#Notas

Un libro conveniente para las pibas: el placer como bandera

6 Minutos de lectura

Por Johana Lacour.

“Putita Golosa: por un feminismo del goce” es el último libro de la periodista feminista Luciana Peker (1), que fue editado por Galerna y salió en mayo de este año. Embarcarse en la aventura de su lectura es adentrarse en un abanico de capítulos que mueven aún más las estanterías de esta sociedad que, para nosotras, necesita barajar y dar de nuevo, porque cuando decimos “ahora es cuando” estamos diciendo que es urgente. Ella es autora de otro libro que se llama “La revolución de las mujeres: no era sólo una píldora”, igual de importante para nuestra genealogía feminista.

El libro que convoca a esta reseña, es de esos que por su título de entrada genera una cierta “incomodidad”. Una compañera me dijo: “no sé, me da cosa llegar y decir ‘putita’ en la librería”. Eso nos pasa a muchas y habrá que empezar a entender por qué. El título, comenta la autora, tiene que ver con una metáfora del fútbol en una bandera que le colgó Rosario Central a Newell’s en 2015, que decía: “Pecho: putita golosa”. Esto de manera lineal quiere decirle a su contrincante que le gusta que le metan goles, poniendo al placer femenino como un insulto futbolero. Entonces, ¿ser golosa es negativo? ¿las mujeres queremos ser golosas? Con el término puta se abren aún muchos más interrogantes que son caminados por la autora en conjunto con aportes de otras periodistas y militantes feministas, así como también en la experiencia de mujeres. Una de las referentas del feminismo santiagueño, Cecilia Canevari, dijo una vez que el patriarcado es como una cebolla, que tiene múltiples capas. Entonces, con el claro impulso de reivindicar nuestros placeres, pero también de seguir despojándonos de esas capas, que son trampas patriarcales, el libro deja abiertos algunos desafíos para quienes nos asumimos feministas y para las que no, también.

Son veintidós capítulos de atrapante lectura donde se plantea, principalmente, pensar al goce y al deseo como dos categorías políticas intrínsecas de esta etapa de nuestro movimiento de mujeres y feminista, necesarias para poder comprender y poner sobre la mesa la profundidad de nuestras demandas, en una oleada que queremos llegue cada vez más lejos. Así como también, que las libertades que supimos conseguir tienen sus costos, en una continua e incansable lucha del patriarcado por reconfigurarse y persistir, esto es algo que Peker sostiene transversalmente durante la mayor parte del libro.

 

«pensar al goce y al deseo como dos categorías políticas intrínsecas de esta etapa de nuestro movimiento de mujeres y feminista, necesarias para poder comprender y poner sobre la mesa la profundidad de nuestras demandas, en una oleada que queremos llegue cada vez más lejos»

 

La autora delimita tres revoluciones sexuales, la primera con la píldora anticonceptiva, la segunda “una liberación sexual colectiva y profundamente política”, que fue la anticoncepción gratuita, y una tercera, post NI UNA MENOS, con el “no nos callamos más”, poniendo en jaque, sobre todo, a los abusos dentro del ámbito de nuestras camas. Esto es el puntapié para explicar los argumentos que sostienen su escritura.

 

«Invasión» (2014). Por Iñaqui Ortega.

 

Gozar como tarea de primer orden

El feminismo, hoy en día, lucha para que las mujeres podamos hacer lo que queramos casi en el sentido estricto de la frase. Si bien se expresan múltiples formas, colores y sabores, que pugnan dentro de los feminismos actuales, es una característica de este momento histórico la irrupción de una generación que no tolera el lugar de víctima en este sistema patriarcal. Una ruptura, paradójicamente, a los gritos con el silencio.

En este entramado se hace necesario mencionar la comida como un elemento más frente al cual las mujeres hacemos gala de restringirnos. Aquí es donde la autora menciona una serie de situaciones en las que esto pasa, por ejemplo, que en las primeras citas a veces no comemos, o comemos muy poco. No comemos ante la mirada de la prima poco copada que te dice: “¿no te tendrías que estar cuidando vos?”, o ante nuestra madre que reitera “a la noche mejor es no comer”. Pero, ¿por qué? La crítica a la gordura no es por salud sino por defender a rajatabla la norma de inculcarnos la vergüenza de nuestros cuerpos, “no es una critica constructiva sino discriminatoria y segregadora”, afirma, y coincido en que la delgadez es un régimen político que heredamos. Pero tal y como dijo Carlos Jáuregui (2): “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. Nuestro feminismo actual toma cada insulto que recibimos, lo reinventa, lo utiliza, le da connotaciones que empoderan, y así avanza y conquista.

