#Entrevistas

Florencia Benson: “El individuo se adapta porque todos queremos dos cosas, afecto y pertenencia”

16 Minutos de lectura

Por Ignacio Ratier.

Florencia Benson es socióloga, escritora y consultora política. Se mueve entre la poesía erótica y sus ocupaciones y preocupaciones políticas. Cuando piensa la coyuntura, lo hace en términos regionales. No se queda con una foto, busca la imagen en movimiento. En conversación con Subida de Línea sostuvo que a la comunicación política le faltan creatividad e innovación, y que la oposición debe atravesar por un proceso de profesionalización en sus estructuras comunicacionales si quiere ser competitiva en el mediano y largo plazo. Recientemente, publicó en Panamá Revista un artículo en el que utiliza el concepto de Totalitarismos pos-democráticos para referirse al avance de las derechas. Dice que lo hizo como una forma de provocación, pero a la vez no oculta cuánto le preocupa el contexto global. Invita a leer los papers que se están escribiendo en los rincones más espurios de la academia, donde es fácil advertir una corriente teórica que aboga por la idea de que los algoritmos harán innecesaria a la democracia. Aquí, una extensa charla que pasa por estos y otros temas.

 

***

Comencemos por el artículo que publicaste en Panamá Revista, donde hablas de los totalitarismos pos-democráticos.

El concepto es de confección artesanal, una pieza de provocación, lo discutí con Sol Montero. Yo soy polemista, me gusta escribir para disparar pensamientos y desde algún lugar generar apertura a la creatividad política. La política está perdiendo creatividad en su iniciativa. Incluso en algunos campos, no quiero decir “movimientos”, se pierde de vista el proyecto de poder. Entonces, cuando yo escribo intento despertar a la bestia, provocarla, molestarla, ver qué pasa.

Y otra cosa que me sorprendió es que anteriormente escribía artículos y con mucho menor poder de fuego se generaban discusiones mucho más agitadas. Me da la sensación de que antes se generaban debates más profundos y largos, aunque sean agendas de microclima. Hoy siento un avasallamiento de la agenda hegemónica, por decirlo de alguna forma, que tiene un ritmo vertiginoso y no nos da tiempo a discutir nada. Los temas van apareciendo y desapareciendo: el aborto, la crisis económica, la violencia, digo, ¿cómo podemos atrapar algún punto, no la coyuntura, algún tema? Ni la academia, ni el análisis político, ni las figuras políticas, desde los liderazgos a las bases, logran atrapar un tema y dar cuenta de los fenómenos y los cambios vertiginosos que nos atraviesan. Al mismo tiempo hay una sensación, me parece, de estancamiento en la oposición política, que genera un efecto medio doppler, medio distorsionado de la percepción de la realidad. Esto se observa diariamente a nivel microsociológico, en la violencia cotidiana. Encontraron una niña asesinada y los vecinos a los piedrazos con la policía, es un caso de violencia extrema que se vive cada vez más  a menudo y las medidas sociales del gobierno no terminan ni de convencer ni de contener. Me parece que el ánimo social está atado con alambre.

 

«Ni la academia, ni el análisis político, ni las figuras políticas, desde los liderazgos a las bases, logran atrapar un tema y dar cuenta de los fenómenos y los cambios vertiginosos que nos atraviesan. Al mismo tiempo hay una sensación, me parece, de estancamiento en la oposición política, que genera un efecto medio doppler, medio distorsionado de la percepción de la realidad»

 

¿Qué necesita la política para sumar creatividad en sus formas de hacer y decir?

Creo que generar un hecho político tiene que ver con aportar una innovación en el sistema. La oposición no logra imponer ninguna arista innovadora en el discurso público, o en la conversación pública, como todavía se sigue diciendo. No hablemos siquiera de imponer una agenda o un tema, no logra imponer un cambio a nivel discursivo, o desde las  políticas públicas y ni hablar de la ideología. Se requiere un hecho innovador, no digo disruptivo, no digo salir a lo Greenpeace, esa cosa que ya quedó como vieja, porque todo lo que nace en la vanguardia queda viejo.

