Por Claudio Rojo Cesca.
Parte epistolario poético y parte diario íntimo, El cero es un número natural (Editorial Concreto, 2020) segundo poemario de Alex, presta velo a la tragedia e inaugura nuevas rutas hacia la mitología de un pasado en revisión.
Allá lejos, en un mundo prepandémico, Alex publicaba Justo antes de olvidar mi nombre (Elemento disruptivo, 2018), poemario donde articulaba la potente voz de un ejercicio poético con profunda convicción militante y una genealogía familiar capturada en la red de mandatos de una cultura opresora. Este nuevo poemario, escrito en clave de epistolario a la vez que diario personal, toma la posta de su predecesor y escenifica un territorio en ruinas donde la ficción de origen es abierta, revisada y vuelta a contar.
El escenario de fondo para esta elaboración de la mirada es el alud que arrasó las localidades de Rodeo y Siján, provincia de Catamarca, en el año 2014, cobrándose las vidas de 14 personas. Alex trabaja las terminaciones nerviosas de la tragedia para envolver el dolor con la mielina de un renovado mito fundacional: Los padres / de nuestros abuelos / llegaron a estas tierras / (…) ellas / llegaron a la par / fueron las primeras primerísimas / del linaje matriarcal / juro que de sus bocas vi nacer / brotes de ciruelos.
A partir de esta puesta en escena, suerte de prólogo a una poética bifronte, comienza el trazado de una cronología, escrita durante un retiro en Rodeo, en el que cada poema representa un día sin internet, marcando también ahí, en el inacceso a la conectividad, una posición (d)escribiente del universo que se habita. Somos testigos, pues, del registro diario, y acompasado a este, del diálogo que establecen la voz de Alex, alucinatoria, sugerente y obsesiva en la contrucción de una belleza postdesastre, y una interlocutora, que amplía progresivamente su densidad yoica hasta constituirse como entidad colectiva: la otra ola, nosotras, potencia vitalizadora que desde un macroscopio espacial es descripta como una corriente de agua sucia rebalsando una pileta pelopincho.
Esta magnífica fuerza opositora invierte el potencial destructivo del alud y bien podría ser el resultado de una estrategia de supervivencia que adviene sobre suelo trágico para hacer algo con las tensiones del pasado, sus violencias, su silenciamiento. El poemario, dedicado a “las víctcimas del alud”, abre el juego de nombrar el horror por fenomenología lateral: ¿víctimas del alud en Rodeo? ¿Víctimas del alud del machismo estructural? Desastre natural, vejación naturalizada, vocación transformadora. Alex conjura a sus otrxs tras la pantalla de su diario, al tiempo que lxs reorienta por el ejercicio de escritura en segunda persona, un diálogo que se abre y cierra como el obturador de una cámara y aprovecha cada momento para dejar pasar la luz.
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El cero es un número natural, en su formulación dialógica, ofrece un espacio de encuentro (de amor, digámoslo por fin) y de restauración de la(s) historia(s) forcluida(s). Funciona, por fin, como una invitación a redescubrir, ya no el anudamiento de una genealogía, sino la huella de una memoria colectiva ritualizante en su esqueleto mitológico. Un deshacer la desnudez de la muerte (y el silencio) que haga dique y sume el sonido de una voz poderosa a la música de su revolución.
Sobre la autora
Alex (Santiago del Estero, 1992) es licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Periodismo por El mundo, Madrid. Actualmente es becaria doctoral del CONICET con un proyecto de investigación sobre la poesía cuir contemporánea. Publicó El camino de los perdidos (Milena Caserola, 2017) y Justo antes de olvidar mi nombre (Elemento Disruptivo, 2018).
El cero es un número natural
Los padres
de nuestros abuelos
llegaron a estas tierras
por casualidad
una tierra hecha
por hombres
y para hombres
acá
desmontaron sus caballos
palmearon las manos
pegaron sus narices
a las puertas invisibles de la ciudad
nadie les dio la bienvenida
ellas
llegaron a la par
fueron las primerísimas primeras
del linaje matriarcal
juro que de sus bocas vi nacer
brotes de ciruelos
ellas
pusieron nombre
a estas montañas
hablaron
en voz alta dijeron:
montaña
ellas
labraron estos patios
plantaron estos pinos
nos dieron qué comer
las madres
de nuestros abuelos
sabían
el futuro
era un fruto
de agua dulce
el futuro
era cualquier palabra
menos la palabra:
ciudad
Día 10 sin internet
También vi
a una hormiga reina
abrir y cerrar
su boca trampa
cazar a una mariposa
blanca
con sus tenazas obreras
la vi cargando
la ofrenda
sobre su espalda
allí
las alas
se movieron
apenas
un espasmo
de vida
y por un momento
creí
vi pasar
un ángel
Día 12 sin internet
A la medianoche
hicimos un fogón
me gustaría contarte
de la voz conmovedora
que nos llamó
desde el centro del fuego
con su boca gris de lengua seca
nos contó cómo es vivir ardiendo
buscamos
ahí donde nos guió
desnudas cuerpo al aire
entramos en su casa
encendimos sus velas
fabricamos un altar
dos gallinas degolladas
nos sirvieron de promesa
nos vestimos con sus plumas
ofrecimos sus restos a las llamas
también nosotras
bailamos
alimentando el fuego
las gallinas
se quemaban
más tarde
bien entrada la madrugada
de la palma de nuestras manos
brotaron cenizas blancas
y nos indicaron el camino
me gustaría contarte, querida,
cómo el calor nos chamuscaba
al mismo tiempo
que esa voz
conmovedora
desde el centro del fuego
nos dejaba congeladas