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¿Quiénes son Ziomara Blanco y Chungui Chazarreta?

14 Minutos de lectura

Por Ernesto Picco.

Justicieros y bandidos en la misma historia. Depende de quién la cuente. Y fantasmas. Porque hay quienes la quieren contar sin ellos. Pero los dos aparecen una y otra vez, desafiantes entre la multitud. El conflicto docente y las redes sociales los hicieron cada vez más visibles, pero llevan años disputando poder en las calles y rompiendo el orden. ¿Quiénes son Ziomara Blanco y Chungui Chazarreta?

– ¿Dónde estamos?

– En Las Termas.

– ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?

Atontado en el piso, Chungui Chazarreta no sabe que la mujer que le habla es Ziomara Blanco. No reconoce a su compañera. Lo primero que ve es a ella inclinada hacia él, y a ras del piso distingue pies que disparan apresurados de un lado al otro. Levanta la mirada y ve piñas. Observa más lejos y hay uno al que lo arrastran a la parte oscura del parque. Algunos corren, otros se atajan.

No se entiende bien quiénes son los que pegan, quienes devuelven. Son hombres y mujeres a cara descubierta. Del otro lado de la ruta, en el escenario, vibra la voz de un locutor que habla de otra cosa.

Más tarde Chungui va a encontrar en su celular un video que grabó momentos antes de perder el conocimiento. Allí un hombre macizo de buzo y zapatillas lo mira directo a la cámara, sacude el brazo y le apunta con el dedo en medio de gente que corre. Apenas audible por los gritos del ambiente, se escucha que el hombre macizo que le apunta con el dedo le dice «a vos te voy a hacer cagar, vos no sos docente«. El video se corta antes de que cumpla la promesa. Cuando recupera el conocimiento, Chungui todavía no recuerda que ese que quedó grabado en el celular fue el que le pegó en la cabeza y lo derribó. Ni sabe aún que cuando Ziomara intentó intervenir, ese mismo hombre le pegó a su compañera una trompada en el único ojo con el que ve, y después se escabulló entre el tumulto.

– ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

– En la camioneta de Rafa.

Chungui tampoco se acuerda de quien es Rafa. Pero ahora no importa que no recuerde. Tampoco importa ahora la respuesta de ella. Porque para entender cómo han llegado hasta aquí, hace falta mirar mucho más atrás.

                                                                                       *

Ziomara Blanco terminó el secundario en el mes más caliente de la historia de Santiago: diciembre de 1993. Mirna Loys, su mamá, era docente de escuela primaria y participaba de una corriente de autoconvocados que intentaba disputar la conducción del gremio de Aesya. Venían marchando hacía meses en protesta por los salarios atrasados y las condiciones de trabajo. Las reuniones previas se hacían en su casa y Ziomara ayudaba a cortar panfletos junto con sus dos hermanas. Creció en ese clima de tensión y movilización. Pero las marchas se frenaron después de alcanzar el violento clímax del jueves 16. Tras el incendio de los edificios públicos y las casas de catorce dirigentes políticos, la lucha se fue aplacando.

Con la llegada de la Intervención Federal, los docentes se disgregaron. De regreso en el poder, Carlos Juárez salió a negociar con algunas corrientes y los gremios terminaron atomizados en diecisiete organizaciones diferentes. Algunos conservaron el perfil combativo y otros dejaron las calles y buscaron conciliar con el gobierno.

Mientras tanto, Ziomara empezaba a estudiar dos carreras: siguiendo el legado materno, en 1994 ingresó al profesorado de la escuela Laprida, pero también se anotó en la carrera de sociología de la Unse. La primera la terminó en 1998 y la segunda la cambió por Trabajo Social, donde se graduó más tarde como licenciada.

El 16 de diciembre de 1994 un grupo de dirigentes sociales de distintos sectores se reunió frente a Casa de Gobierno para conmemorar el primer aniversario del Santiagueñazo. Desde Jujuy llegó el Perro Santillán a apoyar a las organizaciones que seguían en lucha reclamando por los recortes del Estado. Había docentes, trabajadores estatales y estudiantes. Entre ellos estaba Chungui Chazarreta, que militaba en el Partido Comunista Revolucionario y en el Frente de Lucha Estudiantil. El FLE era una organización de la Facultad de Humanidades de la Unse que al poco tiempo ganaría el centro de estudiantes. Ahí Chungui conoció a Ziomara, aunque se enamorarían casi veinte años después.