Pero creo que, por lo menos en mi percepción y experiencia, no se está produciendo ninguna innovación, que es algo que tiene que ver con un pequeño cambio que se sale de lo previsible y lo establecido. Para eso es imprescindible salirse del rol que determinadas agendas y actores esperan de uno. Si uno está en una posición de liderazgo necesita permanentemente correrse de las etiquetas, porque sino es muy fácil demonizar, hacer una campaña de desprestigio, avanzar, como en el caso Bolsonaro. Haddad era un candidato desconocido, que sale de una situación de emergencia, de una táctica de presión legal o judicial sobre los liderazgos populistas o progresistas en América Latina. Se empiezan a observar patrones muy llamativos. En Brasil se usó Venezuela como un cuco, en Chile sucedió lo mismo en la última elección. Imaginate, para polarizar una sociedad como la chilena, salvo los históricos que están muy a la izquierda o muy a la derecha, es una sociedad muy poco dinámica.

Empiezan a verse repeticiones llamativas con la agitación del fantasma del populismo y ahora con la aparición de las agencias militares en el discurso, que lo escribí en el artículo que mencionaste, me parece que hay que tomar nota de eso. Y como en general estos liderazgos fuertes en los países centrales tienen que ver con una vuelta al nacionalismo económico, en nuestra región tienden hacia una apertura a la globalización, por lo menos, desde el lado económico. Si bien Bolsonaro tiene elementos en su discurso que hablan de Brasil, tiendo a creer que fue más para encontrar un denominador común y hacer un catch all de votos, es decir, apelar al “yo no soy de ningún partido político, soy de Brasil”, esa cosa que tienen los “apolíticos” y las cacerolas de acá.

 

En este avance de Bolsonaro, ¿qué papel juega la idea de autenticidad, de mostrar lo que uno es?

Fue la estrategia Trump. Mostrar las limitaciones del candidato sin maquillarlas o cubrirlas, exponerlas al máximo, ponerlas en primer plano. Eso tiende a generar un efecto de “bueno, lo que no sabe lo terceriza”. Bolsonaro dice yo no entiendo nada de economía, eso se lo dejo al ministro. Entonces hay como una doble delegación, el pueblo delega y el presidente delega en su ministro de economía. Funciona como una especie de propiedad transitiva. Es lo que se ve también con Macri, al exponer en primer plano sus debilidades, su forma de hablar, de bailar, de moverse, esa ausencia de maquillaje como estrategia de marketing es muy eficaz, porque el elector dice “no me está engañando, se muestra tal cual es, es un cualquiera, es un ser humano, es limitado” y realmente es muy, muy eficaz. La entrevista de Bolsonaro con Ellen Page fue viralizada por sus opositores, no tuvieron que hacer nada, es un efecto boomerang que me preocupa.

 

El trabajo lo hacemos nosotros…

Obviamente, el trabajo lo hacemos nosotros, pero, además, parece imparable, porque cuanto más resistencia uno ofrece, es aprovechado como una especie de judo del marketing: la fuerza del oponente se aprovecha en favor. Entonces, hay que aprender a jugar este juego, y creo que es el gran desafío de las fuerzas progresistas de la región, que se oponen al neoliberalismo, a estas nuevas ultraderechas , estos totalitarismos pos-democráticos.

 

«El trabajo lo hacemos nosotros, pero, además, parece imparable, porque cuanto más resistencia uno ofrece, es aprovechado como una especie de judo del marketing: la fuerza del oponente se aprovecha en favor. Entonces, hay que aprender a jugar este juego, y creo que es el gran desafío de las fuerzas progresistas de la región»

 

Esto de la delegación del poder, ¿no tensiona a la misma democracia representativa?

