#Notas

Ser periodista

7 Minutos de lectura

Por Nicolás Adet Larcher

Con el primer sueldo que me pagaron como periodista me compré una cámara de fotos, la misma que tengo hasta el día de hoy porque nunca pude comprarme otra. El otro día, mientras acomodaba unos estantes en mi casa, encontré el recibo de la compra. La cámara tenía el valor que a hoy tiene un almuerzo para dos en un bar céntrico. Me pongo autorreferencial porque pensé muchas cosas respecto a cómo se representan nuestras experiencias en este Día del Periodista, por qué es tan difícil contar con nuestras herramientas de trabajo, por qué es tan difícil que paguen bien por nuestro trabajo, por todos los otros trabajos alrededor de la comunicación. Se publican saludos protocolares con las mismas imágenes de micrófonos apuntando a alguien, números, estadísticas, informes sobre cómo el periodismo se precariza, sobre cómo hay que pilotear el día a día, sobre despidos en medios, ajustes presupuestarios, salarios miserables. Lo conocemos aunque no siempre conocemos a las personas detrás. Parece que hasta cuando hablamos de nosotros mismos tenemos que simular una supuesta objetividad que nunca es tal, esconder nuestra voz entre números fríos y tomarnos en serio todo lo que no nos incluye en primera persona. Ayer a la tarde, mientras abría múltiples pestañas de otras actividades, escribí a amigxs de Chaco, Santiago y Buenos Aires que escriben, caminan, filman, editan, graban para distintos medios. Que tienen más de un trabajo a la vez, que hacen malabares para llegar a fin de mes, que aman la profesión. Les pregunté en caliente, mientras ellxs también hacían miles de cosas, que era lo mejor y lo peor de ser periodista. Una pregunta simple, un poco naíf que disparó respuestas que trazan fragmentos de vidas con una hermosa coincidencia: al final todo se resume en intentar contar una buena historia. Escribo este texto en un bar, escribo a la madrugada mientras de fondo suena Tumbas de la Gloria de Fito Páez, escribo pensando en todas las otras cosas que también debo hacer por fuera de mi trabajo fijo. Escribo porque en este día siempre nos surge la necesidad de tener que decir algo, reflexionar, pensar, recalcular y volver a empezar. Nosotrxs que trabajamos con las palabras, que intentamos contar historias. ¿Qué tenemos para decir sobre el oficio?

Eliana: Creo que lo bueno de esta profesión, y también oficio, es cuando asume y explícita una postura política, social y cultural, porque allí radica su credibilidad, su convicción y su compromiso con su contexto histórico. Creo en ese periodismo que se ejerce  con el fin verdadero de generar o provocar cambios sociales desde una perspectiva colectiva y en beneficio de las grandes mayorías. Sin embargo, la aborrezco cuando se ubica en un lugar de superioridad moral e intelectual y con ello menosprecia a grandes sectores de la sociedad. Sin caer en generalidades, considero que aún hoy perdura una práctica periodística que basa sus opiniones, argumentaciones, en prejuicios sociales y los amplifica cotidianamente desde una discurso mediático clasista demagógico y moralizante.

Fátima: No soy periodista pero he adoptado la palabra, la imagen, el sonido como herramientas para comunicar desde mi profesión. Lo mejor o lo más rico para mí es ser puente, y oportunidad (de informar, de crear, de sentir, de conocer). Lo peor creo que tiene que ver con las oportunidades de comunicar y de acceder a oportunidades laborales reales en el rol de la comunicación.

Agustín: Una de las mejores cosas que tiene la comunicación, de las que primero me atrajo, es su amplitud y su versatilidad. Sólo el periodismo ya cuenta con diversidad de géneros y formatos, por lo que uno puede acomodarse en lo que más le guste, donde se sienta más cómodo, sin perder la oportunidad de incursionar en otras áreas, de experimentar. Un día puedo escribir una nota sobre la rosca del Frente de Todos y al otro recomendar una serie que me gustó mucho en un programa de radio. Sin embargo, toda esta amplitud y diversidad de campos y oportunidades, que no son excluyentes sino complementarias entre sí, podríamos pensar que también van de la mano con lo peor del rubro: la precarización. En la actualidad, todos los periodistas tienen más de un trabajo, y con suerte alguno de ellos sea formal. Para la mayoría, el periodismo es un trabajo precarizado, que paga tarde y mal. Esta capacidad complementaria es lo que nos permite a la mayoría llegar a fin de mes. Escribir una nota para un medio un día, alguna columna en radio otro día, redactar un copy para alguna cuenta en redes sociales, editar un vídeo, sacar fotos en algún evento. La comunicación te da muchas posibilidades, pero te exige tener múltiples aptitudes y distintos trabajos para sobrevivir, a veces a duras penas. Los horarios, feriados, vacaciones, aguinaldos y demás derechos adquiridos por los trabajadores hace ya mucho tiempo son para nosotros un lujo. En este día del periodista, luchemos con la misma pasión con la que hacemos nuestro trabajo todos los días para revertir esta realidad. Que precarización y comunicación no se escriban juntas nunca más.

