#Crónicas#Notas

Cuando el ruido regrese

4 Minutos de lectura

Y por todo el puto ruido, ese del futuro allí…

Indio Solari

Por Nicolás Adet Larcher

“¿Alguien va a la movilización de la tarde?”, “¿cuál movilización?”, el mismo diálogo se dio en dos grupos de Whatsapp. “La patria y nuestros derechos no se negocian”, decía el flyer. En la Plaza Libertad a las 19 horas, concentración y ruidazo, decía más abajo. Que el enojo haga ruido. Eran las 13 del martes y se sabía muy poco de la convocatoria. “Voy”, dijo uno inmediatamente. Al minuto se sumaron dos, tres, cuatro más. Vamos. 

“Los jubilados tenemos que salir a la calle porque no tenemos plata para los remedios, no tenemos aguinaldo, no tenemos bono, no tenemos aumentos. La movilidad jubilatoria se ha esparcido por el aire” grita María Chabela desde un micrófono en el centro de la plaza. Son casi las ocho de la noche y se ha congregado una multitud en el microcentro santiagueño. No hay banderas partidarias, sí banderas argentinas. Algunos cargan sartenes y cacerolas que suenan y se callan entre los aplausos. En los silencios se escucha una chacarera desde algún parlante que cruza la calle. En la glorieta de la plaza el micrófono cambia de mano pero las consignas se repiten, una tras otra. El parlante pierde potencia y se apaga. Una mujer dice “no importa”, y toma la palabra sin un amplificador para su voz. Se para en el centro y dice: “Argentina es plurinacional, el decreto de Milei avasalla derechos culturales (…) unámonos más allá de cualquier bandera política”. Termina su discurso gritando: “no al extractivismo, sí al monte, sí a la vida…” lo mismo que tiene inscripto en su remera. La gente aplaude hasta que vuelve el sonido y corea: unidad de los trabajadores/ y al que no le gusta/ se jode, se jode. El docente Chungui Chazarreta toma el micrófono con las últimas luces del día y dice: “que este gobierno vea que no nos pueden dividir, que no nos pueden separar, que no nos pueden llevar puestos porque estamos parados y firmes”. También pasan Luis Garay, del Instituto Espacio para la Memoria y la ex diputada del Frente de Izquierda, Andrea Ruiz. Referentes de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina (CTA) leen un comunicado que dice “que se sepa, nosotros no aceptamos la monarquía de las fuerzas del cielo” y denuncian la inconstitucionalidad del DNU. Trato de hacer memoria y no recuerdo cuándo fue la última vez que vi a muchas personas de aquí compartiendo marcha y escenario. “Muchos dicen que convoquemos a la CTA, que convoquemos a la CGT y no! depende de nosotros voltear ese decreto” dice Ruiz y cosecha aplausos. La multitud se va a la calle y se encima con autos y motos. La policía despliega su operativo. El canto de los coyuyos entre los árboles tapa las bocinas.

Imagen: Nico Adet Larcher

Después del estallido de 2001, los cacerolazos volvieron en 2012 en forma de fichas contra el kirchnerismo y en un formato que incluyó a un sector bien acomodado de la sociedad (señoras “con pelo de Cocker planchado”, como decía un tuit) y otras personas identificadas con la clase media. Para los medios oficialistas de la época ese fenómeno de un sector sin representación electoral se redujo a un “cacerolazo de derecha”. La cacerola ya no era el símbolo del hambre. Eran los meses del 54% de Cristina y el inicio de su segundo mandato, la duplicación de la clase media, la devaluación, el salario más alto de Latinoamerica, las cadenas nacionales, la pelea con Clarín, las primeras medidas sobre el dólar y el “vamos por todo”. En 2015, el macrismo armó un partido y ganó las elecciones aglutinando las demandas que sonaron en tres años antes en esas cacerolas no escuchadas a las que ya no les alcanzaba con vivir bien, quería vivir mejor. De ahí hasta aquí, los golpes contra las ollas volvieron a perderse en el tiempo. “Este es mi primer cacerolazo” me cuenta ahora una investigadora y me abre más preguntas. Es el primer cacerolazo para muchos.

Imagen: Nico Adet Larcher

No me quiero alejar mucho del tema, solamente recordar un cacerolazo que tuvo lugar antes de la década ganada. En 2002, y en sintonía con el resto del país, Santiago del Estero tuvo un cacerolazo masivo de la mano de una organización ciudadana compuesta por profesionales de la clase media santiagueña que, en un hecho inédito, unieron fuerzas con algunas organizaciones políticas y sindicales como el Partido Obrero o la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA). Se llamaba Foro de Entidades Intermedias. En plena crisis económica, lograron congregar a 2 mil personas en un cacerolazo histórico en Plaza Libertad. El periodista Julio Carreras recuerda muy bien este acontecimiento en una crónica, por lo que no me voy a explayar mucho. Entre 2001 y 2004 esas personas aglutinaron un gran número de reclamos de la sociedad hacia el Estado y el empresariado, especialmente el Grupo Ick. Eso se tradujo en un cruce de solicitadas en los diarios impresos que terminó con una querella contra 21 personas de parte de Néstor Ick, fallecido este último 19 de diciembre. “No era un factor menor la elegante presencia de los manifestantes y su prestigio social: abogados, médicos, arquitectos, farmacéuticos, escribanos, docentes, periodistas, eran quienes daban la cara, bien vestidos, sonrientes y cultos, a una sociedad que, en muchos aspectos dependía de ellos por cuestiones vitales”, relata Carreras. Eran tiempos violentos en la provincia después del Doble Crímen de la Dársena, la caída del juarismo, el Gran Hermano de Musa Azar y la intervención federal. 

Imagen: Nico Adet Larcher

Veintiún años después los autoconvocados vuelven a sumarse a las concentraciones en plazas. Banderas argentinas, primero. Ayer un hombre dijo que era la primera vez que decía lo que pensaba frente a una audiencia. A los pocos minutos la movilización se dispersó y quedó la semilla para próximos encuentros que vendrán. Meses turbulentos esperan por nosotros. El ruido del futuro.

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