Sí, pero más que tensar, la desintegra. Es una manera de difuminar, en un punto, la fuerza del accountability, del dar cuenta de las decisiones que se toman. Acá el ministerio de economía se repartió en un montón de carteras, y entonces ¿quién toma las decisiones? Esto es algo que funcionó muy bien en el régimen nazi, se fragmentaba una decisión muy grande en pequeñas decisiones de un gran aparato burocrático, que tomaban distintas personas, eso tendía a diluir la rendición de cuentas y favoreció lo que Hannah Arendt llamó la banalización del mal.

Si bien Bolsonaro es todo lo que aparenta ser y dice ser, como estrategia opositora es un arma de doble filo demonizarlo tanto, porque abroquela a su núcleo duro y también aleja a muchos independientes, porque  comienzan a ver cierto fanatismo de un discurso que proviene de la izquierda o el progresismo, que también son discursos muy ideologizados, anquilosados, rígidos, donde la clase media que se considera independiente se siente ajena a eso. Y repito, concentrarnos en la demonización de una figura nos hace perder de vista que esto se trata de un esquema, un sistema, un modelo político que tiene que ver, y por eso lo llamé totalitarismo y no autoritarismo, porque si la figura mañana se va, aparece otro; la cuestión es este nuevo modelo político.

Hay que separar analíticamente estilo de liderazgo de ideología. ¿Cómo lo definimos a este modelo? Yo le puse un nombre provisorio, artesanal, porque lo que quiero hacer es llamar la atención hacia el proceso de cómo nosotros, los analistas políticos y los académicos, construimos esas narrativas, analizamos esos procesos y llegamos a ponerles ciertos nombres y ciertas etiquetas, y soslayamos otras; cómo hacemos ese recorte y cómo se aborda esa problemática. Porque para abordar cualquier cuestión uno necesita primero hacer un diagnóstico, un reconocimiento, poner una etiqueta. Y todo ese proceso académico es lento, por lo general, uno lo estudia cuando ya sucedió; en cambio, en vivo y en directo es difícil de abordar, porque siempre uno va un paso atrás.

 

Ilustración: «Into the wild» (2016) por Iñaqui Ortega.

 

En ese artículo también mencionas algo acerca de la micro-segmentación de la violencia. Las fuerzas de seguridad, en ese sentido, tienen un papel relevante.

No solo las fuerzas de seguridad, también los discursos oficiales. Cuando el presidente dice que si se pone loco nos puede hacer mucho daño, hay violencia ahí. Bolsonaro diciendo que “la era del PT” es responsable de la violencia contra los homosexuales y son sus seguidores los que están moliendo a palos a sexualidades disidentes. Eso es muy violento, una mentira de esa naturaleza, esa negación de la realidad tan flagrante. Las violencias no vienen sólo del lado de la represión, vienen también del empobrecimiento brutal.

La clase media, que es muy sumisa y obediente, el poder sabe que cuenta con esa obediencia. Va a haber una protesta, sí, estuvimos en la calle para defender a los jubilados, por la ley del aborto, la clase media está movilizada, pero se mueve, va a las vallas y vuelve. Se tensiona eso, pero queda ahí, porque es un sector social muy respetuoso de las reglas democráticas. No va a romper eso ni lo va a provocar. Los trabajadores están en otra situación. Los sindicatos, en general, son más lentos para tomar decisiones radicales. Después, no queda mucho más.

Cuando cae Lula y la destituyen a Dilma, digo, ahí está cayendo el último proletario, la figura de la aristocracia obrera cayendo bajo la bota del capital. Ahí no queda interfaz entre los sectores dominados y las clases dominantes. Ahora, para aspirar a ser poderoso uno tiene que aspirar a ser como el patrón. Se va esa imagen del obrero culto, formado, de élite. Desaparece. Un obrero que quiere aspirar a más hoy tiene que imitar a la clase opresora. Es algo a lo que hay que prestar atención: en qué imaginarios se empieza a reflejar el ascenso social, sobre qué figura se proyecta eso.