Junto con el centro de Forestales, desde el FLE organizaron las protestas más fuertes contra las políticas de ajuste neoliberal a las universidades. Eran tiempos de recortes en el presupuesto y de intentos de arancelamiento. Años en que la universidad era concebida como una fábrica de profesionales liberales a los que se les inoculaba como mayor aspiración salir a alimentar el mercado de trabajo generado por el sector privado y con fines de lucro. Sólo las carreras que eran económicamente rentables podían sobrevivir.

Unos meses antes de que se cumpliera el aniversario del Santiagueñazo, el FLE colgó en la entrada de la Unse un cartel de seis metros por cinco que simulaba ser un aviso clasificado del diario, con el texto: “Se Vende. Inmobiliaria Menem y Asociados”. Las propias autoridades fueron a descolgarlo. Ellos hicieron uno nuevo y lo pusieron otra vez.

Cuando en 1995 se empezó a discutir la Ley de Educación Superior, que buscaba consagrar ese perfil de universidad, se endurecieron las protestas estudiantiles en todo el país. En la Unse se hizo una asamblea informativa, que reunió a los centros de estudiantes de las cuatro facultades. Chungui era el secretario académico del centro de Humanidades, y fue quien expuso en el aula 19 los alcances del proyecto de ley ante las organizaciones. Al final de esa reunión, los estudiantes decidieron tomar el edificio de la universidad, sumándose a las protestas nacionales.

Sacaron las cadenas de las bicicletas y las usaron para atar los portones y evitar que pudieran entrar a sacarlos: adentro, mil quinientos estudiantes se habían atrincherado. En esas semanas veintisiete universidades fueron tomadas en todo el país. En algunas provincias las tomas duraron varios días. En Buenos Aires rodearon el Congreso para evitar que ingresen los diputados a tratar la ley. Pero al final, se aprobó igual. Sin embargo, se hicieron balances positivos de esas jornadas. Los estudiantes aseguraron que fue la presión social la que provocó que una de las modificaciones negociadas en el proyecto fuera sacar los artículos que definían el arancelamiento general de las universidades públicas.

Con la experiencia de aquella revuelta del 95, al poco tiempo el FLE iba a ayudar a otra toma. El  Consejo de Educación, manejado por la Rama Femenina del juarismo, y ubicado en la misma cuadra de la Unse, sería escenario de una nueva rebelión en la que Ziomara y Chungui tendrían un papel protagónico.

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Archivo: Centro de Estudiantes FHCSyS-UNSE

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Para conseguir un cargo docente a fines de los 90, muchas mujeres debían disfrazarse y actuar: rodete, pollera y a desfilar a Casa de Gobierno, donde Nina Aragonés ungía con designaciones a las que hacían el ritual y le rendían pleitesía. Unos pocos cargos eran llamados a concurso por el Consejo de Educación, pero la mayoría se entregaba a discreción en la casa blanca de avenida Rivadavia. Ziomara pertenecía a un grupo de docentes jóvenes que se empezaron a enterar de estos mecanismos, y se organizaron para llevar un registro paralelo al oficial, donde relevaban en las propias escuelas los cargos que quedaban vacantes: sabían cuántos eran y en donde.

Los primeros días de julio de 1999 el Consejo llamó a un concurso de cargos. Más de trescientos docentes se presentaron a primera hora de la mañana en la sede de avenida Belgrano, para encontrarse con que el gobierno ofrecía apenas quince puestos. El registro paralelo que habían hecho las docentes en distintas escuelas a lo largo y lo ancho de la provincia, superaba ampliamente la escuálida oferta oficial. Indignadas, las docentes decidieron organizar la toma.

Por un jardín que conectaba los dos edificios, los estudiantes del FLE se colaron desde la Unse hasta el Consejo para ayudar a las docentes a organizarse desde adentro. Armaron una comisión para negociar y fueron ocupando el edificio piso por piso. Pero no hubo negociación. Al caer la noche, cortaron desde afuera las luces del jardín y la planta baja. Infantería llegó entre las sombras y desalojó el edificio por la fuerza.

