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Feminismo disruptor, marea arrolladora: De cómo tomamos la calle y ahora queremos tomarlo todo

7 Minutos de lectura

Cuando las calles, paredes y remeras cantan “ahora que sí nos ven”, quieren decir un poco esto: hemos estado siempre. Antecedentes para el feminismo, sobran. Ancestras las hay por decenas (…) En suma, la ola no es la imagen de algo que irrumpe donde había calma, sino de una fuerza descomunal que arrasa los sentidos comunes e inunda el presente con su vieja potencia contenida.

Laura Fernández Cordero, Políticas de la Memoria, 2019.

Por Camila Sapp.

La irrupción del movimiento feminista, y lo que actualmente denominamos como “marea verde”-nombre escueto para esa profunda conmoción que construyó agenda, al decir de María Pía López (2020) invadió y arrasó contra los esquemas instituidos, desafiando al statu quo patriarcal y a los antiguos cánones prevalecientes. Esto no constituye una novedad: las calles, las aulas, los lugares de trabajo, los clubes de barrio, las cooperativas, las ONG’s, los sindicatos, los partidos políticos, las organizaciones sociales, las instituciones públicas y privadas, se vieron colmadas de debates y cuestionamientos donde se (re)plantea y discute cuál es el rol de mujeres, varones e identidades disidentes al interior de una sociedad en ebullición y constante metamorfosis. 

No es mi intención aquí convidarles un relato heroico de las proezas del movimiento feminista en esta Argentina de hoy, tan golpeada por el hambre y la miseria en la que nos sumió el establishment a través de la implementación de sus viejas recetas neoliberales. Sí, en cambio, la finalidad de esta trama busca “meter la cuchara”: partir de la carencia, de aquello que falta, de las inequidades que perviven, descansan y recaen en mayor medida sobre los hombros de las mujeres. 

La opresión femenina es el resultado de largos milenios: el capitalismo más que producirla la ha heredado, nos dice Carla Lonzi (2017: 26). Si bien coincidimos con esta lectura, cabe añadir que durante el capitalismo en su fase neoliberal se han intensificado los vejámenes e inequidades entre los sexos.

Un interesante ejercicio resulta apelar a las consignas y proclamas esgrimidas a propósito de las convocatoria al Paro Internacional de Mujeres Trabajadoras, más conocido como “8M”, con el fin de distinguir cuáles son los sentidos patriarcales que aún encuentran carnadura en nuestra sociedad, así como recuperar las demandas del colectivo: “Si nuestras vidas no valen nada, produzcan sin nosotras” “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” “La deuda es con nosotras” 

Múltiples y variadas resultan las demandas de los feminismos: en Argentina paramos por aborto legal, seguro y gratuito, porque queremos niñas y no madres, por la implementación de la Ley de Educación Integral (ESI), porque queremos trabajo digno, por las pibas que no volvieron, por el cese de la violencia machista que arrasa contra nuestras vidas y nuestros cuerpos, por #NiUnaMenos. 

También paramos porque queremos formar parte de la toma de decisiones: queremos pensar e incidir en nuestro presente y construir nuestro futuro. 

Paramos porque exigimos a igual trabajo, igual remuneración, y porque las tareas domésticas y de cuidados no remunerados no recaigan e impacten en nuestras posibilidades de estudiar, trabajar y tener tiempo de goce. Paramos porque somos la mayoría de lxs pobres del mundo y la mayoría entre lxs trabajadorxs precarizadxs y peor pagxs. 

Estas inequidades se presentan en los distintos ámbitos en donde transcurrimos. Para el caso de quien les escribe, podría alegar que el sistema científico no se halla exento de esta esta cultura sexual falocrática (Lonzi, 2017: 74)

Inequidades en el sistema científico y tecnológico argentino

Hace unos meses fue tema de agitada discusión entre los círculos académicos el hecho que la Secretaría de Gobierno de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva dependiente del Ejecutivo Nacional otorgara el Premio Houssay –un significativo galardón en reconocimiento a las producciones científicas- a ocho varones y a una mujer. En consecuencia a este hecho, un grupo de compañeras científicas lanzaron un comunicado titulado “Parece que no nos ven”. El documento daba cuenta de cómo el sistema científico argentino se encuentra sobre-representado por mujeres. Sin embargo, los reconocimientos académicos y los puestos jerárquicos de toma de decisión son ocupados por varones. 

Lo curioso es que este parecería ser un ámbito que se presume como igualitario y progresista, donde lo que primaría sería la ‘meritocracia’ vinculada a las producciones académicas y donde no existirían limitaciones vinculadas al género. 

Durante el transcurrir de los años se propugnaron medidas centradas en el tratamiento e inclusión de derechos en materia de género. En el año 2017 se puso en marcha el “Protocolo de actuación para la prevención, difusión y capacitación en situaciones de violencia en ambientes de trabajo” y se creó la Comisión Interdisciplinaria del Observatorio de Violencia Laboral. Actualmente se ha impulsado, a través de la sanción de la Ley Micaela, que los agentes de los tres poderes del Estado se capaciten obligatoriamente en temáticas vinculadas a la violencia de género. 

Desde ese entonces, las denuncias por violencia de género fueron en ascenso en  Ciencia y Técnica, y el % 90 fueron realizadas por mujeres. Comprobamos, entonces, que estas prácticas también se visibilizan en los laboratorios, en los equipos de investigación, en las aulas y en los vínculos laborales. 

Ciencia y Técnica (CyT) en números

Según datos oficiales elaborados por CONICET en 2016, el 60% de los becarixs e investigadorxs asistentes, el 53,6% de los investigadorxs adjuntos y el 48,7% de investigadorxs independientes son mujeres. Sin embargo, esas cifras decaen sustancialmente en las categorías de mayor jerarquía: las mujeres representan el 39% en los puestos de investigador principal, mientras sólo el 25,8% en el rango de investigador superior, el puesto máximo en la Carrera del Investigador Científico (CIC).