 

«Para abordar cualquier cuestión uno necesita primero hacer un diagnóstico, un reconocimiento, poner una etiqueta. Y todo ese proceso académico es lento, por lo general, uno lo estudia cuando ya sucedió; en cambio, en vivo y en directo es difícil de abordar, porque siempre uno va un paso atrás»

 

Pensando en las presidenciales 2015 en Argentina y en la última elección brasileña: malas campañas de las fuerzas progresistas, como jugando a perder, y el cambio de chip en el ballotage, cuando ya es tarde.

Criticar lo que ya pasó, criticar a colegas no me parece, no lo hago. Ni en público ni en privado, lo que está hecho está hecho. Lo que sí observo, y milito por esto, soy una evangelizadora de la profesionalización de la política y de la comunicación política. Está bien, Argentina es un mercado chico, pero el partido oficialista, el que está hoy en el gobierno, no es tremendamente innovador, lo que tiene es una estructura de comunicación más profesional. Es decir, tanto las jerarquías que toman las decisiones, como la mayor parte de la estructura, son recursos pagos, capacitados, que absorbieron de agencias de publicidad, de medios de comunicación, que tienen cierta trayectoria, que conocen las herramientas.

En cambio, la estructura de campaña y la comunicación de las figuras peronistas, por dar un ejemplo, por lo general, son los líderes políticos que creen que saben todo, que es lo que más critica Durán Barba, y en eso quizás tiene algún punto, cuatro o cinco cuadros contratados, asesores, dos o tres que comandan, y el resto son todos voluntarios. Muchísima voluntad y predisposición, pero, por ahí, no están formados y ni siquiera pagos, quizás lo hacen en su tiempo libre. Se le exige a la militancia un esfuerzo sobrehumano, porque compiten con equipos hipercapacitados y con instrumentos de vanguardia.

 

Sumado a las condiciones del mundo laboral…

Además, están re precarizados en ese sector. Todo lo que es publicidad, agencias de marketing, de publicidad, son muy precarizados, muchas horas que te queman la cabeza. ¿Cuánto puedes hacer? El diseñador gráfico, supongamos, es un genio, pero si lo usas desde las 7 hasta las 23, en una campaña hecha de retazos, con un patchwork de tácticas, en lugar de tener una estrategia, es muy complicado que una campaña salga bien.

 

¿Cuánta atención le prestan los políticos a los analistas?

Creo que es una relación muy compleja. Hay figuras que escuchan más que otras. Por regla general, diría que escuchan poco, es un mito esto de que viene el asesor político y te lleva al éxito. Es un caso muy Durán Barba-Macri, Macri sabiendo muy bien qué era lo que quería lograr y sabiendo que Durán Barba sabía cómo. Pero le costó mucho, hubo un cambio entre la primera campaña que hizo en la Ciudad y la segunda. Se dio cuenta que a su modo no iba a llegar nunca. Pero otros políticos que han tenido otras victorias es más difícil que deleguen, su comunicación, su imagen, que se vean a sí mismos como marca.