Fátima: En la escuela de Periodismo pensaba que lo mejor de esto era que unx podía conocer un poco más el mundo todos los días. Una década después creo que no hay un solo mundo, sino infinitos, y eso lo hace todavía más complejo y atractivo. Además, ¿qué otra profesión obliga a saber aunque sea mínimamente de política, economía, salud, deporte, música… todo a la vez y mezclado? No hay. Lo peor de la profesión es que la rutina nos mantiene en una agenda de la que se complica salir a ver qué más hay. También haber colaborado, en muchas ocasiones, en que quien recibe las historias haya perdido la capacidad de sorprenderse. Obviamente, esto al margen de la precarización de la actividad que nos pone al servicio de varias empresas o instituciones para «llegar a fin de mes».

Bruno: cuando pienso lo mejor, pienso en conocer gente que nunca conocerías en tu vida, mostrar el lado menos agradable de la democracia, exponer a quienes se creen más vivos que el resto, ayudar a pensar, saber que no sabés, aprender constantemente, que te escuchen, escuchar, ser parte de la escritura colectiva de la historia de nuestra comunidad, que los amigos te feliciten por tu última nota, convertirse en una persona más empática cada día. Cuando pienso en lo peor: la mala paga, el no reconocimiento del laburo por parte de los jefes, levantar gacetillas, la falta de recursos para profundizar en alguna historia, la falta de tiempo para profundizar en alguna historia, el bastardeo a la profesión por parte de quienes la ven como un mero oficio de propaganda, la mediocridad reinante, el cinismo con que se vive, el anestesiamiento por el bombardeo de información basura, tener que depender demasiado de las redes, tener redes.

Paula: lo mejor de ser comunicadora son las historias a las que tengo acceso y también las herramientas que he adquirido a lo largo de mi carrera para transmitir o contar esas historias. Lo peor creo que es que nuestra carrera está muy influida por el mercado y no siempre tienen un público o por lo general tienen uno pero para llegar a ese público se necesita tiempo, dinero y esfuerzo. Justamente lo que el mercado no prioriza. Siempre se da lugar a lo estandarizado. 

Juan Pablo: Lo que más me gusta del periodismo es poder sumergirme en historias -con sus respectivos ángeles y demonios- y contárselas al mundo. Disfruto leer y/o escuchar relatos y convertirme en –si se quiere- cómplice. Reivindicar personajes y acontecimientos. Vincular fragmentos que, a priori, no tienen puntos en común, para formar nuevas narraciones. En definitiva, ser el culpable de que ese momento de la vida de alguien perdure en el tiempo. Lo que menos me gusta es tener que lidiar con las personas que creen que el periodista es el medio en que trabaja.

Omar: Todo empezó en el interés de hacer mis primeras armas y tener plata en el bolsillo. Cuando conseguí mi primer laburo como periodista no sabía cómo iba a ser el día a día, mi primera ganancia fue de 300 pesos. Para muchos era una burla pero para mí estaba bien, podía cargar nafta, salir a tomar una birra con los chicos a la salida. Pensaba que eso era lo lindo, poder contar historias, tener mi plata. Pero cuando me entero que desde la empresa nos decían que los de la vereda del frente eran nuestros enemigos, bueno, intenté mantener la cordialidad. Cuando me enteré que ellos cobraban más me empecé a preguntar por qué. Hace 17 años no había mucha oferta laboral para hacer periodismo y la única certeza que yo tenía para poder estar bien era estar en ese otro lugar. Yo seguía yendo, la seguía remando, ponía el cuerpo buscando historias hasta que me di cuenta que el objetivo solamente era llenar espacio como sea, al punto que ya no importaba la calidad. Me empecé a decepcionar. Pero bueno, han sido momentos de mucha insatisfacción y gratitud. Por supuesto que después el entusiasmo ha ido decayendo cuando uno se entera de cuestiones vinculadas a la precarización. Ha pasado el tiempo y siento que muchas cosas no han cambiado. Es cierto que la tecnología nos brinda posibilidades para hacer periodismo en diversos formatos, hay un abanico de voces y miradas que nos cuentan otras cosas que los medios no nos cuentan. Veo poco contenido de calidad y profundidad, pocas historias, muchos tocan los mismos temas, hay mucha tentación en repetirlos. Yo creo que a la gente le cuesta mucho separar el periodismo bueno del malo. Hay periodistas que levantan cosas de las redes como si estuvieran en el lugar de los hechos. Eso me preocupa. Hoy y siempre, el mejor periodismo sigue siendo el narrativo. Sobre todo por los diversos recursos que uno puede usar ahí. Pongo mis fichas en los periodistas que se sumergen en el periodismo en profundidad, sin urgencia. Hay que mirar más el entorno y buscar historias. Veo que a los periodistas les cuesta mucho contar historias. Es un oficio de sinsabores y gratitudes.

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