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Arbolito arbolito

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¿Dónde están los árboles, que yo no los veo?, se pregunta en esta entrega Soria y Obes. Breve reflexión sobre lo que más agobia a los santiagueños, el calor y los pocos árboles que se avizoran en la ciudad.

Por Soria y Obes

La tecnología mató al árbol. No, no es lo que piensan. Es verdad que día tras día se talan montes para hacer siembra directa de soja, para extender la frontera agropecuaria en detrimento del patrimonio forestal. Eso es verdad. Eso ocurría y seguirá ocurriendo mientras hacer cultivos con altos rindes y demanda internacional asegurada sea más rentable que generar una industria forestal sustentable ecológica y económicamente. Pero hablo de otra cosa. Mejor dicho de otra muerte y de otra tecnología. Hablo de la suerte de los árboles en la ciudad. De cómo en los proyectos urbanísticos o en las mismas maquetas de estos barrios, y últimamente en las gráficas a color que se reproducen en los diarios y en las páginas institucionales del municipio, se contemplan generosas áreas verdes. Plazas, paseos, parques de distinto tamaño, árboles situados a la distancia y en la especie que regulan las ordenanzas, toda la imaginería virtual al alcance de la mano. ¿Pero? La ciudad sigue viéndose como una gran plaza seca. Y cada vez más seca por la circularidad de no contar con más sombras que atemperen las altas temperaturas, y éstas cada vez más altas por los efectos del desmonte y el achicamiento de los pulmones naturales de la Provincia. Digamos que es una historia vieja. Canal Feijóo ya se quejaba que en Santiago no había amor por lo verde. Siguiendo su filosofía, aquel hombre al que habían dejado sin paisaje con la tala del bosque, hoy ya perdió aquel lazo de hermandad con la naturaleza. Si el tren había acelerado aquella desposesión con el concurso de su hacha -que en eso consistió hasta en los detalles el obraje, hoy para sus nietos, dispersos en la ciudad, nacidos y crecidos sin paisaje, mejor dicho en un paisaje degradado, como si nuestro pasado natural fuese un desierto, los árboles no tienen un significado vital, son tratados de hecho como extranjeros en tierra de planicies, son sal para esas raíces sedientas. ¿Y la tecnología?
La conciencia obtenida a través del consumo de aires acondicionados, de que estos son bienes necesarios para mitigar nuestros calores, ha obturado no solo la atención a soluciones más integrales y de fondo a esta calamidad, sino que ha procedido en cada vecino en un nuevo abandono del espacio público, y el retiro al ámbito privado, con el consiguiente catálogo de la mercancía: práctico, rápido, eficiente. Cada vez más livianos. Y se paga en cuotas

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