#Crónicas#Notas

Festival Internacional de Jazz

3 Minutos de lectura

Por Sebastián Barrionuevo.

 

Fueron nietos de esclavos los negros que generaron el jazz,

la más libre de las músicas.

Eduardo Galeano

 

En esta comarca a menudo se dice “que pocas cosas pasan” o “que nunca pasa nada”,  pienso, que más por inercia que por una correspondencia con la realidad. Otra frase típica es la que señala la cuestión de “la chatura santiagueña”, también es un endeble diagnóstico que utilizan algunos pocos santiagueños para explicarse a sí mismos su alejamiento del pago y consolarse del desarraigo, ¿acaso pensarán que se encuentran en otras geografías viviendo el estallido de algo totalmente novedoso e impensado en su lugar de origen?

Gonzalo Velázquez estuvo visitándonos en “Eléctrico Ardor” el programa de radio que hacemos por Radio Universidad los lunes a las 22 horas. Él es uno de los hacedores principales del Festival Internacional de Jazz que finalizó el lunes 3 de septiembre en nuestra ciudad, un encuentro musical que trama y compromete una gran organización colectiva que sucede desde hace 6 años en Santiago del Estero. Se entrelazan músicos de distintas procedencias -Europa, África, Latinoamérica o el mundo entero-, todo se sucede en este territorio que también tiene virtuosos músicos, que actúan como anfitriones de lujo que exploran y se alimentan del encuentro.

En el discurrir de esta edición la presencia de un músico como Tony Malabi dio características históricas y únicas. Según nos comentó Gonzalo, este saxofonista es parte de la vanguardia del jazz y vino a participar del festival desde la vecina ciudad de Nueva York. Como buen santiagueño, nos hizo notar que la visita de este consagrado músico por estas latitudes tranquilamente podrá recordarse como la que supo realizar Bill Evans a San Nicolas de los Arroyos en el año 1979. Párrafo aparte, hay algunas crónicas que rememoran esa visita y esa actuación olvidada del gran pianista ya consagrado mundialmente.

 

Ilustración: Juanca Páez Giménez.

 

El festival es un encuentro que promueve la música de lo imposible o el camino de todos los posibles juntos. Los músicos que comparten y participan de los escenarios van trazando diferentes posibles en sus musicalidades, es más, muchos de los recorridos melódicos se dibujan y descubren en la dinámica de ese momento compartido en el escenario. Es por eso que se trata de una celebración de la conversación abierta y plural.

Es necesario pensar toda esta dinámica en el contexto de crisis nacional en que nos encontramos todos angustiados y doloridos, justamente, porque los principales responsables de esta situación de crisis nacional son quienes dijeron desde el comienzo -con un sonido monocorde y trillado- que lo que estaban haciendo era lo único que podía hacerse con nuestro país.

Se excusaron en diferentes circunstancias diciendo que les costaba mucho hacer lo que hacían  pero que la única salida era ese sonido monocromático y previsible.

Difundieron ese pensamiento monolítico para aplicar su plan de gobierno. Hoy ya pueden  saber todos a dónde nos llevaba el mejor equipo de los últimos 50 años, con su sonido repetitivo y de bajo vuelo, el cual ya tenía (mal que les pese algunos)  sus categóricos ecos en nuestra historia argentina.

Esta melodía será aun peor si la desazón de la crisis deriva en lo que ahora se pretende instalar mediáticamente, diciendo que “todo es culpa de la corrupción” o “que este país no sirve” o “que siempre sucede lo mismo”. Lo que quiero señalar es que si giramos en torno de ese derrotismo seguimos condenados a volver a repetir próximamente lo mismo, porque justamente ese relato es el que necesitan estos muchachos de poca imaginación y paupérrima musicalidad para seguir haciendo de las suyas.

No comparto los textos motivacionales de ocasión, que andan circulando por redes que apelan a supuestas unidades absurdas entre los que piensan distinto, como si la causa de esta crisis fuera justamente la “desunión”, la existencia de miradas contrapuestas.  

Vivimos un gran hecho político musical y gratuito en estos días. El jazz vino a sumar su vuelo encontrándose con nuestras músicas santiagueñas o siendo en la comunión una nueva música de encuentro, otras formas de futuro.

Lo que hace falta es el pensamiento de alternativas que nos emancipen y mucho de eso anduvo en nuestro aire santiagueño sonando.

El final del festival fue a oscuras y después de la gran actuación de Tony Malaby empezaron a repicar los bombos comandados por el inigualable Juan Savedra, adentro de la sala toda la concurrencia quedó vibrando. Lo que latió en los cuerpos se llama autodeterminación, imaginación y, por sobre todas las cosas, esperanza por lo que tendremos que hacer como sociedad para estar a la altura de lo que la historia nos demanda.

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