Esto también tiene que ver con cómo trata a sus cuadros, cómo conduce su espacio, con un estilo de conducción; aceptar la profesionalización de los distintos campos de la política es difícil, más cuando se trata de comunicación, porque todo el mundo cree que sabe, se cree que todos pueden manejar un mensaje publicitario, porque “sabemos lo que la gente cree, lo que la gente siente”. Esa mística de la conexión con el pueblo, los argentinos, los votantes, los ciudadanos, es muy difícil resignarla en función de los focus groups y de la escucha en redes. Es un poco deserotizante, entonces, yo entiendo que eso suceda, no es lo más grave. Los consultores no pueden sacar un conejo de la galera, los consultores tienen que tener un modelo de retaguardia, medio de arquero y medio coach de tenis, como un apoyo psicológico. Después sí hay especificidades, puedo hablar de estrategias en redes sociales, etc. También hay especialistas para eso, pero un consultor senior tiene que tener un rol más contenedor. Bueno, lo que vemos en Durán Barba es una hipertrofia en el rol del consultor político. Una exageración, medio grotesca, si me preguntas a mí. Se convirtió en una especie de tótem del Pro, aunque yo entiendo que la estrategia de partido tiene más que ver con Marcos Peña. Son roles distintos, Peña es más estratega y Durán Barba tiene más experiencia en el mensaje publicitario, el armado del discurso. Sin embargo, creo que las decisiones más acertadas son producto del primero.

 

¿Qué le falta a la oposición?

Le falta un Marco Peña, un estratega. Yo siempre hablo de burocratizar el partido, más que una persona se requiere de invertir en espacios, en Think Thanks, en intelectuales; el peronismo no invierte en sus intelectuales, en sus usinas de pensamiento. Es un movimiento, por supuesto, no se puede hablar de una centralización, pero tiene que haber una intención de llevar al peronismo al siglo XXI, dotarlo de una estructura para que pueda desarrollar su pensamiento y una estrategia. Lo dice (George) Lakoff en No pienses en un elefante, donde habla de la diferencia entre los republicanos y los demócratas; los demócratas siempre corriendo detrás de la realidad, con las organizaciones de base, distribuyendo los fondos que recibe en un montón de organizaciones chiquitas, porque la emergencia siempre está delante de la estrategia política. Nosotros también corremos un poco de atrás al gobierno en eso. Ellos tienen conexión con organizaciones internacionales, tienen aceitada la formación de cuadros, por afuera del partido, en universidades privadas, convenios con universidades de todo el mundo, van y vienen. Los cuadros se forman por afuera, organizaciones prestigiosas, tienen las suyas, desde Creer y Crecer o CIPPEC, por ejemplo. Y el peronismo tiene un gran acervo de conocimiento acumulado: el pensamiento de Perón, de Cooke, de Jauretche, del espectro que vos quieras. Pero no hay una organización de ese conocimiento y no hay un espacio que lo ponga a producir. Esto requiere invertir en la formación de cuadros, que excede a un espacio en particular. Estuvo el Instituto Gestar en su momento, pero tiene que haber algo más formal, más institucionalizado, para dirimir la cuestión de las internas. Por ejemplo, la disputa Randazzo-Cristina debería haber estado muchísimo más mediada, y para eso imagino una estructura mucho más compleja. El peronismo necesita entrar al siglo XXI, porque se va generando un Efecto Mateo: cuánto más recursos acumula el que más tiene, más se aleja de los otros actores. Se generan brechas que crecen exponencialmente, entonces, va a ser difícil competir con estas fuerzas dentro de 50 años.

 

«Y el peronismo tiene un gran acervo de conocimiento acumulado: el pensamiento de Perón, de Cooke, de Jauretche, del espectro que vos quieras. Pero no hay una organización de ese conocimiento y no hay un espacio que lo ponga a producir. Esto requiere invertir en la formación de cuadros, que excede a un espacio en particular»

 

Tengo una preocupación respecto a estas crecientes expresiones de odio que vivimos hoy, cada vez más comunes. Hay menos temor para decir lo que se piensa, y aunque Brasil presenta una situación en términos de violencia diferente a la Argentina, me pregunto por qué la violencia tiene menos costos y con qué mecanismos de defensa cuenta nuestra sociedad.