Fue noche en vela en la vereda del Consejo. Se quedaron en la puerta. Algunos de los que estuvieron ahí recuerdan y sueltan un nombre: Zamora. Dicen que el entonces diputado provincial y candidato a vice intendente para las elecciones que se harían en octubre, llegó a solidarizarse con los docentes y a apoyar su reclamo. Y que a la mañana siguiente llegó su compañero de fórmula, José Luis Zavalía. Pero también llegaron otros.

Para esa mañana estaba prevista una protesta de productores rurales. Las protestas del 93 no habían hecho mella en el gobierno y el ajuste continuaba apretando a distintos sectores hacía años. Los productores se unieron a los docentes y centenares llegaron a tocar la puerta de los Juárez. La presión fue tan grande que a los pocos días se blanquearon los cargos en el Consejo de Educación. Después de la toma y la marcha, Ziomara fue una de las tantas docentes que, por primera vez, pudieron acceder a un interinato docente. En una oficina del Consejo eligió, entre tres opciones, un puesto como maestra de grado interina en la Escuela 237 del barrio John Kennedy, donde trabaja hace ya dieciséis años.

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Cuando en 2004 la Intervención Federal abrió las carpetas de 40.000 santiagueños espiados y perseguidos por la policía juarista, Chungui Chazarreta fue a buscar la suya. Se encontró con cinco hojas oficio repletas de breves entradas tipiadas a máquina donde se consignaba información sobre reuniones y movimientos en la vía pública. Además, había otras diez páginas con recortes de diarios. Eran las notas de las principales marchas y movilizaciones donde Chungui había participado hasta entonces.

Los últimos años del juarismo habían sido de mucha movilización. En 2000 habían tomado otra vez la Unse, en medio de los dieciséis días en que Ricardo López Murphy fue ministro de Economía y volvió a intentar arancelar las universidades. Otra vez el gobierno dio marcha atrás.

Ese mismo año el Centro de Estudiantes de Humanidades, del que Chungui era entonces presidente, formó una mesa de enlace con trabajadores de Vialidad, el Pami, Anses y docentes universitarios. En medio del agravamiento de la crisis económica organizaron varias movilizaciones en conjunto. También actividades solidarias. Recaudaron comida y medicamentos para las víctimas de inundaciones que habían tenido lugar en distintas localidades del norte.

Fue entonces que un docente de la escuela de El Cambiado, en el departamento Pellegrini, se acercó a los estudiantes de la Unse para pedir colaboración para su localidad, donde el temporal había atacado con furia. El centro organizó un festival de rock y folclore en el estacionamiento de la Unse donde reunió mercadería para llevar a los damnificados. Viajaron en el minibús de la universidad llevando alimentos, ropa y agua potable. Junto con el maestro de la escuela iban Chungui y César Alberto Rodríguez, un estudiante de enfermería de veinte años. En el viaje fantasearon sobre cómo sería el momento en que se recibieran. César, que era de un barrio pobre de La Banda, decía entre risas que ese día iba a ir vestido de gala: con la camiseta de Boca. Chungui lo desafío. Le dijo que no era capaz.

Después de andar más de doscientos kilómetros, mientras intentaban descargar la ayuda en el lugar, César cayó en un pozo, donde estuvo dos horas hasta que pudieron sacarlo. Estaba sin vida. En su memoria, bautizaron con su nombre al centro de estudiantes de Humanidades, y más tarde, Chungui hizo lo propio con su hijo varón.

En 2013, cuando se recibió después de una vida de estudiante largamente dilatada por la militancia, muchos de los presentes en el acto se quejaron entre dientes cuando Chungui pasó a recibir su título de Profesor en Educación Para la Salud. Casi todos sabían que era un rebelde, pero pocos entendían por qué en un acto tan formal, el iba vestido con la camiseta de Boca.