Otra cuestión que plantea Peker con respecto al disfrute, en un vínculo directo con luchar para poder dar vía libre a nuestros deseos, es reafirmar que cuando hablamos de cosificar no atacamos a las mujeres que quieren mover el culo, sino que cosificar es quitarle poder de agencia propia a esos culos, que quizás son mostrados con entera voluntad. Cuando hablamos de cosificar no estamos en contra de quien quiera mostrar su cuerpo, eso forma parte de la autonomía que intentamos conseguir a veces a los codazos (o a tetazos, otras, muy pedagógicamente), sino de la reapropiación que hacen de esos cuerpos, quienes se jactan de ser sus dueños.

Las mujeres en el poder es otro aspecto que la autora analiza. Las mujeres no podemos tener poder y mucho menos gozar de ello, ni siquiera sentirnos cómodas en esos lugares. Las distintas tapas de la revista Noticias sobre Cristina, son tomadas como ejemplo para graficar esto, sumado a lo que sucedió con otras presidentas mujeres en América Latina, como Dilma Rousseff en Brasil, o Michelle Bachelet en Chile. Siempre, aunque con diferentes intensidades, han sido blanco de múltiples críticas misóginas, tratando de hacernos saber que ese es el costo que debemos pagar si osamos salirnos de nuestro lugar “natural”. Es signo de la modernidad intentar, de alguna forma, aleccionar a las mujeres “empoderadas”, siempre algún precio tenemos que pagar por tener poder, pero, también por tener libertades. Y cuando se lo hacen a una, sea Cristina o cualquier otra, nos están enviando un mensaje a todas nosotras, el castigo siempre es para todas.

La revolución del deseo

Estamos en una crisis, pero una crisis “de las buenas”: hablamos con nuestras amigas, entre facturas con mucho dulce de leche y mates sobre cómo vamos a hacer para construir desde las relaciones sexo-afectivas que tenemos, relaciones feministas: un amor compañero (o varios amores compañeros). Y no solo están en crisis las relaciones ya establecidas, sino, obviamente, el paso previo, estamos atravesando un cimbronazo en las formas de seducción, las mujeres avanzamos, pero esto (otra vez) genera costos. La mayor autonomía femenina y la búsqueda de placer en las mujeres, genera fobia en muchos varones, allí también pagamos “peaje”: mientras los varones en espacios de poder, o exitosos, atraen, las mujeres con los mismos logros repelen o asustan porque se ve amenazado el lugar de los varones como poseedores y proveedores, y esto, según la autora, es expresado por ellos mismos. Que lo personal es político no es joda, por eso Peker refuerza la pregunta “¿y la liberación de los varones para cuando?” Luciana nos dice “nosotras venimos poniendo en pie, por lo menos, un par de revoluciones. Y hay que decirlo: los varones ninguna. El hombre, finalmente, no fue nuevo”, esto es un elemento clave para pensar nuestra actualidad.

 

«Que lo personal es político no es joda, por eso Peker refuerza la pregunta “¿y la liberación de los varones para cuando?” Luciana nos dice “nosotras venimos poniendo en pie, por lo menos, un par de revoluciones. Y hay que decirlo: los varones ninguna. El hombre, finalmente, no fue nuevo”, esto es un elemento clave para pensar nuestra actualidad»

 

Ya no estamos (solamente) buscando conquistar derechos civiles o políticos. Sino que estamos construyendo una ciudadanía feminista, que saca verdaderamente nuestros cuerpos del servicio a los hombres, para ponerlos al servicio de nuestro propio placer. Y no estamos hablando desde el individualismo, porque impulsamos también formas amorosas y comunitarias, colectivas, pero sí estamos reapropiándonos de nuestra autonomía, de nuestros proyectos de vida. Que gritemos libertad no significa que gritemos liberalismo. Son dos polos opuestos que delimitan a fuego nuestras verde-violetas intenciones.

Es un libro que ayuda a explicar(nos) cómo en estos tiempos de crisis, el feminismo es una mano extendida en la penumbra neoliberal, ya que nos propone nuevas formas de encontrarnos, de acercarnos y de desearnos. Lectura imprescindible para regalar a nuestras hermanas-amigas, compañeras, o cualquiera a quien siempre deseemos una vida libre de violencias, llena de facturas con dulce de leche y de amor compañero.

 

Notas

(1) Luciana Peker es periodista de Las/12 de Página/12, Radio Nacional.

(2) Carlos Jáuregui fue un activista LGBT argentino, primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).

 

 

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