Cuando no hay una respuesta, creo, lo mejor es sostener la pregunta. Porque es un fenómeno absolutamente contemporáneo a nosotros, no el de la violencia, pero sí el de los menores costos, es muy interesante ese concepto. Hay una especie de habilitación, como un permiso implícito. También pienso, medio contra-intuitivamente a mi formación sociológica, que hay algo del orden, lo voy a llamar así provisoriamente, del contagio. No creo que sea algo simplemente del sinceramiento, un pensamiento políticamente incorrecto silenciado por el efecto de un espiral del silencio, sino que empieza a revertirse la tendencia de qué es lo políticamente correcto. Tiene que ver más con una dinámica de los grupos, casi diría Pichón Riviere. Una dinámica de qué es lo que me hace pertenecer a un grupo en determinado momento, en determinado lugar, más que una identificación con un modelo de sociedad, que es un concepto muy amplio, muy vago, que ha sido exitosamente fragmentado por la ultraderecha: ya no nos imaginamos como parte de un colectivo, algo que se había construido durante la década pasada o durante el primer peronismo. Cuando gobierna el neoliberalismo, tenemos ese aire de época, la sociedad se disuelve. Entonces tenemos nuestras propias tribus, y si te caes de la tribu te caes al vacío. Frente a esa célula tan cohesionada y el afuera y la nada, el costo de salirse de esa célula es muy alto. El individuo se adapta porque todos queremos dos cosas: afecto y pertenencia. Entonces, empieza a contagiarse ese discurso para seguir formando parte. Hay que volver un poco, pienso, a la fenomenología, al tiempo subjetivo y el tiempo social, a cómo el sujeto percibe la realidad y cómo la realidad se genera con otros. Tiene más que ver con una adaptación al medio social, a la supervivencia afectiva, que con una cuestión de sinceramiento o un retorno de lo reprimido.

Lo vemos en el ámbito profesional, en la academia, cuando tus pares empiezan a manifestar ciertas opiniones, bueno, nadie quiere desentonar. Además es muy riesgoso dar la nota, manifestar una opinión distinta, porque hay miedo y eso está gestionado. No es irracional e injustificado, se escanea la memoria reciente y se activa en nosotros esas fibras. El gobierno anterior, paradójicamente, al revivificar y reivindicar los derechos humanos, la memoria y las Madres, hizo que todos lo tengamos a flor de piel. Entonces viene este gobierno y te chicanea sobre esa fibra sensibilizada, y por supuesto que duele. Lo mismo pasa con la marea verde, con la lucha por el aborto, yo apoyo, pero también hay algo del orden de la pertenencia, que por la positiva también nos ofreció esa contención. La política tiene mucho que ver con el afecto. Una unidad básica, un centro de estudios, la palabra compañero, tienen un efecto de pertenencia. Este fenómeno es algo que está bien gestionado por el gobierno. Pero repito: no es que sean grandes innovadores o tengan un poder místico que produce victorias electorales. Es seguir un manual de buenas prácticas, apegarse a eso y trabajar en la agenda. Ellos tienen voceros para distintos mensajes. Hablamos de la microsegmentación, después se queman estas palabras; microsegmentación, big data, inteligencia artificial. En realidad, lo que ellos tienen es una estrategia. Sin estrategia no vas a ningún lado, y lo que le falta a la oposición es eso: un órgano que se dedique a eso.

 

«Cuando gobierna el neoliberalismo, tenemos ese aire de época, la sociedad se disuelve. Entonces tenemos nuestras propias tribus, y si te caes de la tribu te caes al vacío. Frente a esa célula tan cohesionada y el afuera y la nada, el costo de salirse de esa célula es muy alto. El individuo se adapta porque todos queremos dos cosas: afecto y pertenencia»

 

A los liderazgos en la punta de la pirámide se les pasó por encima un cambio de paradigma, lo cual no es culpa de nadie. Son una generación, vienen con otra formación. Llegó este cambio y todos, menos Evo, se comieron la curva. Fue veloz y soterrado al mismo tiempo, quedamos en off side sin darnos cuenta, y las posiciones de demonizar al marketing no suman. Imaginate si Perón hubiese dicho no, no usemos los medios de comunicación.

 

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