#Notas

De mujeres, luchas y canciones

5 Minutos de lectura

Por Alejandra Cáceres Márquez

“…y esta suerte de nacer mujer y empoderarme,

mi cuerpo es mío y yo decido,

asi que respetame…”

Rapea Nata Ly Nly en su canción “Verde lucha”, la escucho desde una plataforma digital en mi computadora. Mientras, con la piel erizada, pienso en la fuerza de las mujeres músicas que se empoderan y empoderan a otras mujeres con sus canciones. La sororidad se hace melodía y me propone un nuevo ejercicio sociológico: hablar de nosotras y de las canciones que nos interpelan. 

En la sociedad, la música se encuentra ligada a nuestra necesidad de comunicar sentimientos, experiencias y vivencias. Porque, muchas veces, resulta más sencillo que hacerlo por medio del lenguaje común. Como dice el sociólogo británico Simon Frith, la música es particularmente poderosa en su capacidad interpeladora ya que trabaja con experiencias emocionales intensas, mucho más potentes que las procesadas por otras manifestaciones culturales. Es que la música popular permite su apropiación para uso personal porque nos identificamos con las canciones y las incorporamos a nuestra identidad. 

Pero, lejos de ser un lenguaje universal, trascendental y autónomo, la música es un discurso cultural que se relaciona con el sistema social en el que se inscribe, dice la musicóloga Susan Mc Clary. Por eso, las fuerzas sociales que mueven ese sistema condicionan las manifestaciones culturales que en él se generan, entre ellas la música popular que construye identidades a través de las melodías y las letras de las canciones. Esas identidades son puntos de adhesión y las entendemos en el sentido de diferencia porque se procesan en relación con el otro, con lo que no somos. 

Vivimos en una sociedad patriarcal, por lo tanto en la música también persisten desigualdades. Del mismo modo que en otros campos, el rol y participación de las mujeres es más difícil que para los varones por los obstáculos que se deben vencer. Entonces, cuando algunas mujeres músicas alzan la voz y se rebelan contra el discurso masculino predominante, en el que las mujeres ocupan un lugar subalterno, la lógica de ese sistema patriarcal se desequilibra. Por eso, “existir” (nada más y nada menos) es la primera forma de subversión que realizan las artistas, bandas o grupos musicales femeninos. 

En el campo de la música, la mujer es “el otro”, una alteridad que cuando se empodera adquiere conciencia de su individualidad y su capacidad para actuar en ese contexto. Desde el punto de vista femenino, sostiene la musicóloga Laura Viñuela Suarez, el empoderamiento es una estrategia para que las mujeres abandonen su tradicional papel de pasividad y sean capaces de tomar sus propias decisiones.  Basta escuchar alguna canción de Violeta Parra para entender esta idea: ella fue una mujer música que luchó contra los prejuicios respecto de la identidad femenina, abriendo su propio camino con canciones que comunican sentimientos, recuerdos, denuncias y las luchas de colectivos subalternos. Nata Ly NLY y otras mujeres músicas toman esa influencia y la potencian. Así como la música segrega, también congrega. 

“Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar,

somos el grito que no pudieron callar…”

Judith Butler afirma que el impulso feminista emerge a menudo del reconocimiento de que el propio dolor, silencio o enojo no son exclusivos de cada mujer sino que se trata de una situación cultural compartida.  Es por eso que las nuevas generaciones de mujeres encuentran en el feminismo un instrumento de transformación de la realidad. 

Nata Ly contribuye con su música a ese cambio, muestra lo que ocurre a su alrededor. Es rapera “del Estero”, no del Bronx, por eso sus canciones se sitúan en su lugar de origen y tienen la influencia de ese entorno: fusiones con aires de chacarera, fragmentos rapeados en quichua como homenaje a sus abuelos de Salavina. Lo indígena, lo latinoamericano y nosotras, las mujeres. Su participación en el colectivo feminista Las mariposas, grupo de actrices, músicas y artistas, promueve las temáticas feministas que están presentes en su arte desde siempre porque los problemas son compartidos, al igual que los cuidados. El rap es su herramienta para decir. Ritmo y poesía (rythm and poetry) son los elementos de esta música popular urbana que, como signo de producción cultural popular dentro de la ciudad, se ha transformado en un lenguaje que se adapta a diferentes espacios y se apropia de distintos rasgos culturales que lo redefinen constantemente.  

Todo producto cultural está situado en tiempo y espacio porque participa de las distintas problemáticas que afectan a la sociedad en la que se ubica. Como sostiene la periodista Romina Zanelatto, el contexto donde se produce la música es fundamental para entender las experiencias que las inspiran y los testimonios que manifiestan. La música para nosotras ejerce un doble efecto: por un lado, nos dispone a ser cuestionadas socialmente en nuestra identidad y, por el otro, es una herramienta para expresarla ante la sociedad.

Las músicas, en tanto artistas, reaccionan ante la realidad y las canciones son  herramientas para decir lo que se piensa y lo que se siente. Pierre Bourdieu dice que los y las artistas pueden utilizar el poder que les confiere su capacidad de producir una representación crítica del mundo social y de ese modo contribuir a cambiar el orden establecido. Esto es posible porque la música no viene de lugares abstractos; por el contrario, la hacen personas condicionadas por el mundo en el que vivimos y, a la vez, la música influye en ese mundo.

 “Me levanto y alzo mi voz aunque les moleste,

esta sociedad machista que está podrida,

yo soy la sangre y no está dormida…”

“Verde lucha” es la canción que sirvió de dispardor de este texto, habla del reclamo por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y eso se traduce en la lucha por el aborto legal y seguro. En Argentina, muchas mujeres en situación de vulnerabilidad mueren al someterse a prácticas no seguras para eliminar embarazos no deseados; el aborto clandestino mata mujeres y ensancha la brecha entre privilegios de clase.  

Gracias a la movilización de miles de mujeres enmarcadas en la Marea Verde, alcanzar el derecho al aborto legal era solo una cuestión de tiempo. Ahora que es ley, las mujeres abrazaremos nuevas luchas para alcanzar nuevos derechos que nos hagan un poco más libres y fortalecer los que ya conquistamos.  Y las mujeres músicas seguirán cantando a esos nuevos desafíos porque la música es un modo concreto de enfrentar los retos en cualquier circunstancia. Y, como dice el etnomusicólogo Julio Mendívil, cuando en este mundo el uso de la música como empoderamiento ya no sea necesario, le cantaremos solamente a la ternura. Porque todo se transforma, como el barro. Mientras tanto, sigo escuchando a Nata Ly rapear: 

“…la esperanza y su color se hace presente,

se va a caer y es para siempre”.

Referencias Bibliográficas 

Bourdieu, P. (1995). Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Editorial Anagrama SA.

Gilbert, A., Liut, M. (2019). Las mil y una vida de las canciones. Buenos Aires: Gourmet Musical.

McClary, S. (1991). Feminine Endings. Gender, Music and Sexuality. Minessota: University of Minessota Press.

Mendívil, J. (2016), En contra de la música. Buenos Aires: Gourmet Musical.

Viñuela Suarez, L. (2003) . La construccion de las identidades de género en la música popular. Dossiers Feministes 7. No me arrepiento de nada. Mujeres y música. 

Zanellato, R. (2020). Brille la luz para ellas. Buenos Aires: Marea Editorial.

Nata Ly NLY “Verde lucha” https://www.youtube.com/watch?v=p5SHN4wbjjQ

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