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La caída de De la Rúa primero y de Juárez después cambió el panorama en la Argentina y en Santiago. Pero Ziomara Blanco y Chungui Chazarreta siguieron al pie del cañón. En 2005 volvieron a abalanzarse contra la Casa de Gobierno. En sus últimos días en el poder, la Intervención que comandaba Pablo Lanusse estuvo a punto de dejar sin efecto los nombramientos de docentes hechos durante el juarismo, entre los cuales estaban los realizados tras la toma del Consejo de Educación en 1999. Con una multitud de docentes apiñados en la puerta, Ziomara fue una de las ocho delegadas que logró entrar a negociar con las autoridades para que se revisaran las designaciones. Se acordó crear una comisión en la que se evaluó caso por caso, y se titularizó a las docentes que llevaban más de cinco años en el cargo. Recién ahí, y otra vez por la fuerza, Ziomara se aseguró su trabajo como docente.

Chungui era empleado hacía casi diez años en el área de encomiendas de la terminal de ómnibus. Ahí conoció en 2007 a un médico del hospital de Selva. Se hicieron amigos y lo llevó a trabajar como educador sanitario. Había que viajar trescientos kilómetros por setecientos cincuenta pesos al mes. Era un trabajo que nadie quería. Pero en esa época Chungui ya se había cambiado a la carrera de educación para la salud, dentro de la misma Facultad de Humanidades. Y era su vocación. Ahí terminó de conocer desde adentro lo que ya conocía desde la militancia estudiantil: el estado del sistema sanitario.

En 2009 y 2014 se organizaron en Santiago multitudinarias marchas en reclamo por mejoras salariales y de la infraestructura sanitaria de la provincia. Chungui era uno de los que encabezaba las movilizaciones de los autoconvocados de la salud. Las dos veces fue despedido de su trabajo. Cuando el conflicto se aplacó en 2009, fue reincorporado. En 2014 no. Entonces se sentó en la puerta del Ministerio de Salud, en la misma vereda en la que ya había luchado antes, a 50 metros de los edificios la Unse y del Consejo de Educación. Inició una huelga de hambre y fue acompañado por trabajadores, docentes y estudiantes.

Al octavo día, Chungui abandonó la protesta, muy debilitado. Antes de irse, alcanzó a verse cara a cara con el ministro de Salud. Con sus notificaciones de despido en una mano y la antigua carpeta del D2 en la otra, le preguntó: ¿Cuál es la diferencia?

Sin respuesta, y derrotado en esa batalla, Chungui volvió a trabajar en la terminal. Al poco tiempo, junto con Ziomara, se pusieron al hombro un proyecto de la Unse, donde fueron contratados para llevar adelante el programa Volver a la Universidad. La iniciativa consistía en salir a buscar estudiantes que habían abandonado sus carreras estando próximos a recibirse. Lograron detectarlos, convocarlos, y reinsertarlos en el sistema. Cincuenta lograron graduarse en poco más de un año. Y aún hay veinticinco que están en proceso.

En los primeros meses de 2015, cuando comenzaron las marchas docentes en reclamo a la precarización laboral, Ziomara y Chungui se encargaron de organizar rápidamente una de las líneas internas más combativas de movilización: los Docentes Autoconvocados de Santiago del Estero. En lo que va del año encabezaron junto a Cisadems las marchas en la capital y acompañaron movilizaciones en diferentes puntos del interior. Críticos con la conducción sindical y con el gobierno, son hasta ahora el único sector que no se sentó a dialogar con las autoridades provinciales.

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Ziomara en la marcha del día 9 de marzo. Fotografía: Agustín del Monte.

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La Ruta 9, que va de Santiago a Tucumán, pasa por el Centro de Las Termas y lo corta en dos. A la vera de la ruta, hacia el lado sudoeste están las cuatro manzanas del Parque Güemes, que de día es un espacio verde amplio y elegante, pero de noche se convierte en una boca de lobo. Del otro lado, hacia el noreste, están la plaza San Martín, el Casino del Sol y algunos de los hoteles y restoranes más coquetos de la ciudad. Allí estaba emplazado el escenario donde sería el acto de lanzamiento de la temporada turística la noche del viernes 20 de mayo. A la vera de la ruta se había preparado un grupo de docentes termenses y dirigentes de Cisadems que habían llegado de la capital para protestar y contarles a los turistas sobre los contrastes del Santiago luminoso y sombrío. Ya lo habían hecho más de una vez. Pero esa noche iba a terminar peor que nunca.