Estos números no sufren mayores oscilaciones para el año 2019.

Escalafón de Investigadorxs del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), año 2019:

Cargo

Categoría

Mujeres

Varones

Becarixs

Doctoral

6533

4362

Becarixs

Posdoctoral

1604

1037

Investigadorxs

Asistente

1838

1189

Investigadorxs

Adjunto

2120

1687

Investigadorxs

Independiente

1219

1255

Investigadorxs

Principal

463

664

Investigadorxs

Superior

47

157

Fuente: Tabla elaborada por la autora en base a los datos brindados por CONICET en cifras.

De lo mencionado se desprende una sobre-representación de mujeres en categorías iniciales y un descenso sostenido de las mismas a medida que ascendemos en la escala jerárquica.

Si bien los criterios y requisitos para progresar en la carrera parecieran ser los mismos para todxs, los factores concernientes a la vida personal, la familia y lxs hijxs inciden con mayor determinación sobre las mujeres. Ello genera, como consecuencia, que su posibilidad de ascenso sea menor. Las estadísticas nos permiten vislumbrar que existen varones que alcanzan la categoría de Investigador Superior con menos edad que científicas que se ubican en el escalafón anterior. Ello se debe, probablemente, a la posibilidad que tienen los mismos de abocarse a la carrera sin atravesar obstáculos de tipo domésticos.  

Más allá si constituimos la mitad más uno o no del sistema científico argentino – insisto, la paridad es fundamental, pero lo relevante es para qué – la discusión no se encuentra atravesada únicamente por criterios cuantitativos. El conocimiento no es neutral ni se construye en abstracto. Por el contrario, las invenciones teóricas y materiales son situadas y se producen desde posiciones específicas en términos sociales y de género. Entonces, desde nuestra experiencia como mujeres –la cual es diversa y heterogénea- como colectivo compartimos la posición de subalternidad en una sociedad patriarcal. Es desde ese marco que consideramos e incorporamos a diferentes sujetos, problemas, objetos de estudio y formas de conocer en los abordajes investigativos que resultan necesarios para nuestra comunidad.

Hurgar entre lxs pensadorxs: conocimiento desde quién y para quién 

En periodos recientes se han constituido nucleamientos y espacios feministas en ámbitos educativos de enseñanza terciaria y superior con la intención de promover y estimular políticas con perspectiva de género, erradicar la violencia machista en el seno de las Universidades y centros de enseñanza e incidir en los planes de estudio. En relación a esto último, existen casos – incipientes – donde los equipos de investigación y los cuerpos docentes se han visto interpelados por las demandas y reivindicaciones de la “marea verde”, lo que ha provocado – entre otras cuestiones- una búsqueda por diversificar las lecturas anteriormente propuestas. 

Con respecto al campo de las ciencias sociales y las humanidades, esta iniciativa implica revisar a autores consagrados, disputar tradiciones estrictamente instituidas en los círculos académicos, así como recuperar voces de autoras cuya obra se encontraba silenciada o bajo las sombras (Fernández Cordero, 2019).  

Coincidimos con Carla Lonzi cuando expresa en su famosa obra “Escupamos sobre Hegel” que “Consideramos responsable de las grandes humillaciones que nos ha impuesto el mundo patriarcal a los pensadores: ellos son quienes han mantenido el principio de la mujer como ser adicional para la reproducción de la humanidad, vínculo con la divinidad o umbral del mundo animal; esfera privada y pietas. Ellos han justificado en la metafísica lo que en la vida de la mujer había de injusto y atroz”.

Los ideólogos de todos los siglos han lanzado diversas justificaciones para indicar el lugar que les compete a las mujeres en tanto garantes y reproductoras de la especie humana. Asimismo, autores plasmaron en sus manuscritos que las mujeres debían ser relegadas y silenciadas de la vida pública y de la política, así como del mundo académico, laboral e incluso de la economía familiar. Las grandes virtudes humanas eran atributos adjudicados al sexo masculino. 

Múltiples resultan los ejemplos: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”, esgrimía Neruda. “La mujer es una copa de plata en la que el hombre deposita su fruto de oro”, aludía Goethe, mientras que Freud afirmaba que “Las niñas sufren toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están anatómicamente incompletas”. Ortega y Gasset anunciaba que “El fuerte de la mujer no es saber sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones, y esto es obra del varón” y Baudeliere alentaba que “En toda mujer de letras hay un hombre fracasado”. 

La lista de enunciados desafortunados no se agotan en los aquí recuperados. Podemos retrotraer conceptos, nociones e ideas expresadas por autores de las más diversas esferas del conocimiento. 

Los pensamientos de dichos referentes están presentes en los planes de estudio que forman a nuestros ciudadanxs y profesionales del mañana, en las lecturas de equipos de investigación, en la boca de nuestros directorxs y compañerxs de trabajo. Es menester, entonces, barajar y dar de nuevo: recuperar voces ocultas y traer en escena lecturas con perspectiva de género que valoricen la voz y el pensamiento de las mujeres a lo largo del tiempo y que den luz sobre las inequidades existentes entre los sexos. 

“Volvimos y seremos mujeres” expresó nuestro actual presidente Alberto Fernández. Celebro su ¿lapsus? Devenido en expresión de deseo para todo nuestro colectivo.

 

Referencias bibliográficas y fuentes consultadas:

Ballarino, F. (2019) “Conicet: se triplicó el número de denuncias por violencia de género”, Perfil, 06/10/2019. En línea: click aquí

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