablando? en García Vázquez, Cristina (comp.) Hegemonía e interculturalidad. Buenos Aires:Prometeo. 

Roniger, Luis y Babis, Deby (2008) Latin american israelis: the collective identity of an invisible community. En Bokser, Judit (ed.) Identities in an era of globalization and multiculturalism: Latin America in the jewish world, Boston:Brill, citado por Rein, Raanan (2011) ¿Judíos argentinos o argentinos judíos?: ensayos sobre etnicidad, identidad y diáspora, Buenos Aires:Lumiere.

Roniger, Luis (1992) Los latinoamericanos de Israel: la comunidad invisible. Reflejos #1, pp. 39-49.

Senkman, Leonardo (1992) Etnicidad e inmigración durante el primer peronismo, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol 3, #2, La inmigración en el siglo XX, Universidad de Tel Aviv, versión en línea, consultado el 9/12/2019: link.

Tasso, Alberto (2006) Amigos, socios y contertulios. Vínculos personales y espacios de sociabilidad entre árabes y judíos en el norte argentino, en Klich, Ignacio, Árabes, judíos y árabes-judíos en la Argentina de la primera mitad del novecientos. Buenos Aires:Siglo XXI.

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