La camioneta de Rafa llegó al lugar a las seis y media de la tarde. Rafa era uno de los tres docentes de Quimilí que habían estado de paso por la Capital, y acercaron al lugar a Ziomara y Chungui. Traían mercadería y donaciones que habían reunido en Santiago para los docentes de Las Termas que no habían cobrado su sueldo, después de participar del paro y las marchas durante los últimos dos meses. Se reunieron todos al costado de la ruta, y notaron que esa noche algo era diferente. No había un solo policía en el lugar, cuando hace tiempo todas las manifestaciones en Santiago son sistemáticamente escoltadas y contenidas por efectivos y móviles policiales.

Tardaron en darse cuenta de que estaban en una zona liberada. La primera horda de hombres encapuchados pasó rápido y una sola vez. Arrebataron carteles y volantes, y se perdieron detrás del escenario, donde pronto llegarían las autoridades provinciales. Una dirigente de Cisadems alzó su megáfono y dijo que había que irse, que no estaba garantizada la seguridad. Empezaron a enrollar las banderas que les quedaban. Algunos emprendieron la retirada, pero la mayoría se quedó en el lugar. Pasaron pocos minutos y vieron como se formó entre ellos y el escenario un cordón de hombres y mujeres, como una gran valla humana que estuvo quieta treinta minutos, y después se fue acercando lentamente. Eran todos civiles.

La última secuencia que nos trae hasta aquí se desencadenó rápido. El cordón formando una medialuna y cerrándose sobre los manifestantes. Las amenazas. Los celulares intentando registrar el momento. El desmayo de Chungui, el golpe a Ziomara. La confusión. ¿Dónde estamos? ¿Y cómo llegamos hasta aquí?

En el escenario el acto sigue como si junto a la ruta no pasara nada. Después de largos minutos de pelea y ya con varios heridos, aparece la policía a separar a la gente. Salen desde la oscuridad del Parque Güemes. Nadie sabe que hacían ahí, ni que habían estado esperando.

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Es miércoles 25 de mayo. Las fotos de Chungui con la cara golpeada y Ziomara con su ojo izquierdo vendado se viralizaron en internet durante el fin de semana. También circularon videos de la pelea. Algunos subidos por los propios docentes, y otros que enviaron turistas que estaban en el lugar.

Los heridos denunciaron en una comisaría de Las Termas a Pedro Cisneros, un referente de base del oficialismo a quien acusan de haber comandado el ataque en el lugar. En las redes sociales, Cisneros se defendió, dijo que es “un simple militante del Frente Cívico” y algunos compañeros le dieron su apoyo con mensajes en su muro personal. Desde su entorno dijeron que “se le ha hecho mucho daño a la familia por difamarlo” y que van a ir judicialmente contra “absolutamente todos los que se han dedicado a publicar las imágenes y los datos incriminándolo”.

Otros tantos se solidarizaron con Chungui, Ziomara y los heridos. Cuatro docentes termenses también terminaron hospitalizados. Hubo repudios oficiales al ataque desde el Centro de Estudiantes de Humanidades de la Unse y el Gremio de Docentes de la Universidad de Buenos Aires.

La gobernadora dijo el domingo a la prensa que nunca le negó una mejora laboral a los docentes, pero que “este no es el momento”, y les pidió “paciencia”. En Buenos Aires hubo una marcha de protesta en la Casa de Santiago la noche del lunes.

Por lo demás, aún no hay responsables del brutal ataque. Los autoconvocados analizan realizar una nueva marcha porque han recibido la información extraoficial de que el próximo mes los sueldos vendrán con nuevos descuentos, y que muchos no cobrarán el aguinaldo. Mientras, se preparan para entrar en el Consejo de Educación. Esta vez por la vía institucional. El 1 de julio hay elecciones para vocales de juntas de los diferentes niveles y los Docentes Autoconvocaodos acordaron armar una lista de unidad con CTA, Docentes en Lucha, Tribuna Docente, y Adem. Ziomara Blanco y Chungui Chazarreta siguen con estudios médicos después de la golpiza. Pero se preparan para seguir.

¿Quiénes son Ziomara Blanco y Chungui Chazarreta? Justicieros y bandidos en la misma historia. Según quien la cuente. Son dos santiagueños que luchan. Al lado de miles. Con sus armas, y desde donde pueden. Son dos santiagueños que inspiran y que molestan. Que cuando ganan y cuando pierden siguen en la calle.

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