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Santiago del Estero: la clave de bóveda del norte argentino

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Por Matías Lara

        Uno de las grandes innovaciones que realizaron los romanos, a nivel arquitectónico, es la bóveda. Aquella construcción, presente en la mayoría de los templos religiosos de todo el mundo, que suplanta el techo normal y que siempre impacta, por su tamaño y decoración. El elemento fundamental de la bóveda es su centro, siempre adornado, lleno de dibujos, gemas e incluso símbolos que han dado lugar a fabulosas leyendas sobre griales y templarios. Este centro se conoce como clave de bóveda, la pieza que engarza los dos montantes, el epicentro de todas las fuerzas, que las distribuye y armoniza. Sin ella, se derrumbarían por su propio peso los arcos y la bóveda misma.

        Esta posición de centro estratégico, que distribuye y armoniza, es la situación que la provincia de Santiago del Estero mantiene en el norte argentino. Particularmente en espacios de integración subnacionales como ZICOSUR (Zona de Integración del Centro Oeste de América del Sur).

        Partiendo desde una privilegiada situación geográfica: nos encontramos a menos de novecientos kilómetros de cualquiera de las fronteras con países vecinos que conforman ZICOSUR (en realidad, con cualquier país vecino excepto Uruguay, pero ninguno de sus departamentos se encuentra integrado a la Zona), posición que no comparte con ninguna otra provincia del norte.  Sin embargo, a pesar de esta enorme ventaja, aún no se ha iniciado su actividad para alcanzar su pleno potencial y no apostar a este espacio sería un error imperdonable dada la oportunidad histórica que representa.

        Pero no sólo se trata de la geografía y la cercanía a los límites, también están las posibilidades geopolíticas que abundan en este suelo. La ciudad de Termas de Río Hondo es el único destino turístico en el mundo en el cual todas las plazas hoteleras cuentan con acceso al agua termal. La zona que comienza en Forres, Beltrán, Fernández y la Banda tiene una enorme riqueza del suelo, lo que ha permitido un desarrollo exponencial de la agricultura y la ganadería. En el norte de la provincia se encuentra una porción del Impenetrable, la sección más tupida del enorme bosque chaco-santiagueño (aunque queda un largo camino por recorrer en la protección de los bosques nativos, partiendo de la base que el ecologismo es una de las condiciones sine equa non del desarrollo en el Siglo XXI). En todo el resto del territorio, se encuentra una inmensa planicie donde se pueden construir estructuras que, por su complejidad y necesidades, precisan de grandes extensiones.

        Y en cada uno de estos distintos parajes podemos encontrar vistas incomparables y experiencias únicas: comer un asado en la ribera del Dulce o un rosquete junto al Nambi son sólo algunas de las infinitas experiencias que se pueden vivir aquí.

        Por si todo esto fuese poco, tenemos innumerables antecedentes históricos que fundamentan y dan solidez a lo que se viene planteando. Como primera consideración, valga decir que contamos con la ciudad más antigua de la Nación. Sin ánimos de entrar en debates históricos, diremos que en 1552 encontramos fundada “El Barco III” por Juan Núñez de Prado, apenas media legua al sur de donde hoy se encuentra la capital provincial.  Un año después, Francisco de Aguirre la refundaría con el nombre que lleva actualmente.

El 2 de Septiembre se celebra en todo el país el día de la industria nacional en honor a la primera exportación realizada a Brasil en 1587 en la que se envió un cargamento de tejidos, sombreros y harina, ¿de dónde partió este cargamento? Efectivamente, del suelo que pisamos. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX se establecieron en Santiago siete incipientes industrias azucareras con el objetivo de iniciar un desarrollo fuerte en este sentido, aunque estas iniciativas quedaron truncas por diversos motivos.

Hasta en la historia de Argentina, desde su fundación como tal, los santiagueños han jugado un papel crucial. Esto lo encontramos en próceres de la talla de José Benjamín Gorostiaga, que es el redactor de nuestra Constitución Nacional y que fue Ministro del Interior de la Nación y Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Decir que Santiago del Estero está llamada a ser el centro neurálgico del desarrollo en el norte argentino y uno de los grandes polos de crecimiento en América Latina no es un delirio soñador, sino más bien una apreciación que parte de datos objetivos.

Ya hemos explorado que la geografía, geopolítica e historia nos dan un aval más que suficiente para sostener esta tesis. Pero al menos, al pasar quisiera nombrar aspectos que no pueden ser dejados de lado en esta consideración como ser el desarrollo cultural (somos la cuna de grandes pensadores como Orestes Di Lullo y Bernardo Canal Feijoo) y artístico (teniendo exponentes de renombrada fama mundial y gran diversidad como Homero Manzi o Peteco Carabajal) que forman parte de nuestra identidad junto con una fuerte impronta intercultural que se trasluce, por ejemplo, en la cantidad de expresiones en quechua que utilizamos en la vida diaria.

Sumamos un dato que no es menor: el contexto histórico. Estamos ante un fuerte avance en América Latina de gobiernos nacionales que tienen poco o ningún interés en aportar al desarrollo de las provincias del interior. En este marco, las provincias deben tomar el crecimiento económico, financiero, industrial, y en los demás ámbitos, en sus manos y es por esto que es tan importante apuntar a los procesos de integración subnacionales: porque conformar el ámbito ideal para que trabajando entre todos en fraterno apoyo alcancemos el tan mentado progreso. Por cierto, de fraternidad los santiagueños conocemos mucho, y es como dice aquél famoso canto “Por nada olvides viajero/ lo que sienten mis paisanos/ Seguro te han de querer / como se quiere a un hermano”.

Es mi humilde intención con todo esto, decir que ha llegado la hora de Santiago del Estero. Ahora que existe una base de infraestructura, que es el momento justo, que nuestra historia nos avala y las riquezas geográficas nos han sido generosas, es tiempo que respondamos al llamado histórico para transformar a nuestro suelo en lo que siempre debió haber sido: La clave de bóveda del desarrollo del norte argentino.

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